ANTOLOGÍA FORMACIÓN HUMANA. EL SER HUMANO
Enviado por gerardo.ag • 26 de Enero de 2016 • Informe • 17.528 Palabras (71 Páginas) • 303 Visitas
FORMACIÓN HUMANA I
EL SER HUMANO
OBJETIVO: El alumno identificará elementos que le ayuden a entenderse y a entender a los demás como personas.
UNIDAD I
CONCEPTO DE SER HUMANO
OBJETIVO: El alumno distinguirá diversas visiones del ser humano y reconocer su dignidad y valor personal y social.
- DIVERSAS VISIONES DEL CONCEPTO DE HOMBRE
OBJETIVO: El alumno identificará diferentes conceptos de hombre para definirse como persona distinta a otros seres por su dignidad.
¿POR QUÉ INTERESA SABER QUÉ ES EL HOMBRE?
Siempre al hombre le han inquietado las preguntas sobre el mundo que lo rodea, y todavía más sobre él mismo. Todo hombre serio y razonable se afana por preguntarse sobre su existencia y su destino. Asimismo, los fracasos de la vida personal y colectiva llevan sin duda a cuestionarse si la vida tiene sentido o si hay motivo para vivir; a lo cual se ha de añadir que la ineludible realidad de la muerte lleva necesariamente a preguntar por el significado último y definitivo de la existencia humana.
Todas estas interrogantes se agravan y se agudizan hoy, debido al cambio social, cultural y estructural en el hombre; también estas interrogantes se agravan por la movilidad humana, el consumismo, los problemas de orden económico, social, político y ético que cuestionan profundamente la razón de ser del mismo hombre. Complican la cuestión el progreso de la ciencia y de la técnica, el armamentismo, las guerras y las violaciones de los derechos humanos, las aplicaciones de inventos, como en ingeniería genética y otros muchos avances del mundo contemporáneo que problematizan a la misma humanidad.
Todo esto y sus agravantes no dejan de inquietarnos, pues en ellos estamos implicados o comprometidos y hemos de buscarle respuesta, que no será sino partiendo del concepto de hombre. Las necesidades y las conductas de los animales son estables y se encuentran dominadas en los ámbitos fisiológicos. Cada especie animal impone a sus individuos un conjunto de conductas características de su especie que no permiten las innovaciones individuales. De ahí que, las variaciones del comportamiento animal son limitadas y sólo pueden cobrar cierta relevancia consideradas a través de amplios periodos de tiempo.
En el caso de los seres humanos es distinto, aunque coincide con el resto de los animales en varias características fisiológicas, por encima de éstas, las necesidades y las conductas de los seres humanos trascienden del ámbito de la fisiología, el de la libertad, la moral y la cultura. Por lo que “lo humano” se encuentra siempre en evolución y variación.
El animal tiende a vivir en un medio específico, y cuando éste sufre cambios o es perturbado por alguna carencia o por algún peligro, el animal se orienta por las inclinaciones instintivas propias de su especie. “La conducta humana, en cambio, es diferente, pues, por una parte, el auténtico medio humano está constituido por el mundo socio-cultural. Indefectiblemente, la vida humana se desarrolla en un determinado momento y se encuentra influida por las ideas y las creencias de su sociedad. Así, las personas reciben todo un conjunto de pautas, de prescripciones y de prohibiciones, de valores y desvalores, en perpetuo flujo y movimiento, desde los cuales van interpretando la realidad y elaborando su conducta”.
“Por otra parte, los seres humanos no se pueden limitar a dejarse llevar por el mero gustar, ni por las inclinaciones instintivas, sino que las personas son libres y, por tanto, en cada momento tienen que elegir entre las diversas alternativas que se les presenten. A diferencia de los animales, las personas son conscientes, inteligentes y libres. Pero, justamente, por reunir estas características, en primer lugar, son capaces de apercibirse tanto de su propia realidad personal como de la realidad que les rodea; en segundo, pueden esforzarse en comprender ambas realidades y, en tercero, deben asumir la responsabilidad de ordenar y dirigir su propia conducta”.
“Así pues, los hombres y las mujeres, por ser conscientes, inteligentes y libres, son dueños y responsables de sus actos y de su propio destino”.
Mas, en la persecución de su propio destino, el ser humano se encuentra constantemente en la coyuntura moral de tener que decidir lo que debe hacer y no es suficiente tomar cualquier decisión, sino que ésta ha de ser siempre justificada racionalmente. Como afirma Ortega y Gasset, “debemos hacer lo que debemos hacer, y debemos evitar hacer cualquier cosa”; es decir, debemos cumplir con nuestra obligación y debemos evitar hacer lo primero que se nos ocurra o lo que “hace todo el mundo”.
El ser humano, por el hecho de ser libre, va construyendo su propio carácter mediante sus experiencias y acciones; ahora bien, la formación del carácter humano presenta una doble dimensión, a saber: en primer lugar, con cada acto elegimos una entre varias posibilidades; por ejemplo, en este momento puedo continuar estudiando o emplear mi tiempo en otra actividad: ver la televisión, oír música, jugar a los naipes, fastidiar a mi hermana, etc. y, en segundo lugar, con cada acto configuramos la conducta habitual: quien roba se hace ladrón, quien estudia se hace estudiante. Obrando mal, adquirimos hábitos negativos (vicios) y nos hacemos personas malas o viciosas; obrando bien, adquirimos hábitos positivos (virtudes) y nos hacemos personas buenas o virtuosas.
De este modo, nuestras realidades morales (los actos, los hábitos y el carácter) configuran una estructura circular: nuestros actos engendran nuestros hábitos, el conjunto de los cuales, a su vez, contribuye a formar nuestra manera de ser o carácter. Es decir, nuestro carácter, por una parte, es fruto de nuestra manera de obrar, pero, por otra, nuestros actos mismos y nuestros hábitos no son otra cosa que manifestaciones de nuestro carácter; esto es, casi siempre actuamos de acuerdo con lo que somos.
Pero conviene observar esta significativa particularidad de la conducta humana: lo negativo nos resulta fácil, lo positivo, difícil; en el vicio caemos fácilmente, pero en la virtud nunca se cae, sino que a ella sólo podemos arribar tras reiterados esfuerzos.
Sucede, pues, que una adecuada conducta moral exige esfuerzos intelectuales y volitivos (propios de la voluntad). Ahora bien, estos esfuerzos sólo son posibles cuando nos encontramos animados por cierta tonalidad afectiva y entusiasmo propicios. Sólo desde auténticos sentimientos podrá surgir un adecuado querer, una voluntad y una virtud auténticas; o, dicho casi a modo de sentencia: sólo desde “una vida en buena forma” podremos realizar nuestra adecuada formación.
...