Monetarismo
Enviado por blankitaa • 28 de Noviembre de 2012 • 2.248 Palabras (9 Páginas) • 602 Visitas
Monetarismo
La primera crítica fundamental de la teoría keynesiana provino de la escuela “monetarista”, asociada en particular con Milton Friedman, Karl Brunner, Allan Meltzer y sus estudiantes y colaboradores, que se destacaron en los 1960s. Los monetaristas criticaron a la teoría keynesiana, en especial, por el descuido relativo de las variaciones de la oferta monetaria como determinante del gasto agregado de la economía, y adicionalmente por su excesivo énfasis sobre las variaciones del gasto y su fe exagerada en la utilidad de la política fisca.
Negar la efectividad de la política monetaria no constituía un dogma fundamental de los keynesianos, pero Keynes había sostenido que el estímulo monetario hubiera sido de escasa ayuda para salir de la Depresión, y algunos keynesianos dogmáticos pretendían que éste fuera un principio general en vez de una característica del período de Depresión (con tasas de interés de las obligaciones del gobierno ya demasiado bajas, y bancos poco propensos a prestar por razones no vinculadas a la escasez de reservas bancarias). Muchos estaban de acuerdo en que la política monetaria debería afectar en principio a la demanda, pero pensaban que las estimaciones econométricas – que habían hallado una escasa relación entre las tasas de interés y el gasto agregativo – implicaban que sus efectos eran débiles, y mucho menos importantes que otros instrumentos como la política fiscal. En contraste, los monetaristas comenzaban insistiendo en que la proposición clásica sobre la neutralidad del dinero debe cumplirse por lo menos a largo plazo, lo que significa que un aumento de la oferta monetaria resultaría eventualmente en un incremento equi-proporcional de los precios. Pero tal incremento de precios sobrevendría mediante un aumento del valor monetario del gasto agregativo, con lo cual los cambios en la oferta monetaria tenían que traducirse en un aumento del gasto, aunque fuera complejo desenmarañar el mecanismo exacto por medio del cual esto sucedía. Los monetaristas ofrecieron evidencia estadística propia de que las variaciones de la oferta monetaria estaban asociadas a cambios del nivel de gastos, y propusieron que existía una evidencia muy clara de que el dinero era lo que más importaba.
Acaso lo más importante fue que los monetaristas criticaron a la teoría keynesiana por su énfasis excluyente sobre las consecuencias de corto plazo de las políticas de gobierno. Tal como sucedía con gran parte del pensamiento pre-keynesiano, los monetaristas otorgaron un énfasis considerable a los efectos eventuales de las políticas, sólo cuando precios y salarios habían alcanzado sus niveles de equilibrio, sin negar que los efectos pudieran ser distintos durante el período transitorio de ajuste. Este énfasis sobre el largo plazo se basaba en el argumento de que la teoría económica proporciona respuestas más claras sobre lo que sucedería finalmente que sobre el proceso de ajuste seguido hasta llegar allí. La obsesión monetarista con el largo plazo significaba en particular que ponían énfasis sobre las eventuales consecuencias inflacionarias de un estímulo sostenido a la demanda final, y sobre la incapacidad de las políticas de administración de la demanda del gobierno de afectar el ingreso real o el empleo más allá de los efectos transitorios (a menudo impredecibles). Esto condujo al escepticismo sobre los enfoques de “puesta a punto” (fine-tuning) de la administración de la demanda, y a un énfasis acentuado en mantener una baja tasa de inflación a largo plazo. Este énfasis se incrementó en los 1970s, como consecuencia de la percepción del fracaso de las políticas de administración de la demanda para mantener un nivel elevado de empleo, acompañadas por una inflación que creció a niveles inaceptables.
Vinculado al interés monetarista sobre los efectos a largo plazo hubo un nuevo énfasis sobre el papel de las expectativas en distintas relaciones estructurales de suma importancia. Keynes había reconocido la importancia de las expectativas en distintos pasajes de la General Theory; pero globalmente su énfasis de corto plazo lo llevó a adoptar un esquema de análisis en el que las expectativas del público en todo momento del tiempo eran tomadas simplemente como dadas. En lugar de ello, los análisis monetaristas consideraron el ajuste de las expectativas a través del tiempo como uno de los aspectos en los que una economía podría moverse eventualmente a la posición de equilibrio competitivo descripto por la teoría neoclásica; los monetaristas fueron de los primeros en incorporar modelos explícitos sobre cómo se ajustan las expectativas en respuesta a la experiencia dentro del análisis macroeconómico.
Acaso la aplicación más importante de esta idea fue la predicción que hizo, en su discurso Presidencial de 1967 a la American Economic Association, de la inestabilidad de la “curva de Phillips”. La curva de Phillips era una versión más sofisticada de la noción que ya se ha visto, de que las consecuencias inflacionarias de una política dependen de la brecha entre producto real y el “potencial”, que a su vez podría inferirse a partir de la tasa de desempleo. Los estudios de datos históricos sugerían la existencia de una relación inversa sorprendentemente estable entre la tasa de desempleo y la tasa de inflación o de cambio de los salarios. Los economistas keynesianos de los 1960s la interpretaron como si fuera una relación estructural en la que se podía confiar para apreciar el impacto inflacionario de distintas políticas. Al vincular variables reales y nominales de una forma que permitía su determinación simultánea, esta noción constituyó un avance importante con respecto a los modelos simples que permitían que el gasto nominal incidiera sobre los precios pero no sobre las cantidades (el punto de vista “clásico”), o sobre las cantidades pero no sobre los precios (el modelo keynesiano básico), o las cantidades a corto plazo y los precios a largo plazo, sin precisar cómo se pasaba de uno al otro (la “síntesis neoclásica”). Fue un adelanto importante, por lo menos desde el punto de vista de la claridad conceptual, con respecto a la doctrina más simple de que la inflación debería surgir por el exceso de producto real con respecto al potencial, sin distinguir entre un mayor o menor exceso de demanda, aumentos temporarios y permanentes de la tasa de inflación, etc.
En un sentido, el uso de este modelo representaba un paso en dirección hacia lo que preconizaban los monetaristas, por cuanto el proceso de ajuste de precios ya no era ignorado – en su lugar, se reconocía que los estímulos a la demanda para aumentar el empleo siempre estarían asociados a mayor inflación (o al menos menor deflación). Pero la “curva de Phillips” también justificaba una menor preocupación por que
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