PARA UNA NUEVA DIDÁCTICA UN NUEVO PROCESO EVALUATIVO

PARA UNA NUEVA DIDÁCTICA UN NUEVO PROCESO EVALUATIVO

“El desafío que nos espera a las personas es transitar rápidamente de

un mundo en el que el hombre bailaba al son del capital, a un mundo

en el que el capital empieza a bailar al son del talento humano,

de las ideas y las organizaciones creativas”.

E. De Mulder

Los avances tecnológicos que han llevado a la humanidad, en estos últimos tiempos, a estar en permanente contacto con la información, convirtiendo a esta en el patrimonio y ya no al capitalismo, haciendo que quien posea mayor información tenga mayor poder y, por ende, mayores oportunidades de éxito. El conocimiento desde las aulas no debe ser meramente memorístico mecánico, de hecho, el aprendizaje debe generar recordación, aplicación, internalización, que le permita diseñar hipótesis, reglas, planes, proyectos; en fin, que pueda llevar a otro plano la información que ha procesado, extrapolándola, pero con nuevos sentidos bajo otros contextos y espacios.

Aprender a aprender; aprender a conocer, son competencias que llevan a los estudiantes y, en especial al nuevo profesional, a requerir de las habilidades de autonomía que le permitirán ser acertivos y eficaces con el manejo de la nueva información que se va generando día a día. Para ello, se deben retrotraer practicas pedagógicas que desarrollen las habilidades de pensamiento superior, es decir, el nuevo profesional debe estar preparado para seguir recopilando información a lo largo de su vida laboral, para poder estar así a la vanguardia de los avances y progresos que le exige la sociedad, de esta forma estaría acorde con las exigencias del mundo en que vive, siendo competente y competitivo.

Ante esta realidad, se exige un nuevo hombre adaptable, cualificado para trabajar en equipo, dispuesto aprender con rapidez, recursivo y creativo. De allí, que las aulas de clases deben estar en permanente innovación, convirtiéndose de este modo en un reto permanente el proceso pedagógico para ambos actores, donde se deben atender las competencias. Pero, para ello, también se deben generar nuevas estrategias evaluativas que generen no solo información de los avances del estudiante, sino que además sean nuevas oportunidades de aprendizaje.

Modificar los procesos evaluativos, se convierten en una necesidad. Ya no basta la “estricta” medición del ojo agudo del experto docente, sino, que se hace menester la eficaz orientación del docente tutor. Donde el estudiante se autoevalúe y coevalúe a su par, realizando procesos de metacognicion; es decir, que debe hacerse consciente de su aprendizaje y de la necesidad de ser proactivo en sus dificultades que le obstaculizan alcanzar sus metas educativas y por ende profesionales. Para llegar a este punto el estudiante debe ser consciente de la necesidad de ser honesto consigo mismo, de no pretender sacar provecho de estas actividades para ganar a toda costa el semestre, en detrimento de su propia cualificación, es allí, el porqué tantos docentes dudan de los resultados de la autoevaluación y aun mas de la coevaluación.

No se puede negar que la cultura de la trampa y el obtener ganancias con el poco esfuerzo, de manera fácil, se ha hecho una constante, lo que llena de decepción y desconfianza a los docentes. A esa lucha se debe enfrentar la educación, un buen número de los jóvenes que están en las universidades, provienen de resultados semejantes. Al ser habitual, ya no ven otro modo de enfrentarse a los retos que les plantea la educación, en especial los aportes que hace para su vida futura.

Si abordamos la coevaluación no es muy diferente, se dan proceso similares. Claro, con menor frecuencia que con la autoevaluación y la heteroevaluación. Esto no debe desanimar a los docentes para la puesta en práctica de estos paradigmas. Por el contrario, se deben adoptar estrategias que ayuden a estos estudiantes a no solo desarrollar habilidades, sino a demás, a descubrir sus talentos que mejor que lo lúdico. Sí, el hecho que esté en ambientes universitarios no quiere

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