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Adela Cortina. El mundo de los valores. Ética y educación

luispacholopez15 de Noviembre de 2012

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EL MUNDO DE LOS VALORES. ÉTICA Y EDUCACIÓN.

ADELA CORTINA. PRIMERA EDICIÓN 1997. EDITORIAL EL BUHO LTDA.

SANTAFE DE BOGOTA.

EPILOGO

MAPA DE LAS TEORIAS ETICAS

A lo largo de la historia se han ido pergeñando distintas propuestas éticas preocupadas por reflexionar sobre el hecho de la moralidad. Cada una de ellas trata, de un modo más o menos explícito, de dar razón de lo moral, que es lo que, en un sentido amplio denominamos «fundamentar lo moral», y también de ofrecer desde esos fundamentos una orientación para la acción. Ciertamente, cada propuesta ética tiene su peculiar e irrepetible configuración, pero en ocasiones resulta posible clasificarlas tomando rasgos comunes a algunas de ellas que les llevan a distinguirse de otras, revestidas de los rasgos contrapuestos.

Este procedimiento de clasificación y de establecimiento de tipos ideales no pretende hacer justicia completa a cada una de las teorías, pero sí permite comprender mejor las distintas propuestas éticas, ya que el método del contraste es uno de los que, al menos desde Aristóteles, viene ayudándonos a entendernos mejor. Desde esta perspectiva, podríamos distinguir los siguientes tipos de teorías éticas:

1) Éticas descriptivas y éticas normativas

Las primeras se limitan a describir el fenómeno moral, sin pretender en modo alguno orientar la conducta. En este sentido, más que de teorías éticas, entendidas como una dimensión de la filosofía práctica, se trata de reflexiones propias de las ciencias sociales, como son la antropología, la psicología, la sociología o la historia de lo moral.

También puede considerarse como ética descriptiva buena parte de la filosofía del análisis del lenguaje moral, cuyo nacimiento puede datarse en la obra de G.E. Moore, Principia Ethica, 1903. Un nutrido grupo de representantes de este tipo de ética se limita explícitamente a describir qué hacemos cuando empleamos el lenguaje de lo moral, precisamente porque no desea prescribir la conducta ni siquiera de forma mediata.

Las éticas normativas, por contra, conscientes de que la filosofía práctica siempre norma de algún modo la acción, no se conforman con describir lo moral, sino que tratan de dar razón del fenómeno de la moralidad, sabiendo que, al fundamentarla, están ofreciendo orientaciones para la acción: están normándola. Claro ejemplo de éticas normativas serían las kantianas, el utilitarismo, la ética de los valores, o las actuales éticas comunitarias.

2) Éticas naturalistas y no naturalistas

Las éticas naturalistas entienden que los predicados morales no se refieren a ningún tipo de cualidades misteriosas, distintas de las que pueden ser empíricamente contrastables. Por el contrario, consideran que los fenómenos morales son fenómenos naturales, reductibles a predicados sea de corte biológico, genético, psicológico o sociológico. En este sentido se han pronunciado las éticas de corte empirista (emotivismo, utilitarismo), los diversos positivismos (Helvetius, Comte), el Neopositivismo Lógico del Círculo de Viena (Schlick, Ayer, Kraft), pero también algunas corrientes de la sociobiología.

Si tomáramos los textos de Nietzsche como una cierta propuesta ética, cabría considerarla como un cierto naturalismo vitalista de cuño biológico.

Las éticas no naturalistas entienden que los predicados morales son predicados específicos de la moralidad, irreductibles, por tanto, a cualesquiera predicados naturales. No naturalistas son las distintas modalidades de intuicionismo (Ética material de los Valores, movimiento personalista, teorías de G.E. Moore, de H.A. Prichard, de WD. Ross), las corrientes kantianas, o las «místicas», en el sentido de Wittgenstein, que sitúan la moral "fuera del mundo», es decir, la consideran irreductible a los hechos empíricos.

3) Éticas no cognitivistas y cognitivistas

Las éticas no cognitivistas consideran que las cualidades morales no son objeto de conocimiento del mismo modo que lo son las naturales. Pero además en los últimos tiempos la noción de «no cognitivismo» se ha ampliado y alcanza a cuantas teorías afirman que sobre lo moral no se puede argumentar, porque de los enunciados morales no puede decirse que sean verdaderos o falsos y, por lo tanto, son «pseudoenunciados». Sólo los enunciados de hecho, susceptibles de verificación o falsación, constituyen conocimiento. De ahí que -afirman las teorías no cognitivistas- en las cuestiones morales no quepa alcanzar una intersubjetividad racionalmente fundada. En este sentido se pronuncian las distintas corrientes cientificistas, que niegan a la moral, no sólo el carácter de ciencia -en lo cual tendrían razón-, sino también el de saber racional. Racional únicamente sería el conocimiento científico teórico, no los discursos prácticos.

