Un Nuevo Cuento
Enviado por jackzullyvan • 6 de Junio de 2014 • 1.484 Palabras (6 Páginas) • 226 Visitas
ALICIA EN EL PAIS DE LAS MARAVILLAS
Sucedió una vez, durante una hermosa tarde de verano, que una niña rubia llamada Alicia, paseaba por el campo junto a su hermana mayor, llamada Ana. Hacía calor y la mayor dijo:
¡uf...! No me apatece caminas más. Me sentaré a leer bajo la sombra de este árbol.
Ana empezó a leer en voz alta y Alicia, aburrida, optó por sentarse a su vez bajo la sombra fresca del árbol próximo al de su hermana. Empezaba a amodorrarse, cuando vio pasar a un Conejo Blanco estrafalariamente vestido que decía:
-¡Ah, caramba! ¡Llegaré tarde! ¡Siempre llego tarde!
Tendrá que darme más prisa...
Alicia pensó que aquel conejo era algo tonto. ¿Qué tenía que hacer un animal como él para preocuparse por la puntualidad?
A su vez, Alicia hizo la tontería de seguirle.
¡Vaya cosa rara! ¡Pero si el conejo se había metido por el hueco del tronco de un árbol! Atolondradamente, ella le siguió y, con toda facilidad, entró por el agujero. Entonces pensó si salir sería tan fácil como entrar.
A pesar de ello, obsesionada como estaba por las idas y venidas del Conejo, siguió gateando tras él.
Iba por un estrecho sendero que bajaba siempre y cuando el conejo pasó por el ojo de la cerradura de una puerta, pendó que le sería impsible hacer lo mismo. Llegó el momento en que fue a dar en un pozo muy profundo. El Conejo, por algún lado, seguía diciendo que iba a llegar tarde.
Por fín, su viaje continuó en una sala llena de mesitas repletas de manjares y destacaba una botella que decía Bébeme..
Alicia tomó un poco de su contenido y sucedió un prodigio: se fue achicando y achicando. También descubrió una llavecita sobre una mesa de cristal. La tomó, mirando a todas partes, pero le costó divisar una puerta. Cuando la encontró, con aire de penetrar en un misterio, la abrió con aquella llave y se dijo contenta: -Menos mal. Es la llave que necesitaba. ¡Qué aventura estoy viviendo!
Detrás de aquella puerta sólo existía un pasadizo. El conejo se le había perdido de vista, pero ante sus ojos aparecía un magnífico jardín con una casita al fondo.
Entro en ella...
Sobre la mesa del comedor encontró un apetitoso plato de guisado. En cuando lo probó, comenzo a crecer y crecer. Tanto creció, que su cabeza rompió el techo, asustando a un ave que anidaba en el tejado y que comenzó a gritar:
¡Auxilio! ¡Acabo de ver un mosntruo!
- No soy un monstruo. Soy una niña -se defendió.
-¡Mentira! -volvió a chillar el ave- No hay ninguna niñá que tenga un cuello, brazos y piernas tan enormes.
¡Fuera de aquí, si no quieres que te picotee la nariz!
Luego la niña vio otro plato con exquisitas setas guisadas y pensó que quizá tuvieran la virtud de hacerla disminuir de estatura. Comió unas pocas y descubrió que, en efecto, se achicaba.
Entonces le fue posible atravesar una puertecilla y pasar a una coquetona salita de muebles diminutos. Pero, viéndose tan pequeña, eso no la consoló.
¿No iba a ser más lo que fue?
Encima de una de las mesas descubrió una apetitosa tortita y decidió comerla, para ver qué sucedía. Entonces, de nuevo empezó a crecer y crecer.
-Me estoy alargando otra vez como un telescopio -se dijo, sin saber ya qué iba a ser de ella.
Y tantas lágrimas derramó que la sala comenzó a inundarse. Hasta temió volverse loca.
De todas formas, como tenía que hacer algo para recobrar su verdadero tamaño, bebió de una botellita y al instante empezó a encoger. Pensó: -Me he convertido en un sube y baja. Tanto he disminuido que el resto de la tortita que conservo en la mano me parece una montaña. ¿Por qué se me ocurrioó seguir al conejo?
¡Se había hecho del tamaño de una nuez!
De repente cayó y creyó que había caído al mar, pero no. ¡Se trataba de sus propias lágrimas! Para no ahogarse, saltó a la barquita de papel de la torta y, navegando siempre, fue a parar a un extreño lago poblado por una serie de seres pintorescos y también amenazadores. ¿Se estaban burlando de ella?
Mirandola, se hacían gestos unos a otros, como si Alicia fuera un bicho raro. ¿Pero es que no se habían mirado a sí mismos? Había una coneja con una capota de lo más ridículo, una estrella de mar con cara de mico, un pulpo que se le antojó lleno de ranos y una especie de pato con un pico que parecía la bolsa del mercado. ¿De dónde habría salido?
Poníendose muy seria, preguntó:
¿Podría alguien indicarme el modo de salir
...