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PASTORES DABO VOBIS


Enviado por   •  6 de Mayo de 2013  •  8.233 Palabras (33 Páginas)  •  403 Visitas

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EXHORT. APOST. "PASTORES DABO VOBIS"

(J. Esquerda Bifet)

Presentación

Un documento del magisterio es siempre la palabra del Señor "predicada" y explicada por la Iglesia en unas circunstancias concretas de aquí y de ahora. El Papa Juan Pablo II dice de la Exhort. Apost. "Pastores dabo vobis": "Es el fruto del trabajo colegial del Sínodo de los Obispos de 1990... Juntos hemos elaborado un documento, muy necesario y esperado, del Magisterio de la Iglesia, que recoge la doctrina del Concilio Vaticano II y también la reflexión sobre las experiencias de los veinticinco años transcurridos desde su clausura". El Papa dirige el documento "al corazón de todos los fieles y en particular al corazón de todos los sacerdotes" (n.4). Los Obispos durante el Sínodo, como el Papa en el presente documento, han deseado lo mejor para delinear la figura del sacerdote del tercer milenio.

"Pastores dabo vobis" es un "proyecto", un "itinerario" una tarea que hay que convertir en realidad a base de años de reflexión y de compromiso (nn. 2-3, 78-79). La línea de "caridad pastoral" es predominante y está ya indicada en el título (Jer 3,15) y en la referencia continua al Buen Pastor (Jn 10), a su "corazón" (nn.49, 82) y a sus "sentimientos" sacerdotales (Fil 2,5) . Se trata de un documento "vivencial" que invita a vivir la propia realidad de gracia en el ejercicio del ministerio (como relación personal y sintonía con Cristo y seguimiento suyo) y al servicio de los hermanos (n.24), en el contexto del Presbiterio de la Iglesia particular y en una línea de disponibilidad hacia la Iglesia universal. Como "expresión" o "signo" de Cristo y "representación sacramental" suya (n.15), el sacerdote se hace servidor de la Iglesia misterio, comunión y misión en el mundo de hoy (nn.12,16,59,73).

1. Visión de conjunto

Los títulos bíblicos de los capítulos son un verdadero "evangelio de la vocación" (n.34), que sigue aconteciendo en la Iglesia y en el mundo de hoy.

La situación actual de la sociedad (cap. I) hace recordar que el sacerdote es un hombre "tomado de entre los hombres" (Heb. 5,1). En medio de nuevas dificultades y nuevas posibilidades, el Señor sigue llamando a personas que deben ser formadas para estas circunstancias. La naturaleza y misión del sacerdote, es decir su identidad (cap. II), se presenta a partir de la consagración y misión de Cristo comunicadas al sacerdote ministro: "Me ha ungido y me ha enviado" (Lc 4,18). El sacerdote queda configurado con Cristo Sacerdote y Buen Pastor, para prolongarle en la Iglesia. La espiritualidad o vida espiritual del sacerdote (cap. III) se explica cómo vida en el Espíritu: "El Espíritu del Señor sobre mí" (Lc 4,18). Es el mismo estilo de vida del Buen Pastor y del "seguimiento evangélico" de los Doce. La pastoral vocacional (cap. IV) es un trasunto de la pedagogía usada por Jesús cuando dijo: "Venid y lo veréis" (Jn 1,39). Esta pastoral "es esencial y connatural en la pastoral de la Iglesia" (n. 34). La formación inicial de los candidatos (cap. V) es como la continuación de la labor de Jesús respecto a sus discípulos: "Instituyó doce para estuvieran con él" (Mc 3,14). Se desarrolla en cuatro niveles armónicamente relacionados: humano, espiritual, intelectual, pastoral. La formación permanente de los sacerdotes equivale a poner en práctica la recomendación de San Pablo: "Te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti" (2Tim 1,6). Es una formación que incluye un proyecto de vida sacerdotal en el Presbiterio de la Iglesia particular.

Esta línea bíblica del documento postsinodal quiere poner de relieve la presencia de Jesús en la Iglesia y en el mundo, de suerte que los llamados se sientan invitados a adoptar una actitud profundamente relacional: "El que nos ha llamado y nos ha enviado sigue junto a nosotros todos los días de nuestra vida, ya que nosotros actuamos por mandato de Cristo" (n.4).

2. Las claves de lectura indicadas en la introducción del documento

La línea bíblica y pastoral de la exhortación aparece clara desde la introducción del documento. Se trata de formar pastores según el modelo del Corazón de Cristo Buen Pastor. Se glosan algunos textos bíblicos sobre el pastor (Jer 3,15; Jn 10; Heb 13,20; 1Pe 5,2) y se relacionan con algunos textos de misión (Jn 21,15ss; Mt 28,19; Lc 22,19; 1Cor 11,24).

