LA CERÁMICA MOCHICA: MÁS ALLÁ DE LO OBJETUAL
Enviado por David Oliveros • 4 de Septiembre de 2017 • Ensayo • 2.310 Palabras (10 Páginas) • 153 Visitas
JOSÉ DAVID OLIVEROS OSSA
Curso: Historia del arte latinoamericano I
Gustavo Adolfo Villegas Gómez, Docente
Universidad de Antioquia
Facultad de Artes
2012
LA CERÁMICA MOCHICA: MÁS ALLÁ DE LO OBJETUAL
Varias fueron las razones que han llevado a la escritura del presente ensayo, más allá de ser parte de un ejercicio académico. Una de ellas es el impresionante realismo de las figuras mochicas, no sólo en el aspecto formal –superando incluso a las estatuillas mayas de la Isla de Jaina y a la cerámica de la cultura tarascana– sino en lo representado y el valor casi etnográfico que posee la cerámica mochica para lograr asimilar parte de la historia andina.
La cultura que todavía es objeto de estudio, recibe el nombre ‘mochica’ en el siglo XX gracias al padre de la arqueología peruana, Julio César Tello. Antecedidos directamente por culturas como la chavín, cupisnique, salinar y virúes; se desarrollaron entre los siglos I y VIII de Nuestra Era, y estaban divididos en dos regiones culturales: los mochicas del norte y los del sur, siendo estos últimos los más fuertes a nivel militar pues durante la fase Moche IV llegaron a ser el primer Estado prehispánico expansionista y centralizado de América del Sur.
Si bien la cerámica hacía parte de un sector productivo de la sociedad mochica, también eran destacados en aspectos de ingeniería, pesca y agricultura –se les equipara con sus contemporáneos, los mayas- construyendo grandes sistemas de riego y acueducto que le hacían paso a la dificultad topográfica del desierto del norte peruano.
Desde el punto de vista de lo artístico, se destacaron más en lo tridimensional que en el campo bidimensional, aunque en este último llegaron a realizar grandes murales[1] que tenían un papel ideológico fuerte y fundamental en una sociedad que carecía de escritura textual. En ocasiones la pintura se subordinaba a la cerámica, donde la representación de las figuras es convencional y similar al principio de horizontalidad egipcio, aunque se esforzaron por dar la sensación de profundidad y lejanía.
En lo tridimensional no tienen esculturas a gran escala (aunque existen hipótesis de bultos en madera) y tampoco un desarrollo arquitectónico amplio, aunque se destacan los templos del sol y la luna en Huacas de moche, la capital. Si algo es claro en los mochicas es que toda la atención debe tener como punto de partida la cerámica, y no es capricho de un enamorado de las artes del fuego, pues como diría Víctor W. Von Hagen en los mochicas “su cerámica es en realidad su lengua”[2].
Por el volumen de piezas encontrado y la tecnología empleada, es claro que la producción de cerámica era constante y demandada por todos los estratos socioeconómicos. Hay evidencia arqueológica de la existencia de talleres de cerámica, lo que indica que era una actividad especializada en la sociedad mochica. Al interior del taller dividido en zonas de trabajo (una donde se trabaja la arcilla cruda, otra donde se cocía y una última donde se almacenaban las piezas) se han hallado más de mil moldes, piezas no cocidas o en proceso de cocción y masa de arcilla cruda envuelta con textiles.
Incluso había distinción entre los fabricantes de cerámica. Mientras los objetos utilitarios, simples, con decoración sencilla (como cuencas, cucharas, ocarinas...etc.) se fabricaban en viviendas o por alfareros independientes; los objetos simbólicos y rituales estaban afiliados a la élite y eran realizados por ceramistas especializados.
La cerámica utilitaria se clasifica básicamente en Ollas (de tamaño pequeño, cuerpo esférico, gollete[3] corto y boca ancha era realizado con una pasta porosa que permitía resistencia a los choques térmicos habituales al cocer los alimentos), Cántaros (de tamaño mediano, con un gollete más alto y derecho, eran ligeras por las paredes delgadas y servían para almacenar líquidos y productos fáciles de verter) y Tinajas (de tamaño grande y peso considerable, paredes gruesas y sin gollete servían para almacenar agua o chicha). Era tal la demanda de piezas, que los alfareros independientes asociados a lo utilitario tenían marcas que los distinguían, pues estaban sujetos a una competencia por recursos alimenticios a cambio de los bienes artesanales que producían.
Por otra parte, y como se ha mencionado, la cerámica fina o ritual era producida por ceramistas especializados afiliados a la élite (el taller estaba más cerca de la población media-alta y de los centros ceremoniales, contrario al de los independientes) que trabajaban bajo la autoridad de jefes que controlaban directamente la producción. Cabe destacar que los bienes producidos no eran exclusividad de pocos, pues a pesar de que una parte de la producción iba al tributo de la élite, la mayoría de las piezas producidas terminaban en trueque entre los grupos productores o familiares, donde probablemente se intercambiaban comida, chicha, tejidos, etc.
La cerámica fina no sólo tenía un carácter funerario -pues era la ofrenda mortuoria más común- ya que se ha encontrado en sectores domésticos, siendo utensilios de la vida cotidiana que solían emplearse en fiestas y comidas especiales donde cada grupo demostraba su identidad, estatus y riqueza.
Los colores eran tan importantes que incluso la distribución de algunos pigmentos como el blanco estaba controlado por la élite, pues su obtención se daba gracias a intercambios de larga distancia, por lo que pocos podían acceder a este. Eso se evidencia en la manera como se pintaban el rostro, no sólo en las máscaras usadas en ceremonias, sino también en la vida cotidiana mochica.
En cuanto al aspecto de elaboración, la mayoría de las vasijas mochica se ejecutaban con molde bivalvo, como lo constata Samuel Kirkland Lothrop:
“Primero se hacía una imagen maestra sobre la cual se adaptaba una cubierta de barro, y cuando ésta se hallaba parcialmente seca, el alfarero la cortaba verticalmente por la mitad y la cocía. Los ejemplares se podían multiplicar presionando el barro contra los moldes y juntando las dos mitades cuando estaban parcialmente secas”[4]
Así pues, la cerámica mochica no puede pasar como simples objetos antiguos y bellos, sino como todo un documento que refleja la identidad de una sociedad. Esto lo validan los centenares de piezas conservadas que describen no sólo plantas, personajes y animales, sino también gran parte de la vida social mochica: desde las costumbres y manera de vestir hasta los castigos y cuidados, pasando por una ilustrada intimidad sexual.
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