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Los amigos se hacen


Enviado por   •  27 de Noviembre de 2014  •  Tutorial  •  10.141 Palabras (41 Páginas)  •  141 Visitas

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I. Los amigos se hacen

En sentido ideal, amigo es quien ama por encima de toda búsqueda personal interesada o utilitarista; quien está todo disponible a acoger al otro; quien desea ofrecerse como don; quien goza de la paz que envuelve al amado como si fuese propia. El amigo siente que el otro le corresponde con idéntico amor de benevolencia: comparte con él un idéntico afecto altruista, una atención reciproca, la alegría de sentirse amado. Los amigos no conocen el amor narcisista, ni el amor solitario. Cada uno de ellos encuentra agradable vivir porque su vivir es un convivir juntos; porque cada uno se siente acogido en la intimidad del otro; porque piensa y quiere en sintonía con el otro; porque se descubre implicado en la vida del otro. Los dos son "un alma sola en dos cuerpos".

Ser amigos es un estado de enriquecimiento humano. Ofrece la posibilidad de encontrarse con el otro fuera de un contexto institucionalizado, libre de presiones socializantes, que apartan de una espontaneidad personal con la conciencia de ser acogido honradamente como se es, de ser apreciado a pesar de las propias asperezas, de saber que se encontrará siempre un rostro alegre, de sentirse partícipe de un coloquio empapado de mutua confianza, de saberse integrado en una responsabilidad compartida, de percibirse arrancado a la monotonía de las relaciones cotidianas burocráticas. Tener la conciencia de vivir en una verdadera amistad es ignorar la amargura de días aburridos; es estar inserto en una gozosa creatividad; es verse favorecido por un continuo impulso hacia la promoción personal; es estar injertado en una existencia que se abre en incesantes y hermosas experiencias de amor.

La vida de amistad está estructurada de palabras, de silencios y de actitudes. La palabra comunica e intercambia convencimientos y sentimientos interiores; los silencios dejan en el alma la certeza de una sintonía profunda. Es esencial que tanto las palabras como los silencios y las actitudes no expresen ruptura del diálogo y del encuentro, sino que favorezcan una continuidad profunda. La copresencia amistosa en el silencio ofrece la experiencia de sentirse armonizados en los mismos afectos, de saber que no hay necesidad de palabras para comunicarse, que no existe el imperativo de proclamarse amados para sentir el amor del otro, que el estar juntos proporciona la alegría de experimentarse hermanados en lo profundo. La comunión de amistad es un lenguaje que se expande por la interioridad más honda y que aflora luego espontáneamente en palabras y gestos exteriores.

Uno no puede situarse en la amistad como quiera y cuando quiera: ni siquiera puede recibirla como un don que en un determinado momento y de improviso nos llega de fuera. Se aprende a vivir en la amistad a través de una larga experiencia de amores de amistad imperfectos, sin que logremos nunca expresarla en una forma perfecta y definitiva. La amistad es un momento del crecimiento de la afectividad del yo, de su sentido comunitario, de su experiencia de relación interpersonal. No es posible vivir la amistad de un modo diferente a lo que uno es. En ella afloran loa movimientos latentes e inconscientes del yo la conHictividad propia, las propias inclinaciones egocéntricas, las aperturas altruistas conquistadas, las asperezas juveniles, las experiencias adultas logradas y todas las incesantes variaciones debidas a las propias posibilidades autocreativas.

La experiencia de la amistad tiene características diferentes no sólo como consecuencia de la fase evolutiva en que se encuentran los arrugas, sino, sobre todo, por su gran dependencia de las experiencias afectivas que ellos hayan tenido. Las primeras relaciones del recién nacido con su propia madre predeterminan ya la posibilidad (o dificultad) de entablar en un futuro relaciones amistosas. Es de fundamental importancia que el niño se encuentre afectivamente bien instalado en la familia, que se vea favorecida su comunicación con miembros de otros grupos sociales. En caso contrario, acumula el sentido del miedo infantil, debido a lo cual la situación externa no le estimula a ampliar las relaciones sociales, sino que le empuja a buscar un sistema protector. Puede ocurrir que, a causa de interpretaciones persecutoriasinculcadas en la infancia, uno no sepa entregarse a una manifestación afectiva normal. La experiencia relaciona¡ con una madre austera o severa puede inclinar al adolescente a imaginarse como peligrosa o amenazadora cualquier presencia de extraños. A la hora de secundar el amor, experimenta en seguida el temor de que la persona amante acreciente sus efusiones afectivas hasta esclavizarle, obligándole a perder su autonomía. Por este motivo aprende a frenar los impulsos y deseos de amor. Y hasta puede que adopte actitudes insociables o bruscas para no verse superado por la persona a la que quiere.

En toda persona es necesaria una progresiva maduración afectiva que la haga pasar del ansia de poseer al otro para servirse de él a una aceptación del mismo como persona en sí misma amable. Semejante madurez constituye un supuesto psicosocial que condiciona toda la actitud virtuosa de la persona, así como también la vida sobrenatural caritativa. Tarea nada fácil, puesto que la disponibilidad afectiva de amistad se lleva a cabo entre innumerables e indispensables conquistas, que han de gustarse sólo provisionalmente, ya que han de superarse luego a través de crisis que introduzcan en un orden afectivo superior. Y no siempre se sabe llegar de manera apropiada a una forma nueva de amor. Asi ocurre que en la misma edad madura pueden persistir factores fantasmales infantiles o adolescentes, que condicionan el modo actual de vivir la amistad; pueden aflorar procesos inconscientes de transferencia, los cuales obstaculizan el desarrollo normal de la afectividad. Se tiende a amar como se ha sabido y podido amar en el pasado.

La educación espiritual capacita para destruir las fantasías de la infancia y para insertar el yo en la realidad actual; favorece la acogida de un yo responsablemente nuevo, purificado de tendencias evocadoras que encierran dentro del pasado. El amigo auténtico es espiritualmente libre; sabe conocerse a sí mismo y al otro de acuerdo con la realidad; sabe estar disponible para la acogida completa del otro; sabe ofrecer un amor que engrandece al amigo.

II. Amistad de fondo sexual

En la crisis adolescente de la afectividad nace el deseo de experimentar emociones sexuales. A menudo lo que inquieta no es el amor en sentido auténtico, ni el impulso sexual verdadero, sino la supresión de un conflicto de los primeros años de vida. Pueden ser crisis afectivas engendradas por una exigencia compensadora (como exigencia de protección o de posesión dominadora), que en su mayoría originan un sentido de esclavitud

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