Stifen King
Enviado por Anigret_Lacurad • 23 de Agosto de 2013 • 746 Palabras (3 Páginas) • 328 Visitas
Un día llegué a casa y encontré una carta (o una nota, más bien) de mi esposa sobre
la mesa del comedor. En ella me decía que me dejaba, que necesitaba pasar una temporada sola y que ya recibiría noticias de su terapeuta. Me senté en una silla en la parte de la mesa
que queda mas cerca de la cocina y leí el mensaje repetidas veces, incapaz de darle crédito.
La única idea clara que tuve durante aproximadamente la siguiente media hora fue: Ni
siquiera sabia que tuvieras un terapeuta, Diane.
Al cabo de un rato me levante, fui al dormitorio y eche un vistazo. Toda su ropa había
desaparecido (excepto un jersey que alguien le había regalado en broma y que tenia
estampada la leyenda RUBIA RICA con un material que brillaba como las lentejuelas), y la
habitación presentaba un aspecto curioso. Daba impresión de desorden como si Diane
hubiera estado buscando algo por todas partes. Mire mis cosas para ver si se había llevado
algo. Mientras lo hacia, tuve la sensación de que mis manos estaban frías y distantes, como si
les hubieran inyectado una dosis de algún narcótico. Por lo que pude ver, todo lo que debía
estar allí se encontraba en su sitio. No esperaba otra cosa pero, aun así, la habitación tenia un
aspecto extraño, como si mi esposa hubiera tirado de ella de la misma manera que a veces se
tiraba de la punta de los pelos cuando algo la sacaba de quicio.
Volví a la mesa del comedor (la cual se encontraba. a un lado del salón; el piso solo
tenia cuatro habitaciones) y leí una vez mas las seis líneas que Diane había dejado escritas.
El mensaje era el mismo, pero el hecho de haber mirado en el dormitorio, con su extraño
desarreglo, y el armario, medio vacío, me había inducido(? a darle crédito. Era una nota de lo
mas impersonal. No había ningún <<Besos>> ni un <<Buena suerte>>, ni siquiera un <<Te
deseo lo mejor>>. Su calidez solo daba para un <<Cuídate>>. Justo debajo de esto había
garabateado su nombre.
Terapeuta. Mi mirada volvía una y otra vez a aquella palabra. Terapeuta... Me dije que
debía alegrarme de que no fuera <<abogado>>, pero no me alegre. <<Recibirá noticias de mi
terapeuta, William Humboldt.>>
- Fíjate en esto, querida -le dije a la habitación vacía, y me di un apretón en la
entrepierna. Pero el tono en que lo dije no fue ni firme ni divertido, que era lo que yo esperaba,
y la cara que vi en el espejo del otro lado de la habitación estaba blanca como la tiza.
Entre en la cocina, me serví un vaso de zumo de naranja y, cuando fui a cogerlo, se
me cayo al suelo. El zumo salpico los cajones inferiores y el vaso se rompió Sabia que me iba
...