Verdades e incertidumbres a la hora de rendir un final
Enviado por Lorenaela • 14 de Diciembre de 2015 • Ensayo • 1.965 Palabras (8 Páginas) • 96 Visitas
Verdades e incertidumbres a la hora de rendir un final
La consigna de este ejercicio es pensar una experiencia personal que me ayudara a repensar los contenidos de la materia que me resultaron interesantes.
Esta consigna me hizo reflexionar en mi paso por la universidad. Ya van varios años que soy alumna de la carrera de Ciencias de la Comunicación, ingresé en el año 1999, y desde entonces mi experiencia ha sido grata en varios momentos, haciendo trabajos prácticos grupales y asistiendo a teóricos, donde el profesor me abría panoramas impensados hasta el momento; era divertido que me sorprendieran todo el tiempo, y esta carrera por suerte tuvo bastante de eso.
Sin embargo, siendo alumna no disfruté en ningún momento las instancias de evaluación, ni rendir final, ni rendir parcial, más allá de lo preparada o no que haya estado al momento de rendir. No obstante, a pesar de mi experiencia no grata, decidí escribir sobre evaluación. Me parece interesante ver ciertas frases que circulan entre los compañeros a la hora de rendir. Tome tres frases que simbolizan, a mi entender, construcciones naturalizadas que tenemos como alumnos. Para hacer este examen voy a tomar algunos textos de la cátedra, teniendo en cuenta que la selección es arbitraria y que además, pueden quedar muchos cuestiones sin analizar pero mi objetivo lo requiere.
El primer asunto que me llamó la atención en esta materia fueron los enfoques de enseñanza. Dice Fenstermacher “La visión que se tenga de la enseñanza y la concepción de lo que es una persona educada son dos puntos de vista estrechamente unidos entre sí”[1]. En este sentido, Contreras indica que la enseñanza es una actividad humana en donde se despliegan influencias, “las mismas se ejercen de una parte en relación de desigualdad de poder y autoridad entre profesores y alumnos y de otra responden a una intencionalidad educativa (…) Por estas razones, la enseñanza compromete moralmente al que la realiza.”[2]
Es decir, entiendo que el punto de vista con que se tome la actividad de enseñar es una cuestión ética, y que muchas veces durante toda mi educación incorporé sólo una forma de ver la enseñanza y la autoridad, y con esta carga de pre-conceptos ingrese a la universidad.
Una de las frases que escuché de parte de algunos profesores y alumnos, (generalmente dicha al final del cuatrimestre, cuando se explica lo que se va a tomar en el final), fue la siguiente: “ si rendís el final en el primer llamado, no te van a aprobar porque así parece que subestimaras a la materia” o en esta versión “esta materia requiere mucho tiempo de estudio, chicos no les recomiendo que den en el primer llamado” considero que este tipo de palabras, que transitaron en más de una cátedra, son depositarias de una visión de la evaluación en donde el aprendizaje se aprecia en una instancia final sobre valorada. Creo que desvaloriza todo el trabajo que un alumno pudo ir haciendo durante la cursada.
En este sentido, Susana Celman explica que el lugar común, es conferirle a la evaluación el papel de “comprobación de unos objetivos y unos contenidos que deben, por medio de pruebas o exámenes, ser sometidos a un acto de control que permita establecer el grado en que los alumnos los han incorporado”[3] Sin embargo, considera en su postura que “las actividades evaluativas (…) se constituyen y entrelazan en el interior mismo del proceso total”.[4]
En las frases expuestas anteriormente, se puede ver que esta internalizada la presunción de que pasar el examen, es el éxito del aprendizaje. Este pre-concepto está tan arraigado, que también se utiliza cuando uno decide no rendir un final por miedo a desaprobar, sin tener en cuenta que nunca se sabe todo y no valorando lo aprendido hasta el momento. Acá se confundiría evaluación con acreditación. Para Sanjurjo- Vera[5] la evaluación es un concepto más amplio que implica a la acreditación, ésta última es un paso administrativo propio de las instituciones educativas y no refleja de manera lineal el proceso de aprendizaje del alumno. El proceso está dado en la evaluación, que se concibe como una instancia que perdura en el tiempo, en la cual los alumnos de diferentes modos son evaluados por el profesor, y a la vez, ellos mismos valoran y discriminan los contenidos aprendidos.
Desde éste enfoque poner una nota en un examen no significa que sea una práctica objetiva, sino que implica una valoración subjetiva. Se parte desde esta concepción para dejar de lado la falsa posición de la objetividad y se piensa a la evaluación
“como un continuo proceso de reflexión acerca de los procesos realizados en la construcción de aprendizajes significativos.”[6]
Este punto de vista se entrelaza con una forma de concebir los contenidos curriculares que se enseñan. Por contenidos significativos, entiendo que es aquella selección de contenidos a trasmitir que se enmarcan dentro del currículo y que además están insertos en relaciones de poder dentro de un determinado contexto socio-histórico. “El currículo escolar fue redefinido (…) como una producción cultural implicada en relaciones de poder”. [7]
Esto último se relaciona con una segunda frase que me llamo la atención, esta es,” los profesores principiantes o ayudantes, que toman en los finales, como no saben, son muy exigentes y esperan que les digas tal cual dice el texto. Anótate para dar con el titular!·”
Esta expresión refiere a que hay determinadas materias en las que se piden contenidos específicos y a veces, cuando toman examen los ayudantes, por una cuestión de inseguridad, no se “despegan” de los textos y pretenden una exposición muy precisa. Entonces, los titulares de cátedra en este caso, no serian tan exigentes porque habría una escucha compresiva sobre lo que expone el alumno. Otra cuestión, es que por una búsqueda de legitimidad por parte de los profesores, piensan que la exigencia hace al nivel académico. Sanjurjo se refiere a este tipo de actitud que despliega el profesor como un medio o “refugio para salvar su prestigio, su lugar de poder, de autoridad”, además, no sólo son los docentes sino que los alumnos, en palabras de Sanjurjo-Vera, aprenden aquello que va a ser evaluado. Tanto el alumno como el docente quedan atrapados en una práctica viciada desde su inicio[8].
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