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Тe asustan los payasos


Enviado por   •  23 de Octubre de 2014  •  Ensayo  •  2.585 Palabras (11 Páginas)  •  255 Visitas

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¿Te asustan los payasos?

Creo que hoy toca explicar el porqué de mi fobia hacia los payasos. Esos personajes burlescos y falsamente caracterizados que en un fallido intento de querer entretener a los niños, de hacer reír a la gente o en su caso de traer la felicidad a los pueblos, esconden una oscura cara bajo todo ese maquillaje.

Si, ya sé que yo hablo así de ellos porque los he temido desde pequeño, pero estoy seguro que cada vez son más los niños los que reconocen el verdadero mal que hay tras ellos.

Podría decir que todo empezó cuando yo tenía 8 años. Quizás yo inicié el camino viendo por accidente la película "IT" de Stephen King, madre mía, creo que jamás olvidaré la terrible cara de ese payaso atrayendo al niño con unos globos desde la alcantarilla, sencillamente terrorífico.

La broma me costó muchos días sin dormir. Recuerdo la hora de irme a la cama. El miedo se apoderaba de mí por momentos, sabía que pronto estaría solo, encerrado, a oscuras, y eso mi miedo lo sabía, lo olía. Mi madre venía a arroparme como todas las noches, y tras ella mi hermana, la única que me entendía e intentaba aplacar mi temor. Se quedaba todo lo que podía a mi lado en la cama, hasta que veía que mis ojos comenzaban a decaer, entonces me besaba los labios dulcemente y desaparecía tras la puerta.

Entonces mi corazón se disparaba, mis ojos se abrían de par en par para no ver nada, tan solo la oscuridad que inundaba mi habitación. Únicamente una leve luz intentaba entrar por debajo de la puerta, luz que no tardaría en apagarse en cuanto se fueran a la cama.

Mi cuerpo temblaba histérico, y mis manos sudaban exageradamente mientras sujetaba la sábana justo por encima de la nariz, dejando los ojos al descubierto para poder vigilar. Todo el mundo dice que cuando tienes miedo y estás en la cama a oscuras lo que debes de hacer es cubrirte por completo y esperar a que pase el miedo, pero que coño, eso no es verdad, no es lo mejor. ¿Qué pasa si al descubrirte te llevas una sorpresa?

Pues ahí estaba yo, a punto de hacer lo dicho. Subí un poco más la sábana y todo quedó aun más negro. Mi respiración se iba haciendo cada vez mas rápida y corta, entonces oí un ruido, algo se había movido ahí fuera. Dios, aun ahora me pongo nervioso cuando lo recuerdo. Podría decir que sentí una presencia, como si alguien me estuviese mirando fijamente desde la penumbra a través de la tela. Hasta llegué a notar algo rozándome la pierna. No sabía que hacer, seguro que si me destapaba me encontraría de golpe la horrible cara de un payaso, pero por otro lado no podía estar toda la noche escondido pensando que un bufón del infierno me estaba esperando. Fui emergiendo de mi cueva lentamente, lo hice con los ojos cerrados, sentí algo de aire fresco en mi cara.

Abrí los ojos. Solo recuerdo que vi algo y que el grito que pronuncié fue tema de conversación en el barrio durante días. No sabría explicar muy bien lo que vi, pero estoy seguro de que había algo allí, algo de cara desdibujada y colores chillones, algo que me acechaba y me acecharía para siempre.

Desde entonces jamás he vuelto a cubrirme la cara estando en la cama, nunca se sabe lo que se esconde detrás. 3 meses después llegó el circo a la ciudad, y con él la peor de mis pesadillas. Las calles se llenaron de enormes carteles que lo anunciaban, acróbatas, equilibristas, animales salvajes y como no, los payasos.

- Tranquilo Zhadiel, que no vamos a ir, nosotros iremos a ver una película al cine. ¿Quieres? - me dijo mi hermana, yo me limité a sonreírle.

Joder como quería a mi hermana.

A los pocos días escuché en las noticias de la tele que habían suspendido la inauguración del circo a causa de los asesinatos de algunos integrantes del mismo, anunciaron las víctimas, entre las cuales figuraba uno de los payasos del espectáculo, casi sentí alivio, porque no decirlo. Al parecer las muertes habían sido cometidas por un psicópata por el modo en el que había encontrado los cuerpos. Pero a mi no me importaba nada de eso, solo que ya no habría circo ni payasos deambulando por la zona.

Esa misma noche volví a sentir lo mismo que hacía meses, pero esa vez todo iba a ser diferente, iba a ser real. Tumbado en la cama permanecí despierto escuchando a mi madre hablar con mi hermana, la luz del pasillo entraba en mi habitación vagamente creando sombras indescriptibles. Estaba tranquilo, por lo menos de momento, mientras oía esas voces familiares al otro lado de la casa.

Las voces cesaron, y con ellas la luz. Todo quedó en calma en un segundo.

Algo no iba bien, todo había pasado muy rápido, y casi no había escuchado las puertas de las habitaciones cerrarse. Unos pasos decididos se acercaron hasta mi cuarto.

La puerta se abrió pero yo no podía ver nada, estaba todo a oscuras.

- ¿Mama? ¿Zhada?

Solo me respondió el silencio.

Lo que parecían unos cascabeles pasaron justo por mi lado. Alguien comenzó a reír exageradamente. Era un hombre. Entonces sentí algo de aire caliente en mi cara, un olor nauseabundo, era como si me estuvieran echando el aliento. No quería hacerlo, no quería alargar la mano para saber si realmente había alguien allí delante de mí, no quería pero tenía que hacerlo. Antes que pudiera palpar algo, una mano gigante me tapó la boca y me sacó bruscamente de la cama. Con los ojos algo acostumbrados ya a la oscuridad pude ver algo de mi atacante, su cara era muy blanca, y su pelo era verde. Entonces me miró, clavó sus ojos pintados en mí.

-¡BOOO¡ - gritó y luego siguió riendo.

Era un payaso.

No lo podía creer estaba ocurriendo de verdad. Me lanzo en el aire y me llevó acuestas como un saco de papas azotándome al mismo tiempo en el suelo. Yo no podía exhalar grito alguno, ni tan siquiera pude soltar una mísera lágrima, me limité a permanecer callado con los ojos pegados a su camisa roja de botones.

El payaso no habló en ningún momento, tan solo se reía como un desequilibrado y tarareaba inútilmente alguna musiquilla de circo. Me lanzó al suelo del salón y me hizo un gesto de silencio colocándose el enorme dedo índice sobre sus labios rojos. Encendió la luz y allí estaban, mi madre y mi hermana amordazadas cada una en una silla. Cuando me vio mi madre intentó ponerse en pie, gritar desesperadamente, pero no pudo. El payaso le propinó una bofetada partiéndole el labio.

Éste tomó entonces otra silla, la trajo dónde yo estaba y me sentó en ella, no sabía por qué, pero a mi no me ató para nada, me miró y guiñó un ojo. - ¡Que empiece el espectáculo! – gritó. Esas fueron las únicas palabras que escuche salir de su boca hasta el momento.

Yo seguía inmóvil, aterrorizado.

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