LA NECESIDAD DE UNA BOTÁNICA REBELDE
Enviado por RamnG • 7 de Febrero de 2023 • Ensayo • 1.040 Palabras (5 Páginas) • 181 Visitas
LA NECESIDAD DE UNA BOTÁNICA REBELDE
J. Ramón Gómez Fdez.
«La normalidad es un camino asfaltado, es más fácil andar en él, pero allí no crecen flores…»
Vincent Van Gogh (1853 – 1890)
Podríamos decir que ha sido en los últimos 100 años cuando se ha acrecentado la idea de que la naturaleza es una fuente inagotable de recursos de la que aprovisionarse. Y, a la vez, un lugar hostil del que debíamos alejarnos todo lo posible. Fuente de peligros, enfermedades y, sobre todo, de una incómoda incertidumbre. Carecer del control de lo que sucede nos produce inseguridad y rechazo. De ahí que, poco a poco, hayamos creado nuestro propio entorno seguro, nuestro ecosistema: las ciudades. Cuanto más lejos de la naturaleza mejor y, para ello, hemos creado enormes obstáculos de hormigón, acero y asfalto que pisotean cualquier atisbo de vida y espontaneidad.
Sin embargo, parece evidente que este modelo ha fracasado. Esta separación de la naturaleza ha tenido unos costes ambientales irreparables. Con una ocupación de tan solo el 5 % de la superficie del planeta, estos rediles alicatados generan el 70% de las emisiones de CO2 y consumen ingentes cantidades de recursos. Hoy el planeta Tierra se lamenta por nuestros desmanes mostrando preocupantes señales de agotamiento. Son muchas sus dolencias, pero parece que una de las heridas más profundas se encuentra en las ciudades. Lugares que también nos condenan a nosotros mismos como especie. Bien conocidos son los daños que la urbe genera en nuestra salud. Con asombro observamos la aparición de insospechadas dolencias relacionados con ese deseado alejamiento de la naturaleza. El “Síndrome de tristeza urbana” o el “Trastorno por déficit de naturaleza”, son algunos destacados ejemplos.
Parece claro que urge cambiar las ciudades. Ese deberá ser forzosamente el objetivo en el siglo XXI, por el bien de nuestra especie y, especialmente, por el resto de vida que nos acompaña.
Sin duda, lo primero que debemos es ser más conscientes de la limitación de los recursos naturales, debe existir un cambio radical en nuestras sociedades consumistas. Y, mientras tanto, podemos apoyarnos en esa misma naturaleza a la que llevamos siglos despreciando. Incrementar el número de árboles en las calles y aumentar la superficie de zonas verdes pueden ser buenas medidas, aunque insuficientes. Debemos ir un poco más allá si queremos de verdad arreglar las cosas.
Toda ciudad dispone en mayor o menor medida de terrenos abandonados, muchos marginados; aquellos denominados baldíos por considerarse carentes de valor. Lugares sin nombre, sin usos, sin ser vistos a pesar de su situación privilegiada. En ocasiones, serán pequeños retales de unos pocos metros; otras, inexplicablemente grandes superficies. En definitiva, terrenos olvidados por las administraciones y los ciudadanos. Muchos se encuentran en las áreas perimetrales de la ciudad. Otros se reparten de forma aleatoria por las arterias hasta llegar al propio corazón de la misma urbe. Se trata de los que Gilles Clement denomina “el tercer paisaje”. O, como mencionan acertadamente Krasny y Tidball (1), «lugares rotos». Espacios quizá a la espera de algún cambio normativo, tal vez a un nuevo propietario más ambicioso o a un giro en la nueva política metropolitana. Acciones que permitirán de una u otra manera su definitiva inclusión en la urdimbre urbana.
Pero todos estos rincones destacan por la presencia de una abundante y desbocada naturaleza espontánea. Sorprende descubrir que son lugares con el doble de fitodiversidad si se compara con cualquier zona verde (2). Y a ello habría que añadir todos los pequeños animalillos que son capaces de atraer. Sea como fuere, se trata de paisajes incomprendidos donde lentamente surge una incipiente naturaleza. Tan solo hace falta tiempo, cuanto más mejor, y poco a poco se irá consolidando una humilde vegetación que será el germen del bosque perdido. Zonas capaces de soportar infinitas agresiones que obligan a esta flora a reiniciar su sucesión vegetal, una y otra vez. Y, sin embargo, de estas hierbas heroicas no sabemos ni tan siquiera sus nombres.
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