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“La esperanza es el sueño del hombre despierto” – Aristóteles.


Enviado por   •  1 de Diciembre de 2016  •  Ensayo  •  587 Palabras (3 Páginas)  •  1.163 Visitas

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“La esperanza es el sueño del hombre despierto” – Aristóteles

Esperanza. Sueños. Libertad.

Tres palabras que tienen el poder de no decir nada y decir todo. Cada uno, las interpretará de una manera diferente. Un hombre europeo sueña con poder viajar o tener un buen coche. Pero un hombre que arriesga su vida en las vallas de Ceuta, sueña con Europa, con una vida mejor, con ser libre. Escapar de la pobreza y el hambre de su pueblo, de las mafias que los controlan y de las guerras de sus países es lo que mueve a estas personas a dejar su hogar y su familia, a pesar de que están arriesgando su vida. A pesar, de poder cortarse en esa valla o no llegar a tierra en esa patera. Miles de personas se quedan en el Mediterráneo. Miles de nombres sin identificar, miles de familias, miles de historias, miles de sueños ahogados en el mar en el que veraneamos el año pasado.

Y ahí estamos nosotros, los que vivimos en Europa, que con indiferencia vemos las noticias y escuchamos todos estos casos de inmigración, pero seguimos con la rutina. Seguimos creyéndonos superiores por haber nacido aquí, por tener esos privilegios innatos, por los cuales arriesgan su vida otros. Y aún así, no nos paramos a pensar ni un solo minuto qué hay en el fondo.

He ahí las diferencias de eses mundos en los que hoy dividimos la Tierra: primer mundo y tercer mundo. El primero se rige por la razón, el saber, el imponer, el exigir, la competencia. El segundo por las “razones del corazón que la razón no entiende”, por el sentir, por el proponer, por el entregarlo todo y sobre todo, por la colaboración. Son contrarios que con el esfuerzo de todos llegarían a ser complementarios. Todos seríamos complementarios de todos. Nadie mejor que nadie. Y para eso, solo necesitamos: palabras. Como bien dijo Ana María Matute: “La palabra es lo que nos salva”, es el arma más poderosa del ser humano para acercarnos unos a otros. Ya lo había dicho hace muchos siglos atrás Sócrates en su Mayéutica, debemos dialogar para tener un objetivo común: un mundo mejor y justo, que no condene a nadie por cualquiera razón, como vivir en el tercer mundo. Poniendo la vista en los demás y ayudando, lo lograremos. Así que, gritemos todos juntos el lema de los Mosqueteros: “¡Uno para todos, todos para uno!”. Unidad en la diversidad.

Y ahora bien, esto podría continuar en enumerar las cosas que podría hacer la Unión Europea, el Gobierno o incluso, nosotros como individuos, para cambiar esta situación. Pero no me creo con el derecho de hacerlo, ¡qué ingenua sería si lo hiciese! Porque mientras escribo esto, tengo un Mac delante, un móvil, un vaso de agua y chocolate al lado. Hace nada, soñaba con poder estar en las Maldivas mientras me perdía en ese libro que todos los veranos leo. Y aunque esto me sirva para darme de cuenta de lo afortunada que soy y de que hay gente que muere por menos, a los cinco minutos se me olvidará. Así que, ¿quién soy yo para opinar de algo así? ¿Quiénes somos todos nosotros para opinar e intentar empatizar con esas personas, para luego olvidarnos de todo eso y soñar en viajar o tener un buen coche?

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