Pediatria-maternoinfantil
Enviado por katherinnne • 17 de Mayo de 2014 • 3.694 Palabras (15 Páginas) • 305 Visitas
IÁTRICO Y SU HOSPITALIZACIÓN
El término paciente es definido de diferentes formas según la disciplina que lo enfoque, en enfermería el paciente “es el objetivo o sujeto a quien va dirigido el quehacer de la enfermera y por quien se realizan las acciones de cuidado. El paciente se ha clasificado en dos tipos según las características que presentan: “Según el grado de independencia o dependencia y según el tipo de diagnóstico médico que padezca”. Para brindar cuidado la clasificación del paciente no define la calidad de atención que debe proporcionarse, solo difiere el tipo de cuidado individualizado que debe brindarse según las necesidades que presenta el paciente, por la naturaleza de este estudio, se comprende que la edad pediátrica comprende desde el nacimiento hasta los 14 o 18 años, según los países, abarcando un variado surtido de pacientes -desde el neonato pre-término hasta el adolescente- con muy diferentes características.
En el paciente pediátrico, el niño, hay dos procesos determinantes, el crecimiento (aumento de tamaño corporal) y el desarrollo (aumento de complejidad funcional), ambos serán muy importantes en el primer año de vida el crecimiento y desarrollo hacen que el niño presente unas características propias y diferenciales en cuanto a morfología, fisiología, psicología y patología. Estas diferencias se acentúan, como se desprende de lo explicado, cuanto menor sea la edad, así serán máximas en el neonato y el lactante (especialmente en el neonato pre-término), para hacerse mínimas a partir de los 12 años. Con los conocimientos actuales, hoy podemos afirmar, la mutua determinación que existe entre los aspectos orgánicos, psíquicos y sociales del individuo, inherente a la naturaleza humana. La niñez y adolescencia, al igual que algunas otras etapas vitales, se caracteriza por una mayor vulnerabilidad somática, psicoafectiva y social, producto del propio desarrollo humano.
En el niño, aún en desarrollo, los sistemas biológicos y psíquicos no han alcanzando su madurez y por tanto son más frágiles.[4] Desde el punto de vista social el niño y adolescente se encuentran en un momento en el cual, respectivamente, deben, aprender o ejercitar las habilidades para la inserción social. Si bien son frecuentes las enfermedades en la infancia dada la mayor fragilidad psicosomática, cuando el niño puede ser mantenido en su entorno familiar, habitualmente, pone en marcha recursos adaptativos para enfrentarlas. La necesidad de internación, sea para diagnóstico o para tratamiento, es un hecho que eventualmente aumenta su vulnerabilidad. El ingreso a un piso de internación implica un corte en la vida cotidiana, entrar a un mundo desconocido, en un momento en donde el niño se siente físicamente mal y se enfrenta a procedimientos que pueden ser invasivos y causantes de dolor, no comprendiendo la mayoría de las veces la causa o necesidad de los mismos, así como de la hospitalización. Todo ello genera en el niño una experiencia estresante que unido a la facilidad natural de incorporar conocimientos y situaciones nuevas, puede generar efectos psicológicos negativos a largo plazo.
Además la mayoría de las veces los padres o las personas que cuidan al niño, frente a la angustia que les genera la enfermedad del mismo y la inminente internación no logran dar la información necesaria al niño, viviendo éste, toda la situación de manera muy pasiva. Es entonces tarea del equipo asistencial, brindar una adecuada información al niño sobre su estado y sobre la internación. Para poder establecer una real comunicación con el paciente pediátrico y brindarle la información apropiada, es preciso conocer las características del pensamiento del niño.
El proceso de desarrollo y crecimiento es un continuo que nunca se detiene, por tanto, debemos tener presente que las características del pensamiento infantil se van modificando en cada etapa evolutiva. Lo primero que tenemos que tener presente es que el niño presenta una lógica propia, que se basa en el conocimiento que tiene del mundo, de acuerdo a sus experiencias y a las características de su pensamiento. Algunas de dichas características son:
El niño mide el tiempo de manera diferente al adulto, el tiempo convencional no lo conoce, no sabe cuánto es un mes, seis meses o cinco años.[6] El tiempo lo aprendemos a medir con las experiencias vividas. Por tanto cuando al adulto le decimos, “es un mes de tratamiento”, lo entiende y se tranquiliza, en el caso del niño, le puede aumentar la ansiedad, pues no sabe cuánto tiempo es y además no lo puede relativizar como el adulto.
Durante buena parte de la infancia el niño presenta un pensamiento de tipo concreto, esto significa que el niño comprende el significado literal de las palabras y no el significado figurado de las mismas, comprende lo que conoce, observa y toca.
Es también característico el egocentrismo y el pensamiento mágico[7] a través de los cuales el niño interpreta la mayoría de los acontecimientos que le suceden o suceden a su alrededor, creyendo que son consecuencia de sus conductas y de sus sentimientos o deseos.
Además de las características del pensamiento infantil, se debe tener presente las características individuales de cada niño. Esto significa que se debe saber ante quién estamos. Poder realizar una rápida valoración de su capacidad intelectual y de las características de personalidad. Es importante evaluar las características comunicacionales, si es extrovertido o introvertido. Deberemos investigar si es un niño sometido a estrés, agudo o crónico; y cuál es su capacidad de afrontamiento. La hospitalización para el niño implica la separación de su entorno familiar y la entrada a un ambiente desconocido, con personas extrañas que tocan su cuerpo, hablan con palabras que no entiende y realizan procedimientos que en muchas ocasiones le provocan malestar y/o dolor, todo ello le genera TEMOR. En el año 1958, Gellert, decía: “Para el niño el hospital es como un país extranjero a cuyas costumbres, lenguaje y horario debe acostumbrarse”.
El propio proceso de enfermedad, el temor provocado por el medio extraño y la percepción de ansiedad en su referente vincular, hace que el niño presente regresiones.[9] La regresión es un mecanismo de defensa, una herramienta mental que utilizamos para enfrentar situaciones que nos generan un desequilibrio homeostático.
Por tanto la función de la regresión en el niño, es refugiarse en conductas de etapas anteriores y poder reacomodarse frente a las exigencias que le toca vivir y así poder enfrentarlas, por tanto la regresión es de carácter transitorio y reorganizador. Debemos diferenciar una regresión de un trastorno del desarrollo, el cual no es reorganizador,
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