En un momento de profundos cambios se necesita afrontar una nueva evangelización y, consiguientemente, se necesitan nuevos evangelizadores. La Iglesia continúa siempre la obra formativa de Cristo, pero "hoy se siente llamada a revivir con un nuevo esfuerzo lo que el Maestro hizo con sus apóstoles, ya que se siente apremiada por las profundas y rápidas transformaciones de la sociedad y de las culturas de nuestro tiempo" (n.2). Al presentar el "evangelio de la vocación" (cf. n.34), la Iglesia quiere constatar "la absoluta necesidad de que la nueva evangelización tenga en los sacerdotes sus primeros nuevos evangelizadores" (n.2).

Se trata de presentar un "proyecto" o "propuesta" vocacional, un "itinerario" y "programa" formativo, que abarque toda la vida desde el despertar de la vocación (nn.2-3; cf. n.79). La figura sacerdotal delineada es clara, sin dejar espacio para las dudas, aunque siempre hay lugar para la aplicación de nuevas gracias en las nuevas situaciones. Se necesitaba "dirigir a las nuevas generaciones una nítida y valiente propuesta vocacional" (n.2) y trazar unos "programas capaces de sostener el ministerio y la vida sacerdotal" (n.3). Esta "propuesta" es "la voz de las Iglesias particulares" corroborada por el Papa y dirigida a los sacerdotes como de corazón a corazón (n.4).

3. A partir de la configuración con Cristo Sacerdote, Cabeza, Pastor, Siervo, Esposo

La persona de Jesús es el punto de referencia para comprender el sentido de la vida y del ministerio sacerdotal. La consagración y misión de Jesús hacen ver su realidad de Sacerdote y Víctima, Cabeza, Pastor, Siervo y Esposo. Todos estos títulos se van repitiendo en el documento, aunque son más numerosas las frases que hablan de "Cabeza y Pastor". En las explicaciones, prevalece el tono de "Pastor", "Siervo", "Esposo". "La referencia a Cristo es, pues, la clave absolutamente necesaria para la comprensión de las realidades sacerdotales" (n.12).

No se presenta directamente una cristología sistemática, sino la misma persona de Jesús vivida a la luz de la fe y de la contemplación: "Jesús se presenta a sí mismo como lleno del Espíritu, 'ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva'; es el Mesías, el Mesías sacerdote, profeta y rey. Es éste el rostro de Cristo en el que deben fijarse los ojos de la fe y del amor de los cristianos. Precisamente a partir de esta 'contemplación' y en relación con ella, los Padres sinodales han reflexionado sobre el problema de la formación de los sacerdotes en la situación actual" (n.11).

En el momento de discernir la figura del sacerdote de hoy, es necesario partir de la realidad de Cristo resucitado presente en la Iglesia (n.4). Es, pues, un "discernimiento evangélico" que "se fundamenta en la confianza en el amor de Jesucristo, que siempre es incansablemente se cuida de su Iglesia". Es la "fe en el amor indefectible de Cristo" (n.10) la que hace posible una lectura evangélica de los "signos de los tiempos" (n.11).

Si no se pierde de vista este punto de referencia, las exigencias evangélicas encuentran su lógica intrínseca en el contexto de la caridad del Buen Pastor: "Jesucristo, que en la cruz lleva a perfección su caridad pastoral con un total despojo exterior e interior, es el modelo y fuente de las virtudes de obediencia, castidad y pobreza, que el sacerdote está llamado a vivir como expresión de su amor pastoral por los hermanos... El sacerdote debe tener 'los mismos sentimientos' de Jesús, despojándose de su propio 'yo', para encontrar, en la caridad obediente, casta y pobre, la vida maestra de la unión con Dios y de la unidad con los hermanos (cf. Flp 2,5)" (n.30).

La "representación sacramental de Jesucristo Cabeza y Pastor" (n.15), arranca del hecho de participar en su ser o consagración, para prolongar su misma misión (Lc 1,18-19; Is 61,1-2). En quien ha recibido la imposición de manos por el sacramento del Orden, hay una acción permanente del Espíritu Santo que modela el ser, el obrar y el estilo de vida: "Nuestra fe nos revela la presencia operante del Espíritu de Cristo en nuestro ser, en nuestro actuar y en nuestro vivir" (n.33).

La referencia a Cristo, "el rostro definitivo del presbítero" (n.5), acentúa la importancia de la actitud de sintonía con sus sentimientos o amores sacerdotales. El documento postsinodal cita frecuentemente el texto de la carta a los Filipenses: "Tener entre vosotros los mismos sentimientos

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