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Un Lugar Limpio Y Bien Iluminado


Enviado por   •  10 de Octubre de 2012  •  1.286 Palabras (6 Páginas)  •  492 Visitas

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Un lugar limpio y bien iluminado

[Cuento. Texto completo]

Ernest Hemingway

Era tarde y todos habían salido del café con excepción de un anciano que estaba sentado a la sombra que hacían las hojas del árbol, iluminado por la luz eléctrica. De día la calle estaba polvorienta, pero por la noche el rocío asentaba el polvo y al viejo le gustaba sentarse allí, tarde, porque aunque era sordo y por la noche reinaba la quietud, él notaba la diferencia. Los dos camareros del café notaban que el anciano estaba un poco ebrio; aunque era un buen cliente sabían que si tomaba demasiado se iría sin pagar, de modo que lo vigilaban.

-La semana pasada trató de suicidarse -dijo uno de ellos.

-¿Por qué?

-Estaba desesperado.

-¿Por qué?

-Por nada.

-¿Cómo sabes que era por nada?

-Porque tiene muchísimo dinero.

Estaban sentados uno al lado del otro en una mesa próxima a la pared, cerca de la puerta del café, y miraban hacia la terraza donde las mesas estaban vacías, excepto la del viejo sentado a la sombra de las hojas, que el viento movía ligeramente. Una muchacha y un soldado pasaron por la calle. La luz del farol brilló sobre el número de cobre que llevaba el hombre en el cuello de la chaqueta. La muchacha iba descubierta y caminaba apresuradamente a su lado.

-Los guardias civiles lo recogerán -dijo uno de los camareros.

-¿Y qué importa si consigue lo que busca?

-Sería mejor que se fuera ahora. Los guardias han pasado hace cinco minutos y volverán.

El viejo sentado a la sombra golpeó su platillo con el vaso. El camarero joven se le acercó.

-¿Qué desea?

El viejo lo miró.

-Otro coñac -dijo.

-Se emborrachará usted -dijo el camarero. El viejo lo miró. El camarero se fue.

-Se quedará toda la noche -dijo a su colega-. Tengo sueño y nunca puedo irme a la cama antes de las tres de la mañana. Debería haberse suicidado la semana pasada.

El camarero tomó la botella de coñac y otro platillo del mostrador que se hallaba en la parte interior del café y se encaminó a la mesa del viejo. Puso el platillo sobre la mesa y llenó la copa de coñac.

-Debía haberse suicidado usted la semana pasada -dijo al viejo sordo. El anciano hizo un movimiento con el dedo.

-Un poco más -murmuró.

El camarero terminó de llenar la copa hasta que el coñac desbordó y se deslizó por el pie de la copa hasta llegar al primer platillo.

-Gracias -dijo el viejo.

El camarero volvió con la botella al interior del café y se sentó nuevamente a la mesa con su colega.

-Ya está borracho -dijo.

-Se emborracha todas las noches.

-¿Por qué quería suicidarse?

-¿Cómo puedo saberlo?

-¿Cómo lo hizo?

-Se colgó de una cuerda.

-¿Quién lo bajó?

-Su sobrina.

-¿Por qué lo hizo?

-Por temor de que se condenara su alma.

-¿Cuánto dinero tiene?

-Muchísimo.

-Debe tener ochenta años.

-Sí, yo también diría que tiene ochenta.

-Me gustaría que se fuera a su casa. Nunca puedo acostarme antes de las tres. ¿Qué hora es ésa para irse a la cama?

-Se queda porque le gusta.

-Él está solo. Yo no. Tengo una mujer que me espera en la cama.

-Él también tuvo una mujer.

-Ahora una mujer no le serviría de nada.

-No puedes asegurarlo. Podría estar mejor si tuviera una mujer.

-Su sobrina lo cuida.

-Lo sé. Dijiste que le había cortado la soga.

-No me gustaría ser tan viejo. Un viejo es una cosa asquerosa.

-No siempre. Este hombre es limpio. Bebe sin derramarse el líquido encima. Aun ahora que está borracho, míralo.

-No quiero mirarlo. Quisiera que se fuera a su casa. No tiene ninguna consideración con los que trabajan.

El viejo miró desde su copa hacia la calle y luego a los camareros.

-Otro coñac -dijo, señalando su copa. Se le acercó el camarero que tenía prisa por irse.

-¡Terminó! -dijo, hablando con esa omisión de la sintaxis que la

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