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Los Cinco Horribles


Enviado por   •  7 de Junio de 2014  •  363 Palabras (2 Páginas)  •  245 Visitas

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Los cinco horribles

La luz de la luna volvía más pálido al sapo, que veía sus verrugas en un espejo, y se sentía horrible.

–¡No nos haremos más guapos! –dijo una voz chillona y apareció la rata.

–Deberías respetar el corazón del sapo, roedora insensible–regañó el murciélago a la rata.

–¿No has asustado a nadie hoy, paraguas viejo? –preguntó la rata.

–¡A mí! –se quejó la araña.

–Merecido te lo tienes, ocho patas –respondió el murciélago.

En ese momento se escuchó una risa extraña.

–¡Pero qué hermosa reunión de feos y aburridos!

–La risa del visitante brotaba de la oscuridad; se acercó mirando de uno por uno a todos.

–¡Una hiena! –irrumpió la rata.

–¡La hiena debe callarse, si es que quiere ayudar! –gritó el sapo, y la hiena se puso seria.

–¿Tienen algún problema? –preguntó.

–¡No seas burlona! –explotó la rata– ¿Crees que es divertido saber que para los demás somos repugnantes?

La hiena se quedó asombrada y dijo muy seria:

–Si los otros piensan que eres feo o guapo, no importa. Lo que importa es lo que sabes hacer –sacó un instrumento y comenzó a tocar.

La rata quedó maravillada, sacó de su abrigo un ukelele y empezó a tocar. La araña comenzó a cantar. El murciélago se mojó los labios y silbó un acompañamiento.

El sapo, que no sabía cantar ni tocar, exclamó:

–¡Yo puedo hacer pasteles!

–No es una casualidad –dijo la hiena– que cuatro músicos y un pastelero se conozcan. Juntos podemos hacer algo.

–¿Deberíamos poner una pastelería con música? –dijo la araña.

–¡Claro! –contestó la hiena.

–Sólo faltan –dijo el sapo– mesas, sillas, luz. Y un horno para hacer pasteles.

–Yo me encargo –dijo la hiena– Para esta noche tendré todo aquí.

El murciélago voló por los alrededores repartiendo invitaciones.

Era más de media noche y ningún invitado aparecía. El sapo veía preocupado el reloj y los pasteles que había cocinado. La rata miraba hacia la nada y la araña se sentía amargada.

La hiena tomó el saxofón y la rata sacó el ukelele y de nuevo todos se pusieron felices.

Unos momentos después, los cincos horribles hacían un feliz alboroto. La zorra escuchó la música y corrió a la fiesta. De la misma manera, todos los animales llegaron: conejos, pollos, perros, cuervos, vacas, cerdos, lirones, gatos y ratones, y fue una noche maravillosa.

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