La búsqueda De Alfonso Lara Castilla
Enviado por alexynata • 30 de Mayo de 2011 • 8.906 Palabras (36 Páginas) • 3.664 Visitas
LA BUSQUEDA Alfonso Lara Castilla
Entre las tormentas y los vientos, se encuentra la montaña, símbolo desafiante de la vida. Llena de belleza y de contrastes, imponente y digna, nos induce a la decisión, al riesgo, a la acción. Al pie de esa montaña se encuentra el valle; tranquilo, seguro, sin inquietudes. La naturaleza domina en el valle y en la montaña. Y con vigor y energía nos invita al reto, al crecimiento, a la realización: a una mayor afirmación de cada uno de nosotros con su propia existencia. Cierto día, un granjero, conocedor de los secretos de la vida, caminaba por el valle, al pie de la imponente montaña. De repente, se detuvo admirado. Iba a tropezar con un huevo. Lo levantó con cautela, lo observó y se dijo: "¡El huevo de un águila! Aún caliente" Y se apresuró a ponerlo a salvo. Las aves de corral lo recibieron con alegría. Gritaban: ¡Algo nuevo! ¡Algo nuevo! ¡Es mío!...y se peleaban por empollarlo. Una mañana, al salir el Sol, nació un lindo aguilucho, con todas las facultades y características para realizarse: para ser feliz. Y... con el tiempo creció. Conforme a su naturaleza, se fue convirtiendo en una preciosa águila. Recibió atención y protección. Aparentemente nada le faltaba. El Águila se adaptó: pensaba, comía, se acurrucaba y dormía a la misma hora que todas sus compañeras. No conocía más allá de los huecos y puertas del corral. ¡Solo el corral! A veces, algo la inquietaba: el lugar era muy chico, monótono y aburrido. Sentía una profunda soledad; sus alas estaban sucias y entumecidas. Un día, comenzó a no estar de acuerdo con el espíritu y actitud de las aves de corral.
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y... comenzaron los problemas. Por el suelo se encontraban plumas sueltas: las aves estaban desplumándose. El Granjero desde hacía tiempo las observaba. Y llegó el momento en que decidió sacar al Águila del corral. Con deseo de ayudarla, la tomó entre sus manos y le dijo: ¡Tú eres un águila! Naciste con características propias que dan valor a tu ser. Tú, Águila, no permitas que te absorba el ambiente. A ti la naturaleza te ha concedido facultades que te permiten volar en las alturas. ¡Ser única! Ver más allá del valle y afrontar con decisión y agresividad las adversidades de la vida. ¡Sal de tu situación! ¡Remonta tu vuelo! ¡Has nacido para ser libre! El Águila escuchaba en silencia y sorprendida. Miró y sonrió al Granjero. Bajó la cabeza, volvió al corral y buscó su comida. Esa noche, despertó. Era como si todo hubiera sido un sueño. Empezaron a surgir dentro de ella fuertes inquietudes: "¿Quién soy? ¿Cuál es mi realidad?" y otras, cada vez más profundas. Así permaneció durante largo tiempo. Por vez primera, se consideró distinta a las aves de corral. Reconoció que hasta ese momento había vivido en estado de esclavitud. Sintió una tremenda fuerza en el pecho, en las alas, en la cabeza. Y se dio valor para preguntarse: "¿Cómo pude perder mi libertad?" En ese momento, apareció en su mente una cadena grande y pesada, como un grillete, que la sujetaba al corral. Comenzó a entender la razón de su esclavitud. A reconocer cómo había llegado a esas horas de pasividad, de adaptación; cómo había cambiado sus oportunidades y sus valores por la seguridad; cómo llegó al servilismo y a su actitud de dependencia; cómo eludió responderse así misma, afrontar la vida y comprometerse. Sintió dentro de sí... ¡más pesada su esclavitud que la libertad! Su rostro reflejaba desesperación y angustia. Y se decía: "¿Por qué esperar? Debo empezar a decidir y a actuar por mí misma, a dar mayor valor a mi existencia."
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Conforme reflexionaba y comprendía su situación, sintió la necesidad de ¡comprometerse a vivir! Al decidirlo, experimentó la sensación de que volvía a nacer; era como empezar a descubrirse. Cambió su expresión; esta vez reflejaba esperanza, entusiasmo y alegría. Entendió que éste era su momento. La oportunidad de salir de su situación. Aceptó que todavía le faltaba valor para actuar. Escuchó a su voz interior, que le gritaba fuertemente: "¡Águila, inténtalo! ¡Águila, inténtalo! ¡Sal a la búsqueda!" al amanecer, se decía a sí misma: "¡Por favor, inténtalo!" adquirió valor, y decidió intentarlo. Cuando el Granjero volvió, se encontró con otra águila diferente; obsesionado por el deseo de que el Águila se realizara, la sacó del corral; la tomó nuevamente entre sus manos, esta vez con energía, le puso la cara frente al Sol, y le gritó: -¡Águila, tú eres única! ¡Sé digna! Entiende tu naturaleza. No te conformes con ser ave de corral, cumple con tu destino, desarróllate. Alcanza las alturas. Comprométete y ... ¡realízate! y... el Águila lloró. Comprendió su naturaleza, su espíritu de libertad: lo que era capaz de hacer de sí, mezcladas, su voz interior y las palabras del Granjero, sinceras y profundas, que la invitaban a salir de su situación. ¡Entendió su compromiso! Majestuosa y digna, levantó la cabeza, sacudió su bello plumaje y emprendió su vuelo lentamente hacia las alturas.
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¡Inició su búsqueda!
Al principio, voló a poca altura, en círculos. Sentía que sus a alas estaban tiesas, sin experiencia. Le dolía dejar atrás a su Granjero y a aquellas aves de buena fe. En esos momentos temblaba de emoción y de gozo. Conforme pasaba el tiempo, volaba cada vez más alto. Sus ojos estaban ávidos de lo desconocido. Temía lo que iba a encontrar allá arriba. Al subir, le embriagó la altura, la velocidad: ¡la libertad! Era tal su emoción, que los vientos, las corrientes y las tormentas de la vida la zarandearon y dirigieron a otros lugares, casi sin darse cuenta. No podía controlarse, como que todo escapaba del dominio de su voluntad y... se dejó llevar. Voló sin rumbo, durante todo el día y toda la noche. Se sentía agotada, cuando se dio cuenta de que volaba sobre un lago tranquilo. Allí, se encontró con dos barcos. Decidió posar sobre uno de ellos. Escuchó cómo dialogaban: -¿A dónde vas? -No lo sé. -¿De dónde vienes? -No lo sé. -¿En donde estás? -No lo sé. -¿Sabes quién te guía y cuál es tu destino? -No lo sé. Pero ¿Por qué preguntas tanto? -le contestó molesto; y afirmó: -¿Acaso no te han dicho que las corrientes y los vientos son los que guían nuestro destino? y... siguió indolente su camino. Al escuchar esto, el Águila sintió un estremecimiento: comprendió que inconscientemente ella también se había dejado manipular por la situación y por los dictados de los vientos y las corrientes. Había dejado de utilizar sus facultades de dirigir y controlar su destino.
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Le preocupó su
...