LA DECLARACIÓN MAS HERMOSA
Enviado por Dwanner • 18 de Abril de 2014 • 1.528 Palabras (7 Páginas) • 195 Visitas
LA DECLARACIÓN MÁS HERMOSA Y PROFUNDA QUE JAMÁS SE HAYA HECHO SOBRE EL MEDIO AMBIENTE
En 1855, el presidente Franklin Pierce solicito comprar las tierras de la tribu SUWAMISH, de los territorios que ahora forman parte del Estado de Washington. El jefe tribal SEATTLE, le contesta con un documento que entonces y hoy expresa la más profunda cosmovisión del aborigen.
“El gran jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras. El gran jefe también nos envía palabras de amistad y buena voluntad. Apreciamos esta gentileza porque sabemos que poca falta le hace, en cambio, nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta, pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego y tomarse nuestras tierras. El gran jefe de Washington podrá confiar en lo que dice el jefe SEATTLE con la misma certeza con nuestro hermanos blancos podrán confiar en la vuelta de las estaciones. Mis palabras son inmutables como las estrellas”.
“¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra?”. Esta idea nos parece extraña. No somos dueños de la frescura del aire ni del centello del agua. ¿Cómo podríais comprarnos a nosotros? Lo decimos oportunamente. Habéis de saber que cada partícula de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada hoja resplandeciente, cada playa arenosa, cada neblina en el oscuro bosque, cada claro y cada insecto con el zumbido son sagrados en la memoria y la experiencia de mi pueblo. La savia que circula en los árboles porta las memorias del hombre de piel roja.
“Los muertos del hombre blanco se olvidan de su tierra natal cuando se van a caminar por entre las estrellas. Nuestros muertos jamás olvidan esta hermosa tierra porque ella es la madre del hombre de piel roja: Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las fragantes flores son nuestras hermanas, el venado, el caballo, el águila majestuosa son nuestros hermanos. Las crestas rocosas, las savias de las praderas, el calor corporal del potrillo y el hombre, todos pertenecen a la misma familia.
“Por eso cuando el gran jefe de Washington manda decir que quiere comprar nuestras tierras, es mucho lo que pide. El jefe manda decir que nos reservará un lugar para vivir cómodamente entre nosotros. El será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por eso consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras. Más, ello no será fácil porque estas tierras son sagradas para nosotros. El agua centellante que corre por los ríos y esteros no es meramente agua sino la sangre de nuestros antepasados, si os vendemos estas tierras, tendréis que recordar que ellas son sagradas y deberéis enseñar a nuestros hijos que lo son y que cada reflejo fantasmal en las aguas es la voz del padre de mi padre, los ríos son nuestro hermanos ellos calman nuestra sed. Los ríos llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si os vendemos nuestras tierras deberéis recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son nuestro hermanos y hermanas de nosotros, deberéis en adelante dar a los ríos el trato bondadoso que daríais a cualquier hermano.
“Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de ser. Le da lo mismo un pedazo de tierra que el otro porque él es un extraño que llega en la noche a sacar de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermanan sino su enemigo. Cuando la ha conquistado la abandona y sigue su camino, deja atrás de él las sepulturas de sus padres sin que le importe. Despoja de la tierra a sus hijos. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano el cielo, como si fuesen corderos y cuentas de vidrio. Su insaciable apetito devorará la tierra y dejará tras sí sólo un desierto.
“No lo comprendo. Nuestra manera de ser es diferente a la vuestra. La vista de vuestras ciudades hace doler los ojos al hombre de piel roja. Pero quizá sea así porque el hombre de piel roja es un salvaje y no comprende las cosas. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ningún lugar donde pueda escucharse el desplegarse de las hojas en primavera o el rosar de las alas de un insecto. Pero quizás sea así porque soy un salvaje y no puedo comprender las cosas. El ruido de la ciudad parece insultar los oídos.”¿Y qué clase de vida es cuando el hombre no es capaz de escuchar el solitario grito de la garza o la discusión nocturna de las ranas alrededor de la laguna? Soy un hombre de piel roja y no lo comprendo. Los
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