INNOVACIÓN EDUCATIVA: FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA
Enviado por UIUJ620624 • 21 de Noviembre de 2013 • 4.418 Palabras (18 Páginas) • 323 Visitas
INNOVACIÓN EDUCATIVA: FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA
JUAN UBIARCO URIBE
En distintos campos de la experiencia humana el último siglo de la historia ha conocido una forma diferente de conceptualizar, abstraer y explicar la realidad: la era de los sistemas; pero no refiriéndose sólo a los sistemas computacionales, sino a conceptos más vastos, a una nueva visión, una nueva perspectiva, una nueva filosofía, un nuevo paradigma. Así, las características de la era sistémica son las que han abierto la posibilidad de avanzar por caminos de evolución y desarrollo más eficientes y eficaces, más “verdaderos”. (De la Fuente y Monroy, 1995).
En la era sistémica, de acuerdo con De la Fuente y Monroy (1995), la educación innovadora debe enfatizar primordialmente:
a) el aprendizaje, en vez de enfatizar la enseñanza, como solo hacen buena parte de los sistemas educativos formales. Enfatizar desde la motivación al aprendizaje, desarrollando el deseo de aprender y las habilidades para satisfacer ese deseo. Enfatizar el aprendizaje y sobre todo el aprender a aprender y aprender a través de la acción, promoviendo así la interacción del estímulo, la respuesta y el esfuerzo como elementos indispensables para la conducta.
b) la adaptación, para integrar percepción, pensamiento y acción en la transformación de uno mismo y de su circunstancia. Adaptación activa en vez de enfatizar la adaptación pasiva, en la que uno sólo se modifica para adecuarse a los cambios impuestos por el contexto, como solo hacen buena parte de los sistemas sociales, incluidos la mayoría de los sistemas educativos formales e informales. Adaptación activa que requiere de desarrollar más capacidades de flexibilidad que de rigidez.
c) la adopción de un concepto de educación continua, permanente a lo largo de la vida, buscando integrar la preservación, el fomento y el desarrollo de lo individual y lo colectivo, en el contexto correspondiente.
El énfasis en el aprendizaje, como lo sostienen De la Fuente y Monroy (1995), supone una actitud que involucra la búsqueda y la determinación de lo que se quiere, desea o necesita aprender, permitiendo aprender como aprender más eficientemente y al mismo tiempo motivar el deseo de aprender, en especial aprender aquello que se necesita para satisfacer las necesidades y deseos propios y para ser socialmente útil.
Con relación al concepto de innovación, Nichols (1983, p. 4, como se cita en Matas, Tójar y Serrano, 2004, p, 2) plantea la innovación como aquella “idea, objeto o práctica percibida como nueva por un individuo o individuos, que intenta introducir mejoras en relación a los objetivos deseados, que por naturales tiene una fundamentación, y que se planifica y delibera”, por lo que la innovación es el esfuerzo de un agente en tratar principalmente de obtener una mejora fundamentada en el ámbito de conocimiento donde se pretende desarrollar. Se trata, por tanto, de una acción planificada que implica la existencia de un cambio no madurativo, evolutivo o casual, sino un cambio perseguido, planificado y desarrollado con intencionalidad. En este contexto es valioso destacar que, desde la penúltima década del siglo pasado, el proceso de innovación ha sido prioritariamente entendido desde una perspectiva sistémica, como una sucesión cronológica de hechos, cambios de estrategias y actitudes, un proceso de solución de problemas y una visión del proceso como un sistema abierto (Matas, Tójar y Serrano, 2004).
Una buena propuesta para la conceptualización de la innovación educativa es la que presenta Moreno Bayardo (1995) quien considera que hablar de innovación supone, en primer lugar, la necesidad de establecer con claridad los diversos significados que se dan al término y su relación con conceptos como el de cambio y el de mejora que, en muchas ocasiones se utilizan como sinónimos, pero que no son tales, aunque su significado pueda estar estrechamente vinculado con la innovación.
Con base en la etimología del término, se puede hablar de innovación en el sentido de la mera introducción de algo nuevo y diferente; sin embargo, esto deja abierta la posibilidad de que ese "algo nuevo" sea o no, motivo de una mejora; tan nuevo sería un método que facilita un aumento de la comprensión lectora, como uno que la inhibe.
Algunas veces, el término innovación es utilizado para designar una mejora con relación a métodos, materiales, formas de trabajo, etc., utilizados con anterioridad, pero la mejora por sí sola puede, o no, ser innovación; por ejemplo, un método puede mejorar porque se aplica con más conocimiento de causa o con más experiencia, y en este caso no hay una innovación, mientras que si el método mejora por la introducción de elementos nuevos, la mejoría puede ser asociada entonces a una innovación.
Así, Moreno Bayardo (1995) postula que un primer acercamiento al concepto de innovación puede ser el de "introducción de algo nuevo que produce mejora", además de que puede establecerse que la innovación es algo más planeado, más deliberado, más sistematizado y más obra de nuestro deseo que el cambio, el cual es generalmente más espontáneo.
Aun coincidiendo en que el término innovación esté asociado al significado de la introducción de algo nuevo que produce mejora, y que por lo tanto trae consigo un cambio, surge luego la discusión de qué será entendido por "nuevo". En un sentido estricto, lo nuevo es asociado a lo que nunca antes había sido inventado, conocido o realizado, que se genera, se instituye o se presenta por primera vez; utilizando este significado de lo nuevo, las innovaciones serían realmente escasas, no es común que surja algo nuevo en el sentido antes mencionado.
La expresión innovación es incorporada en muchos casos en la implementación de reformas y usada a menudo como sinónimo de cambio, aplicándose para caracterizar tanto la aplicación de ideas y procesos, como categorías y resultados. Como sostienen Hannan y Silver (2005), las percepciones acerca del fin y naturaleza de la innovación pueden ser extremadamente diferentes e, incluso en casos en que es definida de modo explícito, a menudo resulta ambigua dentro de las prioridades, directivas y contextos en que tiene lugar. Lo mismo puede afirmarse en cuanto al desarrollo de criterios, indicadores o parámetros a la hora de intentar evaluar y, más específicamente, medir -si es que se puede- la innovación educativa.
Si bien desde una primera aproximación el concepto de innovación educativa está asociado a la introducción de algo nuevo en el campo pedagógico, hecho que supone el pasaje de un estado inicial a otro diferente y, en consecuencia, la ocurrencia de un cambio, no puede acríticamente afirmarse que todo cambio sea una innovación, ni que necesariamente produzca
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