Éticas cognitivistas, hoy en día, son más bien aquéllas según las cuales sobre lo moral se puede argumentar y llegar a acuerdos intersubjetivamente fundados, porque existe una racionalidad práctica que funciona de forma análoga a como funciona la racionalidad teórica. La racionalidad práctica tiene sin duda sus peculiaridades, pero es «racionalidad» y, por lo tanto, sobre lo moral se puede argumentar y llegar a acuerdos intersubjetivos, racionalmente fundamentados: no es ciencia, pero sí un saber racional, intersubjetivable. Las éticas kantianas se consideran cognitivistas en este sentido.

4) Éticas materiales y formales

Es Kant quien introduce por vez primera la distinción entre éticas materiales y formales, una de las más célebres distinciones de la historia de la ética occidental. A su vez Kant señala que las éticas precedentes eran materiales, mientras que la suya es formal.

Las éticas materiales consideran que es tarea de la ética dar contenidos morales, dar «materia» moral, mientras que las éticas formales atribuyen a la ética únicamente la tarea de mostrar qué forma ha de tener una norma para que la reconozcamos como moral. Con lo cual las éticas formales son normalmente deontológicas, es decir, se ocupan del deon, del deber.

Por lo que respecta a las éticas materiales se escinden tradicionalmente a su vez en éticas de bienes y de valores. Y las primeras -las éticas de bienes- se han venido escindiendo también en éticas de móviles y éticas de fines. Veamos, pues, cómo se articulan.

A) Según las éticas de bienes, para entender qué es la moral conviene descubrir ante todo el bien o fin que los seres humanos persiguen; es decir, el objeto de la voluntad humana, y después esforzarse en describir su contenido y en mostrar cómo alcanzarlo.

La ética occidental, como teoría elaborada, nació en Grecia como lo que más tarde se ha llamado «ética material de bienes», ya que los grandes éticos griegos (Sócrates, los sofistas, Platón, Aristóteles, los epicúreos o los estoicos) se preocupan por averiguar cuál es el fin o bien que los seres humanos buscan, para determinar desde él cómo alcanzarlo, qué debemos hacer.

En este sentido podemos decir que tanto la mayor parte de éticas griegas como el neoaristotelismo y los hedonismos son éticas materiales de bienes. No así el neoestoicismo de cuño kantiano, que ha iniciado el deontologismo formal.

Ahora bien, como hemos apuntado, en el seno de las éticas de bienes se produce, a su vez, una interesante escisión entre las éticas de fines y las de móviles, a la hora de determinar en qué consiste el bien de los seres humanos:

a) Las éticas de fines creen que para determinar en qué consiste el bien humano es preciso desentrañar cuál es la esencia del hombre, ya que, descubriéndola, podremos afirmar que su bien y su fin consisten en realizarla en plenitud. Por eso acuden a la metafísica, que es el saber capaz de desvelar la esencia de los seres, y recurren al método creado por Aristóteles, el método empírico-racional, que parte de la experiencia y prosigue sus indagaciones a través de los conceptos.

b) Las éticas de móviles, por su parte, juzgan necesario para determinar el bien de los seres humanos indagar empíricamente cuáles son los móviles de la conducta humana: qué bienes mueven a los hombres a obrar. Para descubrir tales móviles recurren a la psicología y a un método empirista, capaz de detectar los móviles empíricos de la conducta.

Éticas de fines son, por ejemplo, las de Sócrates, Platón, Aristóteles y también las corrientes seguidoras de Aristóteles que, a través de la Edad Media, llegan hasta nuestros días, muy especialmente el tomismo, la Neoescolástica y algunas corrientes comunitarias actuales.

En lo que respecta a las éticas de móviles, vienen construyéndose desde los sofistas y los epicúreos, en Grecia; y en la época moderna son paradigmáticas las posiciones de Hume y del utilitarismo, tanto clásico (James Mill, Jeremy Bentham, John S. Mill) como contemporáneo (R.B. Brandt, J.C. Smart, D. Lyons, J.O. Urmson).

B) En el siglo XX entra en escena otro tipo de ética material -la Ética material de los Valores-, convencida de que el contenido central de la ética no son los bienes, sino los valores. Los seres humanos no sólo poseemos razón y sensibilidad, sino también una intuición emocional por la que captamos el contenido de los valores -su materia-, sin necesidad de extraerla de la experiencia: la ética puede ser material sin ser empirista. Y las restantes categorías de lo moral -bien, deber- pivotan

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