La comunicación de las emociones, de ética y de conducta

Para empezar, es importante dejar claro el hecho de qué son las emociones en sí mismas y para que nos sirven como seres humanos, o sea, cuál es su función.

Estas son básicamente potenciales tanto de acción con el exterior, como de interactuación e introyección con nosotros mismos, con el fin último de la adaptación dual a situaciones de nuestro interior y por supuesto a situaciones exteriores ajenas a nosotros.

Es ciertamente increíble el poder que dichas emociones tienen sobre nosotros, condicionando prácticamente por completo nuestra forma de actuar en los distintos momentos, así como nuestra forma de sentirnos con nosotros mismos y proyectarnos al exterior.

Dicho esto, atañar sin más dilación el tema de la ética. La ética por definición es el estudio de lo moral, el deber y la virtud de las personas, pero aquí le daré un trato casi únicamente de moral en el sentido de los límites y pensamientos que una persona posee a la hora de actuar.

Como se puede ver, de nuevo recalamos en la forma de actuar, hecho el cual también nos había asaltado en el tema de las emociones. Ambas ejercen una fuerza prácticamente total sobre la manera de actuar de las personas, lo cual les hace estar íntimamente ligadas entre ellas creando un triunvirato formado por emociones, ética y conducta.

Es en este punto donde encaja perfectamente la pregunta planteada de ¿Por qué, entre las numerosas razones que condicionan la conducta, las razones éticas importan tan poco?

Esto, probablemente sea por que en la sociedad que tenemos hoy en día, nos entrena desde que somos bien pequeños, tanto por parte de muchos padres, como de la televisión (muy brutalmente influyente en las mentes de los niños), y como de los colegios puesto que obvian una buena enseñanza ética,

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