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Resumen Camino


Enviado por   •  3 de Marzo de 2014  •  642 Palabras (3 Páginas)  •  672 Visitas

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Pero este mecanismo no sólo aporta seguridad, también genera problemas.

Cuando un hombre y una mujer deciden transformarse en una familia teniendo un hijo, están

estableciendo una responsabilidad respecto de lo que sigue, pero además están generando un irremediable

conflicto que deberán resolver.

Están decidiendo traer al mundo un ser vivo al que sentirán como si fuera una prolongación suya,

literalmente, sabiendo a la vez que esa cría será un ser íntegro y separado del vínculo de la pareja que prepara

desde su nacimiento su partida.

A los padres esto no nos resulta nada fácil. Porque nunca es fácil ser el carcelero y el libertador. No se

quiere a un hijo como se quiere a los otros. Con Claudia me pasan cosas que con el resto de las personas no

me pasan. No sólo la quiero más que a nadie en el mundo, sino que la quiero de una manera diferente, como si

fuera una parte de mí.

Los hijos son en muchos sentidos una excepción.

Esta sensación de que el otro es una prolongación mía puede ser muy buena para ese bebé en los

primeros tiempos, motivándome a cuidarlo y protegerlo; porque en realidad el hijo fue concebido desde los

deseos de los padres y por lo tanto la decisión es producto de una vivencia bastante autorreferencial.

Un día, a los trece años, el otro de mis amores, mi hijo Demián, pesca en casa un libro de psicología y se

pone a leerlo. Entonces viene y me dice:

“Papi, ¿es verdad que los hijos somos producto de una insatisfacción de los padres?”...

Cuando Demián me hizo esta pregunta, yo me di cuenta que el libro tenía razón. Porque si uno estuviera

totalmente satisfecho con su vida, si todo lo que tiene fuera suficiente, si uno no sintiera el deseo de trascender

teniendo hijos o el deseo de realizarse como padre y como familia, si uno no tuviera ese deseo personal...

entonces, no tendría hijos.

Es este deseo insatisfecho —educado, pautado cultural o personalmente— lo que nos motiva a tener

hijos.

Los hijos nacen por una decisión y un deseo nuestros, no por un deseo de ellos. Por eso, cuando los

adolescentes se enojan y nos dicen: “Yo no te pedí nacer”, parece una estupidez, pero es la verdad.

La vivencia de ser uno con los hijos puede, como dije, tener una función positiva para ellos durante los

primeros años de vida, pero es nefasta para su futuro. Porque el niño recibe esto, percibe que es tratado como

si fuera un pedazo de otro, pero no siente que lo sea.

Y a los padres nos cuesta.

Queremos retenerlos, eternizar el cordón que los une a nosotros.

Contamos para eso con la experiencia, el poder, la fuerza, el dinero y, sobre todo, el saber.

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