Psicologia
Enviado por sheldor69 • 28 de Noviembre de 2014 • 2.642 Palabras (11 Páginas) • 223 Visitas
3.9--PSICOLOGÍA DEL FUMADOR.
¿Cómo es el fumador? ¿Hay algo en común en la psique de los fumadores, algo que comparten?
¿Es eso que comparten lo que los ha conducido al tabaco?
¿O, por el contrario, eso que comparten lo han conseguido precisamente al penetrar en la esfera del tabaco?
¿O quizás en lo que comparten los fumadores hay un poco de ambas cosas, de lo que les ha llevado al tabaco y de lo que les ha transmitido el tabaco?
Estas son nuestras preguntas de partida.
En todo caso, dada la extrema generalización del hábito de fumar en la sociedad moderna, de existir esas características comunes en el origen de los fumadores deberán ser de índole más social que individual. Se habla de la existencia de una personalidad dependiente, cuando quizás deberíamos hablar de una sociedad que genera y transmite patrones de dependencia entre los individuos que la componen.
• Trastorno por dependencia.
El manual de la Asociación de Psiquiatría de Norteamérica (DSM-IV), manual de diagnóstico de los trastornos mentales, ha codificado basándose en la investigación de expertos los síntomas de dependencia química comunes a 11 sustancias, bajo un epígrafe llamado “Trastornos relacionados con sustancias”. En este epígrafe distingue entre trastornos por consumo (dependencia y abuso) y trastornos por las sustancias (intoxicación, síndrome de abstinencia, etc.). En lo que respecta a la dependencia, el manual propone 7 criterios de diagnóstico, debiendo cumplirse tres cualesquiera de ellos durante un período de 12 meses para un diagnóstico de dependencia. Más del 80% de los fumadores los cumplen, dicho sea de paso.
Esas 11 sustancias son: Alcohol, Alucinógenos, Anfetaminas, Cafeína, Cannabis, Cocaína, Fenciclidina, Inhalantes, Nicotina, Opioides (Heroína, Morfina, etc.) y Sedantes-Hipnóticos-Ansiolíticos. Todas estas sustancias han generado y generan dependencia, ciertamente, pero son tan distintas entre sí que las dependencias que generan también lo son. El hecho de haberse formulado para todas ellas siete criterios comunes de diagnóstico sólo puede deberse a una tendencia presente en el clínico a comprender un fenómeno humano: la dependencia.
Sin embargo, otros trastornos que se relacionarían igualmente con el fenómeno de dependencia, como el “Juego Patológico” (denominación del DSM-IV que también podría llamarse “Adicción al Juego”) y las “Parafilias Sexuales” (denominación del DSM-IV que se relaciona en parte con lo que podríamos llamar Adicción al Sexo), son clasificadas en diferentes apartados sin relación entre sí, ni con las dependencias a sustancias. Lo mismo sucede con el llamado “Trastorno de la Personalidad por Dependencia”.
• El fenómeno humano de la dependencia.
El ser humano parece un ser dependiente.
Desde nuestro nacimiento, los seres humanos dependemos realmente de un universo enorme de factores, de circunstancias, de personas. Hasta el momento de nuestra muerte este hecho seguirá presente. Sin embargo, hemos querido revelarnos contra este destino, luchando por nuestra independencia. Deseamos sentirnos independientes, admiramos a las personas que parecen serlo, consideramos la independencia como un bien en sí mismo. La independencia económica, política, emocional, son nuestra meta.
Entre estos dos polos, dependencia e independencia, nos movemos cíclica, pendularmente, en un vaivén que nos desgarra y nos impide comprender.
En el mundo material las cosas son más fáciles, si la formación de un compuesto A depende de la presencia de dos sustancias B y C, ello no crea ningún problema, ni a A, ni a B, ni a C. Sólo en los fenómenos humanos de dependencia aparecen problemas.
Algo hay en el ser humano, que no hay en los otros reinos, que marca la diferencia. Los antiguos lo llamaron libre albedrío: si lo tuvieran, las sustancias B y C podrían elegir no acabar en A.
Con su libre albedrío, el ser humano no sólo “depende de”, también puede “influir en”: es interdependiente. El ser humano es un ser capaz de respuesta, es un ser que puede cambiar su destino.
Para incorporar estos matices se ha propuesto últimamente utilizar el término adicción, que proviene etimológicamente del griego devoción. Es un avance: de una piedra diríamos que es “dependiente de una serie de factores”, pero nunca diríamos de ella que es “adicta a algo”, ya que la adicción es un movimiento del adicto hacia algo, no algo que pasivamente se soporta.
El adicto libera así al dependiente, y lo humaniza al darle libertad. En el ejercicio de su libre albedrío un adicto a la nicotina puede abandonar esa adicción, eligiendo otras adicciones (otras devociones, al decir de los griegos) como, por ejemplo, los ambientes limpios y el aire puro.
Esto es lo verdaderamente importante, la capacidad del ser humano para elegir. En la esfera humana siempre hay elección. Es el libre albedrío, que si ben nos puede llevar hacia abajo, también puede llevarnos hacia arriba.
• El inconsciente social y cultural.
Si bien para ensanchar el terreno de juego nos hemos apoyado en el término adicción, heredero de la antigua devoción como ya vimos, no queremos jugarnos todo nuestro capital sobre esa palabra pues ya resuena mal y está como manchada. Dependientes, adictos o devotos a la nicotina, los fumadores suelen dejar los ceniceros llenos de colillas y el ambiente (y los pulmones) lleno de un humo irrespirable.
Lo verdaderamente importante es la interdependencia del ser humano con todo y con todos, en un juego de sutiles equilibrios para el que resulta imprescindible una actitud de disponibilidad, de entrega y de apertura incondicionales. Por desgracia, no es ésto lo que enseñan en la escuela. Tampoco es común que nos lo enseñen nuestros padres. Ni es frecuente encontrarlo en las páginas de divulgación científica, incluidas las de psicología.
En el inconsciente social y cultural operan una multitud de factores y procesos que trabajan contra esta visión y a favor de una consciencia limitada y deformada de la vida. Esos procesos inconscientes operan individualmente, pero en la esfera individual es muy difícil hacerles frente, pues nos dejan literalmente fuera de la corriente, e incluso contra ella misma. ¡Qué difícil es hoy para un adolescente dejar de usar las innumerables drogas que se encuentra en el camino! ¡Qué raro se siente por no usarlas, incluso, cosa rara, aunque nadie se lo diga expresamente!
Formamos parte de una cultura y una sociedad adictivas, que fomentan dependencias y rebeldía como las dos caras de una misma moneda, y cuya única devoción es la de mantener esta situación a cualquier precio. Cualquier descubrimiento, cualquier invento, cualquier enfoque nuevo, signos
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