Aspectos éticos y técnicos de la evaluación del aprendizaje

Aspectos éticos y técnicos de la evaluación del aprendizaje

Al abordar la ética y las técnicas en los aspectos más elementales de la evaluación del aprendizaje los vínculos humanos toman un papel de gran relevancia, tanto en el proceso de evaluar inherente al docente, como en el ser evaluado, en el que participa el estudiante; lo que requiere por una parte, el manejo de datos y los registros de avance y evolución del aprendiz, tanto en contenidos teórico-conceptuales como habilidades humanas; además de requerir la sensibilidad del docente para comprender el contexto en el que se desarrollan los procesos de aprendizaje, el alumno y sus características y las condiciones de vida de la sociedad a la que pertenece. Una técnica de evaluación bien implementada al momento de abordar una etapa diagnóstica puede ser útil para adaptar la planeación prevista a las condiciones y necesidades de un grupo, pero atravesará forzosamente la distintiva ética del profesor al momento de dirigirse al resultado; en base a ello, aspectos tan sencillos como la relación de los maestros con sus alumnos, la formación que impactó su etapa como estudiante y lo que éste comprende como evaluar, serán referentes de su utilización de las técnicas en los procesos de evaluación y en la implementación de las pautas requeridas para el seguimiento y la intervención didáctica oportuna.

Por otra parte, en el momento de una evaluación sumativa, la técnica de estimación y ponderación dispuesta debe estar apegada a un trabajo colegiado y a los objetos de aprendizaje que estima el programa de dicha unidad de aprendizaje curricular, por ello factores como la media se deben considerar como datos fríos pero útiles al reflejar el aprendizaje colectivo pero no el subjetivo, y dan pie a implementaciones y modificaciones basadas en un trabajo colegiado que incidirá en el desarrollo del sector escolar con el que se está trabajando. La ética del docente debe trabajar paralelamente a las normativas de toda la comunidad escolar para beneficio colectivo, pero en la comprensión de que tanto los resultados de aprendizaje como las reglas institucionales van a ser flexibilizadas por las características de los alumnos y la mutua influencia que ejercen entre sí maestros y estudiantes.

Existe una etapa intermedia que es la evaluación formativa que debe ser impulsada por el docente o instructor para mayor conveniencia hacia la autoevaluación y la coevaluación para volver partícipes activos a cada uno de los pupilos, comprometiéndolos con conciencia al mejoramiento de las competencias en cuestión y alternar la responsabilidad del seguimiento con el maestro y sus compañeros, pero esto requerirá además rúbricas, escalas de valores  y momentos de reflexión adecuados y útiles para todos los actores de la evaluación, para ello una ética congruente con la integración y la vinculación cordial de los actores sería útil si el propósito del profesor es llevar al grupo, tanto en lo colectivo como en lo individual, a otro nivel. De ahí una pregunta importante es ¿Qué es lo que pretende el docente al ejercer la evaluación? Y si sus métodos de evaluación son congruentes dentro de un aula frente a grupo como en la introspección del resultado numérico que registrará con el resultado de la evaluación.

De acuerdo con Perrenoud (2008, p.15) “La evaluación formativa introduce una ruptura, porque propone desplazar esta regulación al nivel de los aprendizajes, e individualizarla” y por ello limitar las condiciones arbitrarias a que nos puede llevar la búsqueda de la excelencia, la ética centrada en el aprendizaje y en la alternancia del poder evaluativo con los alumnos puede ser mayormente efectiva. Ahora surge otra pregunta ¿Puede ser confiable aquella evaluación que se realiza por parte de los alumnos en determinados momentos o sólo es confiable la del profesor? Para Biggs (   ) el docente trabaja sobre objetivos y el alumno trabaja sobre los aprendizajes y esto sugiere que muchas veces lo que se encuentra dentro de determinada curva numérica es implícitamente correcto, esto no da pie a la valoración del pensamiento divergente y las capacidades que derivan de ello, pero sólo a través de una ética que tome a consideración lo tanto lo convergente como lo divergente podrá sacar provecho y valoración de los aspectos procedimentales y conceptuales  mediante las técnicas estimativas adecuadas.

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