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Geografia Rural Nacional La Soja


Enviado por   •  7 de Abril de 2014  •  2.881 Palabras (12 Páginas)  •  206 Visitas

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Entre 1980 y 2005 la superficie cubierta con el cultivo de soja en la Argentina pasó de 2 a 17 millones de hectáreas. Como consecuencia, este producto llegó a ser la principal exportación del país, ya sea en forma de grano como en sus derivados, por un valor de 8 mil millones de dólares anuales (corresponden 41% al aceite, 34% a la harina y 25% al grano).

Si bien las causas de esta notable expansión se pueden encontrar en una compleja trama que incluye los cambios en los mercados mundiales, las nuevas tecnologías y el papel que tienen en los países en desarrollo las llamadas "nuevas agriculturas" (Kay, 1999), también es importante remarcar que los efectos (ambientales, sociales, económicos y territoriales) de esta expansión son actualmente el centro de una acalorada disputa que se ha hecho aún más dura al incluirse en ella el factor político. En este trabajo se intentará realizar un cuadro del proceso de expansión sojera y sus consecuencias, comenzando por enmarcarlo conceptualmente en el proceso global del cual es parte, pasando luego a analizar sus orígenes y los factores que ayudaron a que el proceso fuera tan rápido, siguiendo con un análisis de las controversias generadas por las interpretaciones del proceso y, finalmente, analizando el posible futuro de esta producción.

El marco global

A principios de la década de los 90 Eduardo Santos advertía que la creciente inclusión de América Latina en los mercados agroalimentarios internacionales, si bien iba a darle un nuevo impulso al sector agrícola de los países, traería nuevos costos y riesgos, que definía como "... la creciente influencia del capital trasnacional, la dependencia del mercado mundial y la necesidad de operar en mercados cada vez más competitivos..." (Santos, 1992: 336). El proceso de integración de los países de América Latina al mercado internacional de agroalimentos había comenzado efectivamente en la década de los 80, cuando sus espacios con potencial agrícola, o aquellos donde se generaban producciones tradicionales, comenzaron a formar parte de la escena internacional de intercambio comercial. Esto vino de la mano de varios procesos: los cambios tecnológicos en los sistemas alimentarios; la interconexión creciente entre producción agrícola, industrias y servicios a través de la creación de complejos agroindustriales; las mejoras en los sistemas de transporte y preservación de alimentos; la aparición, por un lado, de nichos de demanda de productos por parte de sectores enriquecidos en los países desarrollados (frutas tropicales, de contraestación, flores) y, por otro, por la irrupción en el mercado internacional de los llamados países emergentes que al ritmo de una mejora en los niveles de alimentación de la población comenzaron a aparecer en el mercado internacional como demandantes de alimentos, ya sea para la población como para la cría de animales (McMichael, 2000).

En diferente grado, casi todos los países de América Latina se incluyeron en este proceso, con diversos productos relacionados a los diferentes potenciales ambientales y las distintas estructuras agrarias: frutas en Chile y Brasil, carne en Centroamérica, camarones en Ecuador y, por supuesto, soja en Argentina. Casi siempre este proceso incluyó la ampliación de las áreas productivas o el reemplazo de cultivos y prácticas tradicionales por otras nuevas y diferentes; la introducción de nuevas tecnologías y sistemas de manejo; un creciente uso de insumos de origen industrial; la concentración de tierras y producción y la generación de impactos en el ambiente y la sociedad regional y su organización territorial. Todos estos efectos dieron lugar a su vez a reacciones de diverso tipo, desde las que generaron organizaciones de base etnica o territorial hasta la formacion de grupos de opinion de cientfficos o académicos y la conformación de las ONG que se opusieron al proceso; al mismo tiempo, este fue apoyado por los ideólogos del neoliberalismo, los grupos empresariales más favorecidos, las compañías internacionales productoras de insumos (sobre todo las biotecnológicas) y por los propios gobiernos que los habían promovido o, en el mejor de los casos, simplemente dejado desarrollar sin oponerle mayores trabas ni regulaciones (Solbrig et al., 2001).

Si bien todos los procesos responden a un mismo patrón de desarrollo y a un mismo grupo de causas, en cada caso existen diferencias que lo hacen particular y distinto, como es el de la expansión sojera en la Argentina.

La historia del proceso

Los orígenes

Hasta fines de los 80 la producción agropecuaria argentina (y sobre todo la que se desarrollaba en la región pampeana) estaba basada en los cultivos clásicos (maíz, trigo, girasol) y la producción de carne vacuna. Si bien había habido a lo largo del siglo avances de tipo tecnológico, estos se concentraron siempre más en las tareas que en los rendimientos: por ejemplo, la cosecha se había mecanizado, pero casi no se utilizaban fertilizantes; se había introducido el uso de alambrados eléctricos y molinos para manejar la hacienda, pero buena parte todavía pastaba en campos naturales. No completamente, esto hizo que el volumen de producción y los rendimientos crecieran muy despacio, y en ese sentido el país había ido perdiendo preeminencia en los mercados internacionales y quedando retrasado con respecto a los avances en productividad (Barsky y Gelman, 2001). Sin embargo, el uso mesurado de los recursos y una cierta alternancia entre diferentes cultivos y la ganadería había preservado en buena medida la calidad de los suelos. A través de décadas de fragmentación por herencia de las grandes estancias originales, y el papel que habían tenido en buena parte de la región pampeana, los esquemas de colonización por productores familiares (conocidos como chacareros), la tierra estaba distribuida en forma relativamente equitativa, lo que no había impedido un proceso de fuerte emigración de la población rural, sobre todo la dispersa (Balsa, 2006). Paralelamente, esta estructura agraria había dado lugar a una organización territorial basada en las líneas de ferrocarril (más tarde reemplazadas con la misma geometría por caminos) y una cantidad de pequeños pueblos y ciudades medianas fuertemente ligados a la producción agropecuaria.

Fue en ese marco que comenzaron a llegar algunos de los adelantos tecnológicos impulsados por la llamada "revolución verde", principalmente dos: el uso de nuevas variedades más productivas y la aplicación de agroquímicos, que mejoró, sobre todo, la situación de la producción de trigo y maíz (Obstchatko, 1988). Fue justamente la aparición de trigos de origen mexicano, de ciclo más corto que los tradicionales, lo que permitió pensar

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