HISTORIAS
Enviado por letit • 12 de Febrero de 2013 • 6.088 Palabras (25 Páginas) • 301 Visitas
NOMBRE DEL ALUMNO:_________________________________________________________________________
COMPENDIO DE HISTORIAS
EL CHACAL AZUL
Andaba un pobre y viejo chacal buscando algo de comer en las cercanías de una antigua ciudad africana. Pero no encontraba nada: ninguna presa fácil, ni siquiera los restos de algún almuerzo. Tanta era su hambre que decidió internarse en la ciudad, aunque estaba consciente del peligro que implicaba, pues podía ser atacado por perros callejeros y hasta por los propios habitantes.
Con cuidado comenzó a husmear por la calle del puente. De pronto escucho un ladrido y, a lo lejos, vio que un perro se acercaba corriendo. Luego fueron dos y el grupo fue creciendo hasta sumar unos veinte canes que venían por él. Aterrorizado, comenzó a correr para escapar. De repente llego a un callejón sin salida y no le quedó más remedio que saltar y entrar a una casa por la ventana que se hallaba abierta. Era el taller de un tintorero que en ese momento esta fuera.
Al brincar, el chacal se volteo encima un balde con tintura azul que lo cubrió desde la cabeza hasta las patas. Enojado por este accidente, permaneció oculto allí hasta que los perros se alejaron. Cuando salió, descubrió que era completamente azul. Corriendo, dejo la ciudad y se internó en la selva.
Cuando lo veían, los animales se alejaban presurosos, pues nunca habían visto a un chacal azul. Con su habilidad característica, este pensó en sacar el máximo provecho de la situación.
-¿qué les causa tanto miedo? ¿Por qué se alejan de mí? Esperen, pues voy a explicarles algo- dijo.
Los leones, los tigres, las jirafas y todos los animales pequeños formaron un círculo para escucharlo como si fuera un profeta. –Ustedes no lo saben- hablo el chacal- pero soy el enviado de un poderoso mundo y vengo para convertirme en rey de ustedes. Yo seré su protector y tendrán que obedecerme.
Fascinados por su extraño color, los animales creyeron en sus palabras y lo aceptaron como rey. Muy contento él les exigía siempre nuevas cosas: -quiero la mejor carne, la mejor fruta y el mejor lugar para vivir. Es lo propio de un monarca – les demandaba día y noche.
En una ocasión, los animales se hallaban reunidos escuchando nuevas instrucciones cuando se oyeron los aullidos lejanos de una manada de chacales. El chacal azul sintió una gran nostalgia por el grupo al que el pertenecía. Sin querer, derramo una lagrima y comenzó a aullar como chacal.
Los animales de la selva percibieron el engaño y quisieron atraparlo para darle su merecido. Pero el chacal azul salió corriendo, se sumergió en un lago, y cuando salió ya habían recuperado su color normal. Alcanzo a la manada y se fue de allí con sus amigos feliz por hallarse con los suyos.
-cuento tradicional asiático-
UN MONTÓN DE CLAVOS
Jaime era un niño bueno y cariñoso, pero muy impulsivo. Cuando se enojaba rompía lo que estaba a su alcance, gritaba y hasta daba patadas contra la pared. Quienes vivían en aquella bonita casa del campo lo sabían e incluso las gallinas salían corriendo cuando lo veían de malas. Sus padres, Martín y Julia, ya no sabían que hacer. En una ocasión su amigo de un rancho cercano, fue a buscarlo para que salieran a jugar. Era enero y caía una fina nevisca en el campo. Cuando le pidió permiso a doña Julia ella se lo negó:
- No quiero que salgas porque puedes enfermarte.
- Ándale mama, déjame.
- Mejor dile a tu amigo que jueguen aquí dentro, así el y tu pueden ponerse a….
Doña julia no acababa de hablar cuando Jaime ya estaba furioso. Correteo a dos becerrillos que saltaron las trancas del corral y rompió tres brillantes jarros aventándolos contra el piso de la cocina. Se encerró en su cuarto y no salió siquiera a comer su rico pan dulce de todas las meriendas, ni su taza de atole de arroz.
Esa noche, doña julia le conto a su esposo. Don Martín se quedó pensando. Ya habían probado de todo: no dejarlo montar su caballo favorito, ni llevarlo a la feria del pueblo. Pero nada de lo que hacían o decían daba resultado. Al día siguiente, informo a su esposa:
-no dormí, pero ya se me ocurrió algo.
Jaime apareció en la cocina y se sentó como si nada. Al terminar su desayuno, don Martín le dijo:
-ándele, póngase su chamarra y acompáñeme.
El pequeño asintió y fueron al patio trasero, donde había muchos pedazos de madera. Don Martín le dio un martillo y un puño de clavos.
-mire mijo, usted es muy bravo y muy valiente, pero le voy a enseñar algo para le quite lo enojón. Traiga ese pedazo de madera.
Jaime obedeció y su padre le explico:
-cada que le entren los corajes venga aquí y clave un clavo en esta tarima. El primer día hizo un coraje tremendo porque una mula lo salpico de lodo. Fue al patio y clavo veinte clavos. En los días que siguieron, el número fue disminuyendo pues le parecía una tontería tener que estar clave y clave por cosas sin importancia. Jaime estaba aprendiendo a dominarse. Dos semanas después hubo un día en que ya no tuvo que clavar y lo dijo a su padre. Este respondió:
-no va usted nada mal. Ahora, cada que se aguante los corajes, va a ir sacando un clavo de la tarima- le pidió.
Y así lo hizo por casi un mes hasta que el madero quedo limpio. Orgulloso, se lo mostro a sus padres. Don Martin lo felicito y le dijo que se sentara.
-mire mijo, todos los agujeritos que quedaron en la tarima.
-son rete hartos, papa.
-¿y puede quitarlos?
-pues no…-respondió el pequeño.
-para que vea: cuando se enoje quédese quieto y espere a que se le pase.
Al comprender que el enojo pasa, pero las acciones no se borran, Jaime aprendió a aguantar los corajes. Se convirtió en un muchacho simpático, contento y calmado que siempre andaba de buenas
-adaptación de un relato francés anónimo.
LA LECCIÓN DEL COSCORRÓN
En una ocasión David, el dueño de una modesta hostería en el este de Rusia, llamó a la puerta de Yitzhak Levi, un hombre mayor, famoso por la sabiduría de sus consejos y el poder de sus buenos deseos.
-maestro, vengo a pedirle un consejo. ¿Está permitido defender las propiedades? – le preguntó.
-desde luego que sí, ¿qué necesitas defender?-preguntó a su vez, Yitzhak Levi.
-mi negocio. Quiero que me desee suerte.- repuso David.
-explícate mejor –solicitó el sabio.
-todas las noches, una pandilla de jóvenes campesinos entra a robarme la comida.
-¿y cómo piensas defenderte?
-mi paciencia llegó al límite. Les grité que no volvieran. Incluso compré un perro guardián, pero no sirvió de nada. Sólo queda
...