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Literatura


Enviado por   •  23 de Octubre de 2011  •  1.885 Palabras (8 Páginas)  •  420 Visitas

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Universidad Nacional de Asunción

Facultad de Filosofía

Carrera: Ciencias de la Comunicación. Curso: 2º - Sección: 1ª. Cátedra: Lengua y Literatura II

Estudiante: ………………………………………..………………………………..Fecha: 22/08/2011

Ejercitario Nº 5

Lee los siguientes textos, y luego realiza las propuestas (55 pts)

Texto Nº 1

Estudios sobre el amor (1941)

José Ortega y Gasset (1993-1955)

Filósofo, sociólogo, ensayista y crítico español

El amor es una fluencia, un chorro de materia anímica, un fluido que mana con continuidad como de una fuente. Amor es corazón junto a corazón: concordia. El amor es un acto centrífugo del alma que va hacia el objeto en flujo constante y lo envuelve en cálida corroboración.

Luego, el enamoramiento es un encantamiento. El enamoramiento es un fenómeno normal de la obsesión, que es un fenómeno patológico. Hay, pues, una semejanza inesperada del enamoramiento con el misticismo y, lo que es más grave aún, con el estado hipnótico.

El proceso místico es como mecanismo psicológico análogo al enamoramiento, en el cual, a fuerza de orar, meditar, dirigirse a Dios, llega Éste a cobrar ante el místico tal solidez objetiva, que permite no desaparecer nunca del campo mental. El misticismo es también un fenómeno de la atención.

El verdadero tener a Dios está en el ánimo, no en el pensar, porque cuando el pensamiento cesa, cesaría también Dios. El hombre debe estar saturado de Dios. Entonces puede volverse al mundo y ocuparse en afanes terrenales. Sus deseos, pasos y acciones no serán cosa suya. Ya no le importa lo que le acontezca, porque él está ausente de la tierra, ausente de su propio deseo o acción, inmunizado o impermeabilizado para lo sensible. Su verdadera persona ha emigrado a Dios, se ha transvasado en Dios, y queda una criatura que Dios hace funcionar.

Esta situación superlativa encuentra su pareja en la evolución del «enamoramiento». Cuando la otra persona corresponde, sobreviene un período de unión transfusiva, en que cada cual traslada al otro las raíces de su ser y vive ─piensa, desea, actúa─, no desde sí mismo, sino desde el otro. El deleite del estado de gracia, donde quiera que se presente, estriba, pues, en que uno está fuera del mundo y fuera de sí. Esto es, literalmente, lo que significa ‘ex - tasis’: estar fuera de sí y del mundo. Pero este sorprendente paralelismo entre éxtasis y amor cobra más grave cariz cuando comparamos ambas cosas con otro estado anómalo de la persona: el hipnotismo.

Es el amor un ímpetu que emerge de lo más subterráneo de nuestra persona, y al llegar al haz visible de la vida arrastra una alusión de algas del abismo interior.

Es, pues, el amor por su misma esencia, elección. Y como brota del centro personal, de la profundidad anímica, los principios selectivos que la deciden son, a la vez, las preferencias más íntimas y arcanas que forman nuestro carácter individual.

Obras completas (1933-1941) - Revista de Occidente - Madrid, 1947. Tomo V. Págs. 571-613.

Texto Nº 2

Confundir amor con deseo, un camino directo a la infelicidad

01/08/10

Por THE GUARDIAN, ESPECIAL PARA CLARIN

Un sondeo con 3.000 hombres y mujeres reveló en Gran Bretaña que uno de cada cinco adultos afirma estar “enamorado de otro que no es su pareja”. Generalmente, un/a amigo/a o colega de trabajo. “Incluso en una relación feliz –dijo un portavoz de la empresa encuestadora One Poll– es posible ansiar el afecto de otra persona”.

Eso ocurre porque el cerebro humano está preparado para imaginar lo que no es (“¿Sería más feliz con ella si fuera mi amante?”) y para hacer comparaciones (“¿Sería más fácil para convivir que mi pareja actual?”). Así se confunde amor con deseo y eso puede significar un camino directo a la infelicidad.

Las razones de este fenómeno son tres. La primera –y posiblemente más crítica– es la incomprensión sobre lo que significa estar “enamorado”. Ante esa pregunta, la mayoría describe estar enamorado como sentirse fuertemente atraído hacia otro.

En realidad, esos sentimientos no describen para nada el amor. Describen el deseo. Cuando alguien nos atrae locamente es porque sentimos (inconscientemente) que representaría una combinación genética excelente, alguien que nos permitiría producir la descendencia más fuerte y saludable.

El deseo tiene que ver con la supervivencia de nuestro ADN. No tiene que ver con la compatibilidad a largo plazo, con el “felices para siempre”.

Otra razón es que resulta difícil diferenciar entre lo que uno tiene y lo que imaginamos que podríamos tener. No es algo sorprendente.

Somos bombardeados constantemente por imágenes de cuerpos “perfectos” e historias de relaciones “idílicas” (editadas) que, en cuanto dejan de ser idílicas, pueden ser reemplazadas fácilmente por otra relación idílica.

Esas imágenes e historias, junto con el mantra publicitario de que “merecemos algo mejor”, ha llevado a muchos a creer que eso “mejor” está afuera, en algún lugar, y la cuestión es encontrarlo.

Por último, la tercera razón por la que hay insatisfacción al confundir amor con deseo es que constantemente nos recuerdan las millones de opciones entre las cuales teóricamente podemos elegir.

Nos repiten que “hay todo un mundo que nos está esperando” y que si nuestra relación actual no funciona no tenemos más que dejarla.

En vez de trabajar para que siga viva, nos preguntamos si elegimos a la persona “correcta”. Según las conclusiones de esta encuesta, la clave de la satisfacción no tiene que ver con lo que uno tiene o no tiene sino con lo que uno decide hacer con lo que ya es suyo.

Texto Nº 3 La perpetuación de la especie

Arthur Schopenhauer era un gran observador. En El amor, las mujeres y la muerte (2007), nos explica el trabajo del genio a través de las elecciones que aparentemente realizan los seres humanos. Por ejemplo, la tendencia de los hombres altos a buscar mujeres de abaja estatura; los rubios a morochas; un hombre delgado busca una mujer corpulenta, etcétera. Nos dice que buscamos en el otro todo lo que no tenemos; las mujeres bonitas están con hombres varoniles y extremadamente feos.

Schopenhauer reduce todo el factor psicológico, la individualidad, la libertad de elegir la persona con quien queremos estar a una ilusión, ilusión de la cual se vale el genio para realizar su propósito y que no es sino un instinto. Dos personas en la ida y vuelta de miradas ya manifiestan sus deseos por las características y cualidades que posee la otra persona. Esto es un análisis que

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