LA FAMILIA POPULAR
Enviado por migdaliaperezcol • 14 de Octubre de 2012 • 2.442 Palabras (10 Páginas) • 482 Visitas
LA FAMILIA POPULAR VENEZOLANA
Estructura, relaciones y significados
Interpretar el comportamiento social venezolano es uno de los mayores retos que tenemos
los estudiosos de la familia. Ante el reconocimiento generalizado de que la familia es
diversa y cambiante en su estructura (Palacios y Rodrigo, 1998), es importante no caer en
lugares comunes, tratar de identificar sus particularidades y las relaciones que se establecen
en su seno, en especial, en aquéllas que pertenecen a los sectores populares, que constituyen
la mayoría de la población.
Contrariamente a lo que comúnmente se discute en cuanto a la desintegración de la
familia contemporánea, en Venezuela la familia se proyecta como no fracturada y centrada alrededor de la madre (Hurtado, 1999). Este hecho es reportado en la literatura como
«matricentrismo», término que se refiere a la estructuración de una familia donde la madre
es la figura primordial que preside los procesos afectivos, al ejercer el rol del centro de las
relaciones del parentesco (Vethencourt, 1974); ella asume el cargo fundamental de socializar
a los niños y de identificarse fuertemente con los hijos, especialmente con las hijas La consolidación de la familia, así ésta signifique mujeres sin pareja estable y con
hijos, se produce, entre otras cosas, por las difíciles condiciones de vida que tiene que
enfrentar la mayor parte de nuestra población. Estas condiciones llevan a asumir como
estrategia de sobrevivencia la colaboración mutua, colaboración que no es tan intensa
entre los vecinos que no son miembros de la misma familia.
Un concepto que se aplica a este tipo de familia, es el de familia extensa modificada
definida como:
... una relación familiar que consiste en una serie de familias nucleares reunidas sobre
una base igualitaria para la ayuda mutua. Además, al reunirse, estas familias nucleares
no se vinculan por requerimientos de cercanía geográfica o semejanza ocupacional.
Difiere de la clásica en que no tiene un jefe autoritario, ni cercanía geográfica, ni
dependencia ocupacional; y de la familia nuclear se distingue porque entre los miembros
de la familia extensa modificada existe una ayuda mutua considerable y, en consecuencia,
la familia nuclear no se enfrenta al mundo como unidad aislada (Litwak,1968, en Hurtado,
1999:48).
Este tipo de familia, por lo tanto, sobrevive a la adversidad que significa la escasez y
las condiciones generales de marginalidad.
La pareja en la familia matricentrada venezolana se caracteriza por una relación en
donde existe la unión pero no el matrimonio, lo cual incluye, según Samuel Hurtado, la
ruptura fácil «porque no existe el compromiso del amor fiel, único y para siempre del
vínculo conyugal indisoluble» (Hurtado, 1999: 39). La pareja se analiza a partir del estudio
de la familia popular, y se la define como una circunstancia determinada por la utilidad
compartida en un tiempo: «ha de hablarse más de apareamiento que de pareja. Apareamiento
de cuerpos, de necesidades, de intereses, de complementariedades múltiples, que cuando se
han actualizado, pierden funcionalidad, cierran un ciclo, y dejan libres a los componentes
para iniciar otro» (Moreno, 1995:15).
En función de estas consideraciones, en el plano de la estructura familiar, en el sector
popular existe una fuerte presencia de hogares formados por la mujer abandonada/madre
sola y sus hijos. Se constata que el hombre existe como un errante perenne que mantiene
convivencia paralela y sucesiva con varias mujeres, conservando pareja estable sólo por períodos cortos. Así, en ausencia del padre y de la pareja, la madre se constituye en el
«centro de la familia» (Moreno, 1994).
Elementos semejantes relativos a la soledad y el abandono de la mujer en los sectores
populares fueron encontrados en un estudio realizado en Cali sobre subjetividades,
imaginarios y formas de representación del trabajo en mujeres jefes de hogar de sectores
populares (Gómez y González, 2002). La experiencia narrada por cinco mujeres permitió
conocer sus vivencias de soledad enfrentando problemas, superando situaciones, debido a
que la «insolidaridad» y el abandono son una constante en los momentos significativos de
sus vidas. Su vida es objeto de la «traición sistemática» a cargo de las personas más
inmediatas, incluyendo al compañero; cuando ocurre el abandono, asumen el sostenimiento
de la familia, esta es una razón que les da fuerza y las reafirma en su identidad como
mujeres.
Es importante detenerse en este punto, y analizar en qué medida el matrimonio,
como institución, es el que garantiza y obliga a las parejas a la unión indisoluble, y no una
condición inherente a la familia burguesa, heredera del pensamiento moderno (Cobo, 1995)
y cuya ideología domina todos los estratos sociales. Esta inquietud surge por los hallazgos
reportados en diferentes estudios (Abreu, 2003; Cáceres y otros, 2002) en donde se evidencia
que la fidelidad es concebida como un valor ideal que debe formar parte del compromiso
en la relación de pareja, casadas o no, aunque existe la conciencia de que esto no ocurre
en la práctica.
La infidelidad se vive de manera diferente en hombres y mujeres, siendo más tolerada
en ellos que en ellas. Los resultados del estudio realizado sobre la construcción de la
infidelidad en Perú (Cáceres y otros, 2002) indicaron que la mayoría de las mujeres
entrevistadas de todos los ámbitos –con y sin experiencia de infidelidad por parte de sus
parejas–, tenía la explicación arraigada de que el hombre es infiel por instinto, que la
infidelidad es parte constitutiva de su naturaleza y sólo necesita el elemento apropiado
que la estimule. En las mujeres de los sectores populares que participaron en dicho estudio,
se evidenció una autoculpabilización respecto de la infidelidad masculina, afirmando que períodos cortos. Así, en ausencia del padre y de la pareja, la madre se constituye en el
«centro de la familia» (Moreno, 1994).
Elementos semejantes relativos a la soledad y el abandono de la mujer en los sectores
populares fueron encontrados en un estudio realizado en Cali sobre subjetividades,
imaginarios y formas de representación del trabajo en mujeres jefes de hogar de sectores
populares (Gómez y González, 2002). La experiencia narrada por cinco
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