MANIFIESTO DEL PARTIDO COMUNISTA
Enviado por gabupa • 24 de Octubre de 2013 • 10.521 Palabras (43 Páginas) • 382 Visitas
MANIFIESTO DEL PARTIDO
COMUNISTA
Carlos Marx y Federico Engels
Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las
fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada paraacosar a
ese fantasma: el Papa y el Zar, Metternich y Guizot, los radicales
franceses y los polizontes alemanes.
¿Qué partido de oposición no ha sido motejado de comunista por sus
adversarios en el poder? ¿Qué partido de oposición, a su vez, no ha
lanzado, tanto a los representantes de la oposición más avanzados,
como a sus enemigos reaccionarios, el epíteto zahiriente de
“comunista”?
De este hecho resulta una doble enseñanza:
Que el comunismo está ya reconocido como una fuerza por todas las
potencias de Europa.
Que ya es hora de que los comunistas expongan a la faz del mundo
entero sus conceptos, sus fines y sus tendencias; que opongan a la
leyenda del fantasma del comunismo un manifiesto del propio partido.
Con este fin, comunistas de las más diversas nacionalidades se han
reunido en Londres y han redactado el siguiente Manifiesto, que será
publicado en inglés, francés, alemán, italiano, flamenco y danés.
Capítulo 1º.— Burgueses y proletarios
La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de
las luchas de clases.
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos,
maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se
enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas
veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la
transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de
las clases en pugna.
En las anteriores épocas históricas encontramos casi por todas partes
una completa diferenciación de la sociedad en diversos estamentos, una
múltiple escala gradual de condiciones sociales. En la antigua Roma
hallamos patricios, caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media,
señores feudales, vasallos, maestros, oficiales y siervos, y, además, en
casi todas estas clases todavía encontramos gradaciones especiales.
La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la
sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente
ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las
viejas formas de lucha por otras nuevas.
Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por
haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va
dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos
grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el
proletariado.
De los siervos de la Edad Media surgieron los vecinos libres de las
primeras ciudades; de este estamento urbano salieron los primeros
elementos de la burguesía.
El descubrimiento de América y la circunnavegación de África
ofrecieron a la burguesía en ascenso un nuevo campo de actividad. Los
mercados de la India y de China, la colonización de América, el
intercambio con las colonias, la multiplicación de los medios de cambio
y de las mercancías en general imprimieron al comercio, a la navegación
y a la industria un impulso hasta entonces desconocido, y aceleraron
con ello el desarrollo del elemento revolucionario de la sociedad feudal
en descomposición.
La antigua organización feudal o gremial de la industria ya no podía
satisfacer la demanda, que crecía con la apertura de nuevos mercados.
Vino a ocupar su puesto la manufactura. El estamento medio industrial
suplantó a los maestros de los gremios; la división del trabajo entre las
diferentes corporaciones desapareció ante la división del trabajo en el
seno del mismo taller.
Pero los mercados crecían sin cesar; la demanda iba siempre en
aumento. Ya no bastaba tampoco la manufactura. El vapor y la
maquinaria revolucionaron entonces la producción industrial. La gran
industria moderna sustituyó a la manufactura; el lugar del estamento
medio industrial vinieron a ocuparlo los industriales millonarios —jefes
de verdaderos ejércitos industriales—, los burgueses modernos.
La gran industria ha creado el mercado mundial, ya preparado por el
descubrimiento de América. El mercado mundial aceleró
prodigiosamente el desarrollo del comercio, de la navegación y de los
medios de transporte por tierra. Este desarrollo influyó, a su vez, en el
auge de la industria, y a medida que se iban extendiendo la industria, el
comercio, la navegación y los ferrocarriles, desarrollábase la burguesía,
multiplicando sus capitales y relegando a segundo término a todas las
clases legadas por la Edad Media.
La burguesía moderna, como vemos, es ya de por sí fruto de un largo
proceso de desarrollo, de una serie de revoluciones en el modo de
producción y de cambio.
Cada etapa de la evolución recorrida por la burguesía ha ido
acompañada del correspondiente progreso político. Estamento bajo la
dominación de los señores feudales; asociación armada y autónoma en
la comuna; en unos sitios, República urbana independiente; en otros,
tercer estado tributario de la monarquía; después, durante el período de
la manufactura, contrapeso de la nobleza en las monarquías
estamentales, absolutas y, en general, piedra angular de las grandes
monarquías, la burguesía, después del establecimiento de la gran
industria y del mercado universal, conquistó finalmente la hegemonía
exclusiva del poder político en el Estado representativo moderno. El
gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra
los negocios comunes de toda la clase burguesa.
La burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente
revolucionario.
Dondequiera que ha conquistado el poder, la burguesía ha destruido las
relaciones feudales, patriarcales, idílicas. Las abigarradas ligaduras
feudales que ataban al hombre a sus “superiores naturales” las ha
desgarrado sin piedad para no dejar subsistir otro vínculo entre los
hombres que el frío interés, el cruel “pago al contado”. Ha ahogado el
sagrado éxtasis del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el
sentimentalismo
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