Las Cronicas De Spiderwick
Enviado por Crisbl • 3 de Junio de 2014 • 11.105 Palabras (45 Páginas) • 579 Visitas
**Tony DiTerlizzi y Holly Black**
Traducción de Carlos Abreu
Título Original: Lucinda's Secret
Traducción: Carlos Abreu
Diseño del libro: Tony DiTerlizzi y Dan Potash
ISBN 84-672-1397-3 N.° 23853
Edición digital: Febrero 2008
Scan: Adrastea. Corrección: Mer
Para mi abuela Melvina, que me aconsejó
que escribiera un libro como éste, y a quien
le dije que nunca lo haría.
H.B.
Para Arthur Rackbam: que continúe
inspirando a otros como
me ha inspirado a mí
T.D.
ÍNDICE
CARTA DE HOLLY BLACK
CARTA DE LOS HERMANOS GRACE
MAPA DE LA ESTANCIA SPIDERWICK
CAPÍTULO UNO
DONDE MUCHAS COSAS SE VUELVEN DEL REVÉS
CAPÍTULO DOS
DONDE APARECEN MUCHOS LOCOS
CAPÍTULO TRES
DONDE SE CUENTAN HISTORIAS Y SE DESCUBRE UN ROBO
CAPÍTULO CUATRO
DONDE LOS HERMANOS GRACE BUSCAN A UN AMIGO
CAPÍTULO CINCO
DONDE HAY MUCHOS ENIGMAS Y POCAS RESPUESTAS
CAPÍTULO SEIS
DONDE JARED HACE REALIDAD LA PROFECÍA DEL PHOOKA
CAPÍTULO SIETE
DONDE JARED SE ALEGRA AL FIN DE TENER UN HERMANO GEMELO
CARTA DE HOLLY BLACK
Querido lector:
Tony y yo somos amigos desde hace años, y siempre hemos compartido cierta fascinación por la literatura fantástica. No siempre habíamos sido conscientes de la importancia de esa afinidad ni sabíamos que sería puesta a prueba.
Un día, Tony y yo —junto con varios otros autores— estábamos firmando ejemplares en una librería grande. Cuando terminamos, nos quedamos para ayudar a apilar libros y charlar, hasta que se nos acercó un dependiente y nos dijo que alguien había dejado una carta para nosotros. Cuando le pregunté exactamente a quién iba destinada, su respuesta nos sorprendió.
—A vosotros dos —señaló.
La carta aparece transcrita íntegramente en la siguiente página. Tony se pasó un buen rato contemplando la fotocopia que la acompañaba. Luego, en voz muy baja, se preguntó dónde estaría el resto del manuscrito. Escribimos una nota a toda prisa, la metimos en el sobre y le pedimos al dependiente que se la entregase a los hermanos Grace.
No mucho después alguien dejó un paquete atado con una cinta roja delante de mi puerta. Al cabo de pocos días, tres niños llamaron al timbre y me contaron esta historia.
Lo que ha ocurrido desde entonces es difícil de describir. Tony y yo nos hemos visto inmersos en un mundo en el que nunca creímos realmente. Ahora sabemos que los cuentos de hadas son algo más que relatos para niños. Nos rodea un mundo invisible, y queremos desvelarlo ante tus ojos, querido lector.
Holly Black
CARTA DE LOS HERMANOS GRACE
Queridos señora Black y señor DiTerlizzi:
Sé que un montón de gente no cree en los seres sobrenaturales, pero yo sí, y sospecho que ustedes también. Después de leer sus libros, les hablé a mis hermanos de ustedes y decidimos escribirles. Algo sabemos sobre esos seres. De hecho, sabemos bastante.
La hoja que adjunto es una fotocopia de un viejo libro que encontramos en el desván. No está muy bien hecha porque tuvimos problemas con la fotocopiadora. El libro explica cómo identificar a los seres mágicos y cómo protegerse de ellos.
¿Serían tan amables de entregarlo a su editorial?
Si pueden, por favor metan una carta en este sobre y devuélvanlo a la librería. Encontraremos el modo de enviarles el libro. El correo ordinario es demasiado peligroso.
Sólo queremos que la gente se entere de esto. Lo que nos ha pasado a nosotros podría pasarle a cualquiera.
Atentamente.
Mallory, Jared y Simon Grace.
MAPA DE LA ESTANCIA SPIDERWICK
La volvió del revés.
CAPÍTULO UNO
Donde muchas cosas se vuelven del revés
Jared Grace sacó una camisa roja, la volvió del revés y se la puso. Intentó hacer lo mismo con los pantalones téjanos, pero le fue imposible. El Cuaderno de campo del mundo fantástico, de Arthur Spiderwick, descansaba sobre su almohada, abierto por una página que trataba sobre métodos para protegerse. Jared había consultado el libro cuidadosamente, poco convencido de que fuese a resultarle muy útil. Desde aquella mañana en que los hermanos Grace habían regresado con el grifo, Dedalete había ido a por Jared. A menudo oía al trastolillo corretear dentro de la pared. Otras veces le parecía verlo con el rabillo del ojo. Casi siempre, sin embargo, Jared simplemente caía víctima de distintas bromas. Hasta ese momento, le habían cortado las pestañas, le habían llenado de lodo las zapatillas de deporte y algo había orinado sobre su almohada. Mamá había echado la culpa de esto último al gatito nuevo de Simon, pero Jared sabía que no era así.
Mallory no se mostraba demasiado comprensiva con él. «Ahora ya sabes lo que se siente», decía. El único que parecía mínimamente preocupado por él era Simon. Prácticamente no le quedaba otro remedio; si Jared no hubiese obligado a Dedalete a entregarle el anteojo fantástico, Simon seguramente habría acabado asado sobre una hoguera en el campamento de los trasgos.
Jared se ató los cordones de su zapatilla embarrada calzada sobre un calcetín vuelto del revés. Deseaba poder encontrar una forma de pedir disculpas a Dedalete. Había intentado devolverle la piedra, pero el trastolillo no la había querido. A pesar de todo, sabía que si se encontrase de nuevo en esa situación, volvería a hacer exactamente lo mismo. Sólo de pensar en aquel día en que los trasgos capturaron a Simon mientras Dedalete le hablaba tranquilamente en acertijos, Jared se enfureció tanto que por poco rompe los cordones de un tirón.
—Jared —lo llamó Mallory desde abajo—. Jared, ven un momento.
Él se levantó, se colocó la guía bajo el brazo y dio un paso hacia las escaleras. Inmediatamente se cayó de bruces y se golpeó la mano y la rodilla contra el duro suelo de madera. Por alguna razón, los cordones de Jared estaban atados entre sí.
Abajo, Mallory se hallaba en la cocina, sosteniendo un vaso de agua frente a la ventana de tal manera que la luz que lo atravesaba proyectaba un arco iris en la pared. Simon estaba sentado junto a ella. Los dos hermanos de Jared estaban como paralizados.
La luz lo atravesaba.
—¿Qué pasa? —preguntó Jared.
Se había puesto de mal humor y le dolía la rodilla. Si lo que querían era mostrarle lo bonito que se veía el estúpido vaso, rompería algo.
...