Una Leccion Brasileña
Enviado por idzrra_01 • 29 de Julio de 2012 • 2.001 Palabras (9 Páginas) • 344 Visitas
Una lección brasileña.
Por Dante del Castillo
Para mis amigos Nieves Marcos y Marco Apolo Román, quienes le dieron vida a estos personajes.
Personajes:
LA MUJER: No mayor de cincuenta años.
EL HOMBRE: Entre los treinta y tantos.
La acción:
En una casa ya deteriorada en las Lomas de Chapultepéc. Ciudad de México.
Época:
Actual.
Al abrirse el telón, se escucha un ritmo brasileño, al tiempo que una de las áreas del escenario se ilumina. La mujer baila al son de la música y lo hace despreocupada y alegremente, hasta que se da cuenta de que alguien la observa, deja de bailar, apaga la grabadora y se dirige al público.
LA MUJER: ¡Halo! ¿Cómo vai? ¿Todo bem?... Es portugués… lo aprendí en Brasil… ¿Qué es lo qué quise decir?... Simplemente saludarlos, preguntarles cómo están, si todo marcha bien en sus vidas… Espero que la respuesta de todos sea afirmativa… ¿Yo? Estoy muy contenta, gracias. Imagínense, me pase una temporada de maravilla en ese país de ensueño… conocí varias ciudades: Río de Janeiro, Sao Paolo, Brasilia, pero la ciudad que más me gustó y me impresionó fue Salvador, la que todo el mundo conoce como Bahía, es mágica y bella, son como varias ciudades en una, muy diferente a todo lo que yo había conocido; misteriosa y salvaje. Es como un pedazo de África incrustado en América. La verdad es que estoy muy feliz con haber realizado ese viaje, me divertí en grande y ya ven que siempre los viajes ilustran, aprendí muchas, muchas cosas. Y es que ahí se vive distinto, tienen otro sentido y otro concepto de la vida, pero en fin, he regresado y aquí, en la casa, los problemas siguen a la orden del día. Ates de irme, a la hora de tomar los alimentos, empezaban siempre las discusiones y no faltaba un pelo en la sopa, ahora, no hay día en que la sopa no se derrame en el pelo de alguno de los dos… ya nada marcha bien, por eso he tomado la firme decisión de ponerle punto final a mi matrimonio.
EL HOMBRE: ¡Buenas noches! Se han de preguntar, ¿para qué hago esto? (Muestra el frasco con las uñas) Bueno, creo que se trata de una manía, pero si hay algo que yo no soporto, es que alguien se corte las uñas y las olvide tiradas en el piso o deje descuidadamente alguna encima de la cama o por ahí, mal puesta sobre un mueble. Es por eso que yo siempre las pongo en un frasco pequeño, como éste y después cuidadosamente las tiro en la taza del baño y me cercioro que todas se las lleve el agua corriente. (Pausa) Si me lo permiten, voy a deshacerme de ellas. (Entra al baño y al poco rato sale, sin el frasco) Las tiraré más tarde, porque en éste momento no hay agua en el baño. Ella cierra las llaves, dice que para ahorrar, pero más bien lo hace para molestarme. (Pausa) ¿Qué cómo me siento?... mal. Creí que todo el tiempo que ella estuviera de viaje, me ayudaría a ver las cosas de diferente manera, y no, no fue así… aunque pensándolo bien, creo que en cierto modo, no me equivoqué, ahora la soporto menos que antes.
Se ilumina todo el escenario.
LA MUJER: (Entra intempestivamente) Vengo a hablar contigo.
En la mano trae un muñeco de trapo que deja sobre el buró.
EL HOMBRE: Antes de meterte, por lo menos deberías de tocar en la puerta.
LA MUJER: (Irónica) No me digas que vine a romper tu intimidad.
EL HOMBRE: (Un poco molesto) No rompiste nada, pero no es la manera de entrar en una habitación que no es la tuya. (Pausa) ¿Qué cosa quieres?
LA MUJER: Ya te lo dije, hablar contigo.
EL HOMBRE: Puedes empezar.
LA MUJER: Necesitamos fijar la fecha y las condiciones de nuestra separación.
EL HOMBRE: Por mí, si lo deseas, puedes iniciar los trámites del divorcio a partir de este momento.
LA MUJER: ¿En qué condiciones?
EL HOMBRE: De común acuerdo, ¿no?
LA MUJER: ¿Y las propiedades y el dinero que hay en el banco?
EL HOMBRE: Recuerda que estamos casados en sociedad conyugal, partiremos todo en dos partes iguales.
LA MUJER: No se te olvide que cuando te casaste conmigo, tú no tenías nada.
EL HOMBRE: Eso es muy cierto, pero tu fortuna tampoco es igual a la que poseías, yo la incrementé con mi trabajo.
LA MUJER: Hasta la fecha te sigo pagando un sueldo por eso, no me parece justo compartir contigo.
EL HOMBRE: Yo por el contrario quiero ser generoso. Mira, ninguna de las propiedades o los negocios me interesan, puedes quedarte con ellos, pero el efectivo, debemos repartirlo entre tu y yo.
LA MUJER: (Amenazante) Sería mejor que renunciaras a tus pretensiones.
EL HOMBRE: ¿Y si me niego?
LA MUJER: Te puedes arrepentir.
EL HOMBRE: ¿Aunque legalmente me pertenezca?
LA MUJER: Olvídate de mi dinero, si en algo aprecias tu vida.
EL HOMBRE: ¿Piensas mandar pistoleros a matarme?
LA MUJER: (Se carcajea) No, para nada.
EL HOMBRE: (Un poco descontrolado) ¿Entonces?
LA MUJER: Parece que has olvidado que viví tres meses en Brasil.
EL HOMBRE: ¿Y eso qué?
LA MUJER: No sólo fui en plan de turista, también aprendí varias cosas.
EL HOMBRE: (Sin darle ninguna importancia) ¿Ah, sí?
LA MUJER: ¿Has oído hablar de la Macumba?
EL HOMBRE: (Sin cambiar de actitud) Sí, claro. (Trata de cambiar el tema de la conversación) De casualidad, ¿no sabes por qué no hay agua en el baño?
LA MUJER: Cerré un poco la llave, para que no se desperdiciara, pero antes de venir a tu cuarto, la abrí, así que ya debe haber. Y volviendo a nuestra plática, te repito que si has oído hablar de la Macumba.
EL HOMBRE: (Un poco molesto) Que sí, ya te dije que sí
LA MUJER: ¿Sabes que se divide en Umbanda, el lado bueno y Quimbanda, los trabajos malos?
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