La evaluación de las artes
Enviado por adolfoangel91 • 29 de Septiembre de 2012 • Trabajo • 2.213 Palabras (9 Páginas) • 453 Visitas
UNIVERSIDAD AUTONOMA DE NUEVO LEON
Facultad de Contaduría Pública y Administración
Nombre completo: ARELIS DONAJI FLORES SAENZ
Licenciatura: LIC. EN TECNOLOGIAS DE LA INFORMACION
Número de matrícula: 1490796
Maestro: Odvidio Reyna
Gpo: 32
Materia: Apreciación de las artes
El hermoso edificio del Museo Regional de Historia de Nuevo León, El Obispado, está situado sobre la loma de Chepe Vera, en la calle Rafael José Verger de la colonia Obispado de la ciudad de Monterrey, capital del estado de Nuevo León. La edificación fue denominada originalmente Palacio de Nuestra Señora de Guadalupe, pero con el transcurso del tiempo se le conocería como el Palacio del Obispado de Monterrey.
Es el edificio más antiguo de la población regiomontana, en él se expresa la importancia que la ciudad alcanzó hacia finales del Virreinato, al constituirse como la capital económica del noreste de México.
El obispado del Nuevo Reino de León fue creado el 15 de diciembre de 1777, mediante la bula Relata Semper expedida, por el papa Pío VI a petición del rey Carlos III. Posteriormente por Real Cédula de 10 de noviembre de 1792, se designó como cabecera de la diócesis a la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey. Su primer obispo, Fray Antonio de Jesús Sacedón, decretó la erección del nuevo obispado y los estatutos de la catedral de Linares, pero falleció a los pocos días de llegar a la ciudad.
A su muerte, se nombró como segundo obispo al doctor fray Rafael José Verger, originario de la Villa Sancti-Angi, en Mallorca, España. El nuevo prelado llegó a Mon terrey el 20 de diciembre de 1783. Cuatro años después, el 2 de junio de 1787, obtuvo del ayuntamiento la donación de la Loma de Chepe Vera con el fin de construir el palacio del obispado. Entonces comenzó la construcción del Palacio de Nuestra Señora de Guadalupe.
En su edificación se utilizaron básicamente sillares (blo ques) muy grandes de extraordinaria calidad, procedentes de la misma loma. En tres años se terminó el obraje, con excepción de la cúpula que se concluyó en 1797, sin que fray José Verger, la pudiera ver concluida, ya que falleció el 5 de julio de 1790.
Se ignora quién diseñó la obra, pero es posible que haya sido el propio Verger y que José Moriño Sotelo fuera el responsable de coordinar los trabajos que probablemente fueron realizados por canteros, talladores y otros magníficos artífices de origen tlaxcalteca, debido que formaban parte de la población refugiada en la ciudad, como consecuencia de la gran crisis de 1785.
El Obispado es un conjunto arquitectónico de dos plantas cimentado sobre la cantera de la loma, característica que hizo necesaria la realización de obras de nivelación. Su estilo corresponde a la concepción arquitectónica de algunos edificios barrocos europeos.
Sus fachadas son de aplanado, con muros de sillar de 1.20 metros de ancho. El entrepiso es de terrado y viguería. La fachada frontal está integrada por dos cuerpos, el primero se delimita en la parte superior por un entablamiento; dentro de esta sección se encuentra una parte central con la puerta de entrada rematada por un arco de estilo colonial, soportado por dos haces de pi lastras. La parte de las enjutas es amplia y en ella se entrecruzan hojas, flores y frutos, en una composición asimétrica, en la que destaca un monograma con el nombre de María. En el segundo cuerpo continúan las pilastras con labrados.
En el lado noroeste del inmueble se encuentra la fachada posterior, tiene una apariencia senci lla a la que no le falta ornamentación; al centro de ésta se en cuentra la portada, compuesta en sus laterales por columnas estriadas y adosada con una más pequeña, que forma su parte central. El friso es de forma redondeada y remata con una cornisa sencilla.
El oratorio o capilla doméstica es el cuerpo más importante del edificio. En su centro se ubica el patio donde destaca el brocal del aljibe que estuvo cubierto por una bóveda sos tenida sobre dos arcos. Rodea al patio un claus tro con gruesas columnas de orden toscano, arcos elípticos y techos con vigas como en el resto de la construcción. Los muros, en general, estaban pintados con cal color rosa pálido. La capilla es de planta cuadrada, cubierta por una cúpula octagonal; en las esquinas destacan elementos empotrados formados por dos co lumnas gemelas circulares, capiteles en forma de canasta con labrados de volutas y pedesta les unidos en una de sus aristas. Está enjarrada y decorada con pintu ra de agua; en la cúpula había decorados de influencia renacentista. La puerta principal, orien tada al sureste, era pesada y tenía aldabón y herrajes de la época, y en cada una de las dos hojas hubo un postigo con rejillas.
En la secretaría destaca la escultura de piedra de santo Domingo de Guzmán y la pila bautismal, tam bién de piedra; hay diversos óleos y muebles de madera.
El Palacio del Obispado se construyó como casa de retiro de fray José Verger, quien dispuso que se edificara una capilla anexa que estuvo abierta al culto hasta 1819, fecha en que se ocupó como cuartel. El edificio sobrevivió a etapas convulsas; una de ellas, la invasión norteamericana en 1846. Fue declarado monumento colonial el 8 de diciembre de 1932, pero estuvo varios años sin uso definido, hasta que se restauró en la década de 1950 con la intención de instalar ahí el Museo Regional de Historia de Nuevo León.
Un viaje por la historia de este hermoso inmueble nos remonta a la creación del Obispado de Linares durante el virreinato, cuando Guadalajara era la sede de la Diócesis de Nueva Galicia, que incluía en su jurisdicción la zona noreste de Nueva España, que comprendía lo que ahora son los estados de Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila y Texas.
No resulta difícil imaginar que una diócesis tan extensa y lejana implicara una administración muy ardua y compleja, lo que llevó a que en 1775 se planteara a la Corona la necesidad de crear un obispado norteño. En la petición se argumentó que el crecimiento económico de la región permitiría su manutención, además de ofrecer la posibilidad de mejorar el deficiente control y la defensa del noreste novohispano, y a la vez, promover su poblamiento.
Fue así que, con el fin de resguardar militarmente el extenso territorio, en 1776 se creó la Comandancia General de las Provincias Internas. En 1777 se autorizó la fundación
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