Perspectivas demográficas
Enviado por Brujis1 • 24 de Febrero de 2016 • Apuntes • 1.890 Palabras (8 Páginas) • 317 Visitas
Lección 3. Perspectivas demográficas
Para tener una idea sobre los problemas y los asuntos relacionados con la población es necesario poner los hechos junto con los porqués. En otras palabras, necesitamos una perspectiva demográfica –una forma de relacionar hechos con teorías o explicaciones sobre cómo funciona el mundo en términos demográficos. Una perspectiva demográfica nos puede guiar a través de las relaciones -a veces complicadas- entre los factores de la población (tamaño, distribución, estructura de edades y crecimiento) y el resto de las cosas que ocurren en una sociedad. Con las perspectivas demográficas deberíamos ser capaces de preguntarnos sobre las causas de los cambios demográficos y sobre sus consecuencias.
En esta lección discutiremos varias teorías sobre cómo los procesos demográficos se relacionan con los procesos sociales generales. Hay otro grupo de teorías que se refieren a aspectos mucho más técnicos del funcionamiento de las poblaciones, son sobre todo teorías biomédicas y matemáticas. No son estas las que vamos a estudiar, sino otro conjunto que relaciona los procesos demográficos con los acontecimientos reales del mundo social.
Empezaremos con una breve revisión del pensamiento pre-moderno sobre la población. Muchas de esas ideas eran en realidad doctrinas, y no teorías. La diferencia fundamental es que estos primeros pensadores creen saber cómo funciona la población y cuáles son sus efectos sobre la sociedad, lo que hacen a continuación es recomendar cómo deben funcionar las cosas. Por el contrario, el pensamiento científico moderno cree que no sabemos nada a priori, primero hay que consultar la evidencia y, al hacerlo, se desarrollan explicaciones tentativas (hipótesis y después teorías) que nos ayudan a guiar nuestro pensamiento y nuestra búsqueda de comprensión (está implícito que el paso a las recomendaciones es también más complicado). En Demografía, como en todas las ciencias, las teorías sustituyeron a las doctrinas a medida que se fue disponiendo de información recogida de forma sistemática (censos y otras fuentes), permitiendo cuestionarnos viejas ideas y formular otras nuevas.
Doctrinas de población premodernas
Dice Weeks que es probable que hasta unos 2.500 años (lo que nos sitúa en el siglo V a. C.), las sociedades humanas compartiesen una misma opinión sobre la población: valoraban la reproducción como medio para reemplazar las vidas que se perdían como consecuencia de la elevada mortalidad. Cita la conocida máxima del libro del Génesis “creced y multiplicaros”, y la deificación de la capacidad reproductiva en sociedades como la Antigua Grecia, en la no había una diosa, sino varias encargadas de ayudar a los mortales a conseguir traer hijos al mundo y hacerlos crecer hasta la edad adulta. Todos podemos recordar también la estatuilla de la Venus de Willendorf. Otro antecedente remoto de esta forma de entender la población es el código de Hammurabi, donde ya había referencias a las bondades del crecimiento de la población.
Según el propio Weeks, hacia el siglo V a. C. esta valoración empieza a cambiar y aparecen las primeras huellas de la preocupación por la relación entre la población y recursos y lo hacen en dos de las áreas más desarrolladas (entonces) del Planeta, China y Grecia, y en boca de eminentes pensadores. Temporalmente, el primero es Confucio, sus seguidores transmitieron esta preocupación llegando a sugerir que el gobierno debería promover una mejor distribución de la población en el territorio, trasladando personas desde las zonas más habitadas hacia las más despobladas. Un poco después, en el año 360 a. C., Platón escribió en Las Leyes sobre la importancia de mantener una población estable para el buen gobierno de la ciudad-estado. Platón establece un número muy pequeño de ciudadanos, unos 5.000, que son los que permiten según él mantener el equilibrio entre el anonimato al que obligaría una población más abundante y la falta de posibilidades de división del trabajo o las dificultades para la defensa que supondría un número inferior de habitantes. Platón es partidario de controlar el tamaño de la población por todos los medios posibles como el retraso del matrimonio o las migraciones, pero también por medio del infanticidio. Unas conclusiones similares extrajo Aristóteles (discípulo de Platón), preocupado porque la población no creciera más allá de los medios de los que las familias dispusieran para su sustento, defendió limitar el número de nacimientos por ley y también el aborto como una solución apropiada para el control de la natalidad.
Más tarde, durante el Imperio Romano, volvieron a predominar las doctrinas pro-natalistas, porque el crecimiento de la población es necesario para compensar las vidas perdidas en las guerras y para la colonización de nuevos territorios. Durante la Edad Media europea, una combinación de estancamiento económico, fatalismo y la influencia del cristianismo vuelve a cambiar el signo de la valoración del crecimiento de la población, hacia tendencias anti-natalistas. Destaca la influencia de los escritos de San Agustín (354-430 d. C.) quien defendía la abstinencia y la virginidad como las formas de vida superiores y el camino más corto hacia la ciudad de Dios, es decir, hacia el fin del Mundo. En el mundo islámico, en el siglo XIV, uno de los mayores historiadores y filósofos árabes, Ibn Khaldun, escribía sobre los beneficios de una población creciente. Ese beneficio residía, en particular, en que el crecimiento de la población creaba la necesidad de la especialización de las ocupaciones, lo que a su vez, producía más riqueza. Según Weeks, fue la influencia del Islam la que, durante el Renacimiento, volvió inclinar el péndulo hacia una valoración positiva del crecimiento de la población. Entre las doctrinas de la época destaca la de Tomás de Aquino, quien corrige la visión de San Agustín al defender que el matrimonio y la formación de una familia no son formas de vida inferiores al celibato, promoviendo implícitamente la idea de que el crecimiento de la población era algo positivo por sí mismo.
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