La Historia
Enviado por fabrici99 • 7 de Abril de 2013 • 2.353 Palabras (10 Páginas) • 226 Visitas
Schahrazada dijo:
“Una noche entre las noches, el califa Harun Al-Rachid dijo a Giafar Al-Barmaki: “Quiero que recorramos
la ciudad, para enterarnos de lo que hacen los gobernadores y walíes. Estay resuelto a destituir a
aquellos de quienes me den quejas,” Y Giafar respondió: “Escucho y obedezco.”
Y el califa, y Giafar, y Massrur el porta-alfanje salieron disfrazados por las calles de Bagdad; y he aquí
que en una calleja vieron a un anciano decrépito que a la cabeza llevaba una canasta y una red de pescar, y
en la mano un palo y andaba pausadamente, canturreando estas estrofas:
Me dijeron: “¡por tu ciencia, ¡oh sabio! eres entre los humanos como la luna en la noche!”
Yo les contesté: “¡Os ruego, que no habléis de ese modo! ¡No hay más ciencia que la del Destino!”
¡Porque, yo, con toda mi ciencia, mis manuscritos, mis libros y mi tintero, no puedo desviar la fuerza del
Destino ni un solo día! ¡Y los que apostasen por mí, perderían su apuesta!
¡Nada, en efecto, hay más desolador que el pobre, el estado del pobre y el pan y la vida del pobre!
¡En verano, se te agotan las fuerzas! ¡En invierno, no dispone de abrigo!
¡Si se para, le acosarán los perros para que se aleje! ¡Cuán mísero es! ¡Ved cómo para él son todas las
ofensas y todas las burlas!. ¿Quién es más desdichado?
Y si no clama ante los hombres, si no a su miseria, ¿quién le compadecerá?
¡Oh! Si tal es la vida del pobre, ¿no ha de preferir la tumba?
Al oír estos versos tan tristes, el califa dijo a Giafar: “Los versos y el aspecto de este pobre hombre indican
una gran miseria.” Después se aproximó al viejo, y le dijo: “¡Oh jeique! ¿cuál es tu oficio?” Y él respondió:
“¡Oh señor mío! Soy pescador. ¡Y muy pobre! ¡Y con familia! Y desde el mediodía estoy fuera de
casa trabajando, y ¡Alah no me concedió aún el pan que ha de alimentar a mis hijos! Estoy, pues, cansado
de mi persona y de la vida, y no anhelo más que morir.” Entonces el califa le dijo: “¿Quieres venir con nosotros
hasta el río, y echar la red en mi nombre, para ver qué tal suerte tengo? Lo que saques del agua te lo
compraré y te daré por ello cien dinares.” Y el viejo se regocijó al oirle, y contestó; “¡Acepto cuanto acabas
de ofrecerme y lo pongo sobre mi cabeza!”
Y el pescador volvió con ellos hacia el Tigris, y arrojando la red, quedó en acecho; después tiró de la
cuerda de la red, y la red salió. Y el viejo pescador encontró en la red un cajón que estaba cerrado y que pesaba
mucho. Intentó levantarlo el califa y lo encontró también muy pesado. Pero se apresuró a entregar los
cien dinares al pescador, que se alejó muy contento.
Entonces Giafar y Massrur cargaron con el cajón y lo llevaron al palacio. Y el califa dispuso que se encendiesen
las antorchas, y Giafar y Massrur se abalanzaron sobre el cajón y lo rompieron. Y dentro de él
hallaron una enorme banasta de hojas de palmera cosidas con lana roja. Cortaron el cosido, y en la banasta
había un tapiz; apartaron el tapiz y encontraron debajo un gran velo blanco de mujer; levantaron el velo y
apareció, blanca como la plata virgen, una joven muerta y despedazada.
Ante aquel espectáculo, las lágrimas corrieron por las mejillas del califa, y después, muy enfurecido, encarándose
con Giafar, exclamó: ¡Oh perro visir! ¡Ya ves cómo, durante mi reinado, se asesina a las gentes y
se arroja a las víctimas al agua! ¡Y su sangre caerá sobre mí el día del juicio, y pesará eternamente en mi
conciencia! Pero ¡por Alah! que he de usar de represalias con el asesino, y no descansaré hasta que lo mate.
En cuanto a ti, ¡juro por la verdad de mi descendencia directa de los califas Bani-Abbas, que si no me presentas
al matador de esta mujer, a la que quiero vengar mandaré que te crucifiquen a la puerta de mi palacio,
en compañía de cuarenta de tus primos los Baramka!” Y el califa estaba lleno de cólera, y Giafar dijo:
“Concédeme para ello no más que un plazo de tres días.” Y el califa respondió: “Te lo otorgo.”
Entonces Giafar salió del palacio, muy afligido, y anduvo por la ciudad, pensando: “¿Cómo voy a saber
quién. ha matado a esa joven, ni dónde he de buscarlo para presentárselo al califa? Si le llevase a otro para
que pereciese en vez del asesino, esta mala acción pesaría sobre mi conciencia. Por lo tanto, no sé qué hacer.”
Y Giafar llegó a su casa, y allí estuvo desesperado los tres días del plazo. Y al cuarto día el califa le
mandó llamar. Y cuando se presentó entre sus manos, el califa le dijo: “¿Dónde está el asesino de la joven?”
Giafar respondió: “No poseo la ciencia de adivinar lo invisible y lo oculto, para que pueda conocer
en medio de una gran ciudad al asesino.” Entonces el califa se enfureció mucho, y ordenó que crucificasen
a Giafar a la puerta de palacio, encargando a los pregoneros quedo anunciasen por la ciudad y sus alrededores
de esta manera:
“Quien desee asistir a la crucifixión de Giafar Al-Barmaki, visir del califato, y a la de cuarenta Baramka,
parientes suyos, vengan a la puerta de palacio para presenciarlo.”
Y todos los habitantes de Bagdad afluían por las calles para presenciar la crucifixión de Giafar y sus primos,
sin que nadie supiese la causa; y todo el mundo se condolía y se lamentaba de aquel castigo; pues el
visir y los Baramka eran muy apreciados por su generosidad y sus buenas obras.
Cuando se hubo levantado el patíbulo, llevaron al pie de él a los sentenciados y se aguardó la venia del
califa para la ejecución. De pronto, mientras lloraba la gente, un apuesto y bien portado joven hendió con
rapidez la muchedumbre, y llegando entre las manos de Giafar, le dijo: “¡Que te liberten, oh dueño y señor
de los señores más altos, asilo de los menesterosos! Yo fui quien asesinó a la.joven despedazada y la metí
en la caja que pescasteis en el Tigris. ¡Mátame, pues, en cambio, y usa las represalias conmigo!»
Cuando escuchó Giafar las palabras del joven, se alegró por sí propio, pero compadecióse del mancebo.
Y hubo de pedirle explicaciones más detalladas; pero de súbito un anciano venerable separó a la gente, se
acercó muy de prisa a Giafar y, al joven, les saludó; y les dijo: ¡Oh visir! no hagas caso de las palabras de
este mozo, pues yo soy el único asesino de la joven, y en mí solo tienes que vengarla.”
...