MANTRAS
Enviado por ohdezapiain • 22 de Agosto de 2014 • Informe • 690 Palabras (3 Páginas) • 201 Visitas
Una mañana amanecemos con la noticia triste de la muerte de un actor famoso. Alguien que estaba viviendo una etapa oscurísima, una depresión aniquilante que lo ha llevado a decidir quitarse la vida.
Seguramente convivimos sin saberlo, con gente que está en el filo del abismo o nosotros mismos lo estamos, pero la regla dorada de la convivencia es contestar que estamos bien cuando alguien nos pregunta.
En el auto de al lado, en el metro, en la oficina o en nuestra propia casa, hay personas que sienten que se mueren de angustia cuando piensan en el futuro. Hombres y mujeres que van cargando fantasmas, sombras, dolores, heridas invisibles.
Dicen los budistas que el dolor es inevitable pero el sufrimiento opcional. Lo peor de todo es que mucha gente intenta creerlo, solo para darse frentazos contra la realidad. Es que hay estados emocionales tan intensos y difíciles de manejar, que solo queda sentirse un fracasado si no logramos levantar la cabeza por encima de los problemas. Como máquinas de auto superación.
Qué guerra tenemos con el sufrimiento. Qué terror aceptarlo, nombrarlo, asumirlo y procesarlo.
Muchas veces en consulta, cientos de veces, los pacientes se sorprenden de sus propios sentimientos. No se habían dado cuenta de lo tristes que estaban, de lo mucho que les había afectado, por ejemplo, la muerte de alguien. Hasta que algún acontecimiento menor detona lágrimas incontrolables sin explicación aparente.
Los humanos somos cajas de sorpresas. Nos extrañamos de nosotros mismos, somos miopes para ver nuestro mundo interno, elegimos consciente e inconscientemente contestar “no sé”, cuando alguien nos pregunta por qué hemos decidido una cosa u otra.
Me latió, no lo pensé, sentí que no tenía alternativa, preferí no darle importancia, si me clavo me deprimo, arriba corazones. Y los corazones a veces andan volando bajísimo, cerca del inframundo, pero nos da pena que los otros se den cuenta. O creemos que aceptándolo, nos hundiremos más.
Venimos al mundo a sentir con los otros, y quizá a ninguna otra cosa. Una vida sin emociones y sin intensidad puede ser una vida altamente eficaz y productiva y tremendamente irrelevante en términos humanos.
Robín Williams se quitó la vida a los 63 años. Jamás sabremos por qué. Quizá solo podremos imaginarnos viviendo momentos oscuros en los que sentimos que no hay salida ni salvación. En los que la soledad es tal, que dan ganas de morirse.
Quizá no deberíamos pintar una raya artificial entre los normales y los anormales. Entre los que eligen soluciones extremas como Williams, los que paulatinamente acaban con su vida como Philip Seymour Hoffman y nosotros.
A veces estamos o tenemos cerca a alguien al borde de la locura o de la muerte, pero la necesidad de vivir a la ligera o de no ver la realidad, se vuelve en nuestra contra. Con tal de pasarla más o menos bien de momento, elegimos
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