La Necesidad Que Tiene El Hombre De Creer En Dios
Enviado por Eumarparra • 10 de Mayo de 2015 • 7.223 Palabras (29 Páginas) • 317 Visitas
El temor puede ser saludable, hay un temor propio y otro impropio. El temor puede hacer que la persona proceda con la debida cautela frente al peligro evitando la calamidad; o puede ser mórbido al acabar con la esperanza, lo que debilita la resistencia emocional y puede llegar al extremo de ocasionar la muerte. El temor de Dios es saludable; consiste en un sentimiento de profunda reverencia hacia al creador, y es un temor sano de desagradarle por el aprecio que se tiene a su amor leal y bondad, debido también al reconocimiento de que es el Juez Supremo y el Todopoderoso, Aquel que puede castigar o destruir a los que lo desobedecen.
Por lo cual para M. Gallart (1981.Pág. 378) el temor del Señor no se trata de un sentimiento que aturde y agobia, que provoca rigidez mental o pequeñez de espíritu, anulando la voluntad. El temor del Señor nace más bien de la mirada clara que lleva a descubrir que solo el Señor es digno del servicio del hombre; sus palabras, las únicas a las que se puede hacer caso; sus caminos, los únicos que vale la pena seguir; su ley, la única que merece sumisión.
Al mismo tiempo, el Señor es el único ante el cual puede humillarse el hombre Él es el único Señor Verdadero, como lo ha demostrado son su inalterable y continua fidelidad a la confianza de los hombres han puesto en el. Solamente de él, y de nadie más, se puede decir que es clemente y misericordioso, perdona el pecado y salva del peligro. Sin embrago, el temor del Señor es el único camino por el que el hombre llega a ser libre y a liberarse por completo.
Es por ello que la palabra de Dios, es decir la Biblia nos dice: El principio de la sabiduría es el temor a Jehová, así lo escribió el Rey Salomón en su Proverbio 1:7; hecho que en la antigüedad se cumpliera a cabalidad, la gente realmente temía a ese ser supremo que vigilaba y regia sus vidas, por la cual cumplían todos sus preceptos, y ese era su mayor refugio a la hora de resolver situaciones complejas o buscar respuestas que para su razonamiento lógico y humano no eran concebidas o entendibles.
Así mismo las sociedades su organizaban y comportaban bajo ese temor de que debían hacer correctamente las cosas porque si no serían juzgados por Dios; poniéndolo siempre como el ser más importante por encima de todo y de todos, era en el quien se refugiaban y tomaban como su escudo, inclusos en muchas guerras y batallas entre pueblos y naciones buscan su dirección y su guía.
Con el paso del tiempo las naciones fueron evolucionando y creciendo, se esparcieron por todo el mundo culturas diferentes a las de las santas escrituras y las personas se fueron poco a poco olvidando de ese temor a Dios o de su existencia, es decir perdieron la fe en ese ser supremo que les puede salvar o ayudar a resolver sus problemas.
En la actualidad el mundo está globalizado, la ciencia se contrapone a lo espiritual y lo filosófico alegando que si no se puede comprobar no existen; esto unido además a la perdida de sentido de la humanidad, a la falta de buenos valores y a la crisis económica mundial que genera múltiples consecuencias, siendo una de ellas que los individuos se olviden de su espiritualidad para ocuparse de sus problemas materiales, dejando en último lugar en este caso a Dios.
Mas sin embargo aunque la mayoría de las personas no tienen ese temor si sienten una gran necesidad de tener a Dios en sus vidas, de un modo u otro buscan dar razón a su existencia en el Universo; todo ello debido a que el ser humano tiene un vacío en su corazón con una forma muy específica e inigualable. Esta forma corresponde a la del Dios terno, Creador de todo cuanto existe y también del ser humano. Ese vacío, por tanto, no puede ser llenado con nada más que no sea Dios verdadero. La sed de Dios, el impulso religioso, la necesidad de creer resurge, por mucho que se intente aplastar o eliminar, y es además inmanente al ser humano desde siempre.
Por ello es que lo religioso en el hombre tienen connotación universal, independiente del grado de desarrollo de las culturas, prehistóricas, históricas o contemporáneas. Incluso sistemas de creencias que hoy están obsoletos y catalogados como mitologías, como es el caso de la cultura griega, reflejan una necesidad de trascendencia. Ciertamente un sendero equivocado por donde caminaba su espiritualidad, pero que indudablemente iba en busca de lo divino.
La necesidad de Dios, ese sentimiento incompleto, se puede experimentar de muchas formas, pero las de mayor ocurrencia en el ser humano contemporáneo pueden ser resumidas en dos. La primera de ellas es directa y corresponde a la sed de Dios en el alma del individuo, como se expresa magistralmente en muchos salmos, mientras que la segunda es indirecta, más sutil, y se relaciona con el vacío de la vida, el vacío existencial que experimenta el hombre separado de Dios. En el hombre primitivo en cambio, el cual pudo haberse separado de la cultura original, experimentando una involución en su civilización, como ha ocurrido varias veces en la historia, esa necesidad de Dios se presenta más bien de manera instintiva.
DESARROLLO
El hombre y su realidad radical
El hecho de existir de fine y determina, para cada ser humano, la más profunda y radical explicación de lo real “Yo soy la realidad”; valga decir, mi propia existencia me es la instancia más inmediata y más concreta de lo real. Mi existencia se me presenta como lo que inmediatamente, se constituye en substrato o fundamento del orden extremo que reconozco como objetivamente existente.
La radicalidad de la propia existencia como explicación de lo real se muestra a partir de la propia reflexión sobre ella, realizada en la base de la misma de la experiencia vital. Para cada cual es válido preguntarse ¿Antes de mí, antes de mi nacimiento, antes de mi conciencia, que sentido como realidad para mi tenía el mundo objetivo? ¿Qué valor para mi tendrían todos los entes que han estado, están y surgen constantemente en el horizonte de mi conocimiento, si yo no existiese? Evidentemente, desde esa perspectiva de mi conciencia, hechos, entes, valores, nada existe en tanto yo no sea. Claro que a posteriori reconozco que tienen existencia objetiva, esto es, sin mí; pero ella no tiene ninguna importancia si yo no existo.
De manera que mi existencia es la condición de posibilidad del conocimiento que tengo de esas realidades objetivamente presentes. Pero ese conocimiento mío es el asiento único de la verdad subjetiva, que es la referencia o fundamento para mí de la verdad objetiva del mundo que me rodea, y por lo tanto de su existencia para mí que es, en definitiva, lo que me importa.
(Pag. 16) El conocimiento de esta interioridad se realiza gradualmente,
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