Relato
Enviado por sangoe • 12 de Diciembre de 2011 • Tesis • 2.341 Palabras (10 Páginas) • 430 Visitas
La historia como docente parecería para mi iniciar al ingresar al magisterio en el año 2005 en el IFDC en la escuela Normal superior N° 5 de san Ignacio, situado en pleno centro de esta localidad de la provincia de Misiones, argentina, pero la realidad, es que en el transcurrir de la carrera se pusieron de manifiensto situaciones que hicieron que me diera cuenta que ya en m i infancia, la docencia se fuera dando en múltiples situaciones de mi vida, ya que trajeron a la memoria recuerdos que de forma inconsciente dieron pie a mi vida profesional.
Ingresar a la carrera ya era todo un desafío, el cual debía ser superado, miles de cosas pasaban por mi mente , la más importante de todas además de aprobar, era la incertidumbre de saber que había elegido verdaderamente la carrera para mi, puesto que: “si lo que haces, no es lo que te gusta definitivamente no podrás desarrollarte plenamente en lo que has elegido, aquello que te gusta es aquello que te hace feliz”, es lo que he aprendido en este corso lapso en el cual he trabajado como docente.
Ingresar fue todo un logro, ya que quedar adentro teniendo mas de 200 compañeros que deseaban lo mismo que yo, hacían más difícil y de mayor nerviosismo los momentos de rendir.
Jamás podría olvidar aquel momento, todos reunidos en el patio interior de la escuela ansiosos por saber, en ella se ubicaban el vice director con una lista donde figuraban las personas que quedaban, así diciendo los apellidos de quienes iniciarían el tan preciado magisterio; es en esos momentos cuando más comprendo a mis pequeños alumnos cuando preguntan ¡¿maestra aprobé!?, de seguro la sensación es la misma.
¡Que gran emoción! escuchar mi apellido, había ingresado, comenzaba a dar los primeros pasos de un nuevo camino.
Cada parcial aprobado era un obstáculo superado.
Hoy mencioné que dentro de la carrera se fueron dando recuerdos de cuando era pequeña, que de alguna forma, ya daban algún indicio a mi carrera; en ese entonces parecía que nada tenia que ver traer a la memoria aquello que me había sucedido estando en la escuela, pero la realidad es que no era así ya que como decía el profesor: “eso que para ustedes es algo que solo pasó es lo que nos va a ayudar a entender el porque de lo que habíamos elegido” “SER MAESTRO”.
Al principio resultaba bastante difícil y creo que no solo para mi, sino también para mis compañeras, el contar esos momentos que recordás de la escuela, y no solo los recuerdos bonitos, sino aquellos que no te gustaron resultaban un poco incomodo.
No podría olvidar ese momento que aún hoy, recordar me sigue generando alegría “ser la ejegida de la maestra para dirigir un acto”, ¡que bien me sentía!, todo una maestra, con el guardapolvo blanco haciendo lo que ella siempre hacía; hasta el día que el profesor nos pidió que trajéramos a la memoria aquello que había sucedido en la infancia entendí el porque de tan importante reconocimiento de la maestra.
Otro momento emotivo fue recordar que con solo 12 años cuando la maestra me delegó tan linda tarea la de quedar a cargo del grupo, la maestra estaba dando como tema los dientes y el cuidado de los mismos, para mi en ese momento era tan solo un juego, comencé a hablar con los demás compañeritos de sus dientes, les pedí que me los mostraran por suerte todos ellos en ese momento me seguían y yo muy contenta actuaba como la maestra.
Al salir de ahí escuche una propaganda con una canción que hablaba de los dientes en la televisión y pensé que debía haber comenzado la cantando la canción y después seguir hablando; de forma inconsciente ya sabía que debía motivar la clase para continuar.
Todas estas son cosas que recién en el magisterio me di cuenta de ello y de la razón que se le da a los diferentes autores cuando afirman que desde pequeños ya se va construyendo a través de experiencias, ya sea de forma explícita o implícita el actuar profesional.
Cada recuerdo que contábamos en el profesorado era un porque encontrado y que daba forma de alguna manera la carrera elegida.
Como todo camino emprendido no siempre el mismo es recto, puedes tener algunos tropiezos que dificultan el trayecto, lo importante es superarlos, cada final representaba en ese camino, como una gran ribada como las que encontramos en nuestra meseta misionera.
Llegar a la tercera instancia era la última etapa del camino o tal vez el comienzo, ya que en ella se iniciaba el primer acercamiento a las aulas, a los niños y a ubicarme como lo que empezaba a ser MAESTRA, la presión aumentaba, planificaciones que armar y presentar sumados parciales que aprobar todos ellos iban de las manos generándome una gran intranquilidad.
Ya estar dentro del aula era otro cantar, el ver trabajar a los niños y que aprendían siguiendo a sus maestros era muy emocionante, las prácticas se iniciaban y por su puesto que la presentación y reconocimiento de otro colega era la primer prueba de que ya estaba lista para iniciarme como la maestra practicante, pero para los niños no era así, era la maestra!.
Pararse frente a los niños y desarrollar la clase era ante todo una expectativa propia, los nervios estaban presente, el escuchar a los niños llamarme maestra era una de las satisfacciones más bonita del día, y te ayudaban a que los nervios se fueran calmando.
Las practicas las debía realizar en una escuela urbana y en una escuela rural, la podíamos hacer solo o elegir parejas pedagógicas, tanto uno como el otro representaban un enorme responsabilidad ya que si bien en el aula como docente estas vos y tus alumnos, el tener en ese momento una ayuda resultaba mucho mejor. Tener una pareja pedagógica sinónimo era tan bien un gran compromiso, era un actuar ayudando a tu compañero.
Ya habíamos superado la etapa de practica, se venia lo más complicado: la residencia, responsabilidad aún mayor, donde estaría a cargo de todo el quehacer docente. Hoy trabajando, no siento aquella presión, donde parecería que los horarios no me alcanzarían, que no llegaría a hacer lo planificado; en aquel entonces las miradas del profesor de prácticas , del maestro o maestra de grado y hasta de los pequeños alumnos ejercían presión.
Cada escuela tanto urbana como rural eran mundos diferentes, es como la familia, cada una es de alguna forma distinta a la otra, la escuela urbana ubicada en pleno centro de la localidad de San Ignacio era la Escuela N° 74 “Gendarmería nacional” con mayor número de alumnos, más movimiento, y por supuesto mas docentes. La escuela rural más alejada del casco urbano ubicada exactamente a 1500 metros del mismo presentaba mayor vegetación, casa más alejadas unas de las otras y en cuanto a la escuela, mas tranquilidad,
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