Regreso Al Pais De Las Sombras Largas
Enviado por hulkgo • 7 de Abril de 2014 • 1.619 Palabras (7 Páginas) • 489 Visitas
I. Gravidez
La primera vez que Viví rehusó reír, Papik comprendió que estaba grávida, aunque los dos
ignorasen la razón por la cual la preñez en las mujeres de su raza imponía su rechazo al hombre. El
motivo no es otro que no dañar la prole, tal como sucede entre los animales.
Por otra parte, desde que la larga noche polar cubriera de oscuridad y silencio la cima del mundo,
Papik había tenido más deseos de dormir que de reír.
Cuando los primeros albores de la primavera penetraron la pared circular del pequeño iglú, la
pareja salió de la pereza invernal como en un acto de resurrección; sus cuerpos habían quemado
totalmente sus grasas y debido a que sus provisiones se habían agotado era preciso, como siempre,
pensar en la subsistencia, en la nutrición inmediata y en el hijo en camino. Sin embargo, no era el
alimento lo que preocupaba a Viví, ni tampoco la criatura que pataleaba como si quisiera echar abajo,
a puntapiés, la puerta materna.
—Una tonta mujer otra vez se ha despertado en lágrimas soñando con su niña —dijo con aire
culpable mientras ayudaba a su marido a ponerse las botas.
—La olvidarás en cuanto nazca el varón —le aseguró Papik sin evidenciar la menor duda ya que
los vuelos de los cormoranes durante el otoño pasado habían pronosticado claramente el nacimiento
de un varón—. Ahora alguien va en busca de carne.
Y salió del iglú arrastrándose a lo largo del angosto túnel. En cuanto su nariz quedó al
descubierto sintió el mordisco de la helada en los ojos, la única parte de su persona que no podía
revestir de grasa o de pelo. Permaneciendo de bruces en el suelo escrutó el ilimitado desierto de hielo
trastornado por las corrientes ventosas y marinas. Los rayos del sol aún escondido enrojecían los picos
más elevados. De no ser así, el glacial panorama hubiese sido lívido. Aquella era la cima del mundo.
El país de las sombras largas. Donde todo es distinto: hombres, bestias, y la naturaleza misma. El mar
es sólido. Nieva sólo en verano ya que en invierno el intenso frío impide toda precipitación. Donde el
sol está bajo aun cuando alcance el vértice, pero en compensación no se pone hasta el otoño. Donde
los perros son los mejores enemigos del hombre. Donde existen pájaros que no vuelan, mamíferos que
viven en el mar, animales acuáticos que se arrastran por tierra, y algunos seres humanos que el mundo
llama esquimales, o sea, comedores de carne cruda, si bien ellos se definen simplemente como Inuit:
los hombres.
Pues se consideran los únicos dignos de llamarse así.
Papik no había salido totalmente de la boca del túnel y ya su aliento le había escarchado las cejas
y el borde del capuchón. Cuando estuvo en pie escupió y oyó el ruido seco del hielo al caer sobre el
hielo. No hacía calor.
Ante la agresión del frío, los perros hambrientos ladraban y gruñían en dirección al amo, erizando
su pelo en el que se había incrustado la escarcha, mostrando los dientes quebrados a golpes de piedra.
En cuanto Viví hubo librado del túnel su vientre grávido, los apaleó sin razón alguna, menos a Toctú
que era el jefe. Cuando el grupo de perros se persuadió de la necesidad de hacer silencio, se oyeron
lejanos soplos provenientes de los agujeros de aire que las focas mantienen abiertos en la costra del
mar helado. Papik no había sabido encontrarlos las pocas veces en que, sacudiéndose la pereza
invernal, había salido en medio de la noche polar a sus exploraciones.
A Viví se le iluminó el semblante mientras se golpeaba el vientre: «¡El chiquito tiene hambre!»
Viví era bella, especialmente cuando sonreía, lo que en los últimos tiempos sucedía muy de
cuando en cuando. Su palidez de fines de invierno hacía resaltar sus ojos oscuros y vivaces. Los labios
carnosos y los pómulos altos acentuaban los rasgos asiáticos de su fisonomía. Era alta, y cuando no
estaba encinta, era bastante esbelta para ser esquimal.
—¡Escóndete! —le ordenó Papik—. Y haz callar a los perros. Alguien quiere regresar antes del
sol. —Y se encaminó sobre el Océano Glacial con su paso de joven ánade, los pies separados, a causa
de las ceñidas botas de foca que le llegaban a la ingle.
La costra marina resonaba bajo sus pasos y él tuvo que volver más elástico su andar hasta sentirlo
casi silencioso.
Antes de llegar a los agujeros de aire avistó una forma familiar tendida sobre un banco de hielo;
una forma hinchada, oscura, ahusada. Una hembra mañanera ya salida del mar, le ahorró a Papik un
acecho que podía durar toda una eternidad junto a una abertura de ventilación, a riesgo de quedar
congelado.
No tenía más que acercarse y matarla.
La vista de las focas es débil pero su olfato agudo, y Papik llevaba encima tanta grasa de foca que
olía más a foca que a hombre. Antes de entrar en el campo visual de la presa, a menos de trescientos
pasos, se quitó la pelliza de oso blanco que la habría espantado y avanzó de bruces, sólo cubierto por
su ropa interior de pájaro. Compuesta exclusivamente por pequeñas pieles negras, cosidas por mujeres
que no medían
...