Literatura

La literatura infantil ha debido luchar alrededor de tres siglos para poder instituirse, consiguiéndolo a fines del año 1983 y principios de 1984 en el Centro de Difusión e Investigación de la Literatura Infantil y Juvenil (CEDILIJ). El objetivo de dicho centro era revisar los fines didácticos de la literatura, los textos funcionales y la escolarización de los textos; es decir que, estaba en contra de la instrumentalización, de su utilización como medio de educación, de armonización social y de transmisión de una concepción del mundo.

Los primeros escritores en conformar este centro fueron Javier Villafañe, María Elena Walsh, Laura Devetach, entre otros. Fueron ellos los que lucharon por sus ideales, por el libro, por la lectura, por la literatura; todas estas acciones arraigadas de voluntarismo. Con el paso de los años se crea un nuevo canon de autores sumados a los anteriores. Éste incluía a Graciela Montes, Graciela Cabal, Gustavo Mariño, Gustavo Roldan, Ema Wolf, etc.

Este grupo de escritores comenzó a publicar una literatura independiente de aquello relacionado con la exigencia pedagógica y renovaron la mediación entre los libros y los chicos.

El papel que llevaron a cabo bibliotecarios, maestros y padres, fue de apropiación, divulgación original y entusiasta de este movimiento.

A lo largo de toda su historia, muchas son las situaciones que ha debido sobrellevar la Literatura Infantil; una de las polémicas más importantes es la propia definición de este género: variado, transhistórico y complejo.

Para referirse a él se utilizan numerosos rótulos: literatura infantil, literatura infantil y juvenil, literatura infanto –juvenil, literatura para la infancia, libros para niños, libros para niños y jóvenes, libros infantiles, etc.

Contrario a lo expresado anteriormente, el filósofo italiano Benedetto sostiene que no se puede considerar que exista una literatura infantil ya que muchos de los libros “infantiles” no son literatura, “porque se agachan para escribir en chiquito y con palabras bonitas” , porque implícitamente transmiten mensajes pedagógicos y eluden determinados temas,. Esto genera un límite entre Pedagogía y Literatura. Muchos libros para niños fueron publicados para estar al servicio de la escuela o la enseñanza, y muchos de ellos están bien escritos pero no son literatura, porque son libros didácticos, libros de aprestamiento, libros para jugar, para lavarse los dientes.

El error de muchos adultos es pretender otorgarle un valor pedagógico a la Literatura. Sin embargo la literatura no se propone enseñar nada así cómo tampoco tiene rótulos ni adjetivaciones.

Este género estuvo por años relegado de la literatura y de las editoriales; quedó fuera de la escuela y lejos de todas las estrategias de ventas.

La escasez de libros de Literatura Infantil en nuestro país estuvo relacionada con la insuficiencia o inexistencia de espacios de investigación y crítica. Lo cierto es que un campo debe sustentarse por variadas cosas, como los estudios académicos, la formación lectora de los docentes, bibliotecarios y otros mediadores, la ética estética de los creadores y la capacidad de riesgo de los editores.

La Literatura Infantil y Juvenil no era tenida en cuenta en la carrera de Letras, a veces encontraba un lugar en la carrera de Ciencias de la Educación,

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