Revolución industrial.
Enviado por kakekikoku • 18 de Noviembre de 2012 • Informe • 402 Palabras (2 Páginas) • 360 Visitas
ingleses sintieron que su empleo era amenazado por las primeras máquinas de la
Revolución industrial y pugnaron por destruirlas. Hoy tal actitud suele reaparecer con
frecuencia y de modo más intenso, pese a que no sobreviviríamos sin la compleja red de
infraestructura, servicios y artefactos creados y operados por la ingeniería. El ciudadano,
supuesto beneficiario de todo ello, se angustia porque, a la vez que se sirve de tales
creaciones, intuye que éstas pueden comprometer su futuro o ya lo han comprometido, y
supone erróneamente que son los ingenieros por sí quienes ejercen control sobre la ingeniería
y sus productos. La angustia del hombre, indefenso ante sus propias creaciones y a la vez
dependiente de ellas, constituye el más hondo malestar colectivo que Freud identificó en la
modernidad;3 pero la patología va más allá, pues, según ha documentado Pappenheim,4 ese
malestar se vuelve enajenación en muchos individuos; esto es, insensibilidad extrema ante los
problemas del prójimo y concentración ciega de cada uno en su función especializada dentro
de la trama social. Ambos males, angustia y enajenación, se manifiestan en el desatino con que
suelen diagnosticarse problemas prácticos como los siguientes: 1) se culpa a la tecnología de
los males que causa (contaminación, agotamiento de recursos, etc.), pero no se reconoce que
la tecnología no es un ente autónomo, sino un instrumento, y que, por tanto, el origen de esos
males está en las decisiones de la propia sociedad y sus líderes; 2) del caos urbano se
responsabiliza al automóvil, no a las políticas públicas que estimulan su proliferación irracional;
3) se culpa a los grandes embalses de agua por los daños que causan a la naturaleza, y se
ignora que esto se debe a la manera en que algunas de tales obras se han diseñado u operado
en el pasado, y que esa manera es susceptible de perfeccionamiento; 4) se da el grito de
alarma ante la perspectiva de que se agoten ciertos recursos naturales, como los
hidrocarburos y el agua, pero se mantiene el uso dispendioso de los mismos y se defiende a
ultranza el dogma de que en ningún caso debe interferirse con la libertad irrestricta de la
oferta y la demanda, etc. Esas actitudes, evidentemente irracionales, se explican porque no
hay comunicación entre los ingenieros como tales y la sociedad, y por tanto ésta no se percata
de que con sus propias decisiones puede controlar los efectos de la ingeniería y la tecnología,
principalmente si lo hace en colaboración con el ingeniero.
3 S. Freud, El malestar en la cultura, Alianza Editorial, Madrid, 1973, pp. 7-88.
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