COMO SER LAICO
Enviado por deadmonkey • 26 de Abril de 2015 • 3.621 Palabras (15 Páginas) • 271 Visitas
COMO SER LAICO
POR MICHELANGELO BOVERO
Laico es quien ejerce su libertad frente a los dogmas, laico es quien reivindica para sí mismo el derecho ele pensar diversamente sobre cualquier asunto, laico es quien no escucha el canto de la ortodoxia, laico es quien mira de frente el problema de la convivencia de las creencias y los valores: laico es este ensayo luminoso de Michelangelo Bovero, una pieza decantada del arte de la reflexión. La primera parte del presente escrito retoma, con algunas variantes, un culícido ya publicado en agosto del 2000 en Bucareli 8, suplemento de El Universal.
Yo soy laico. De eso estoy seguro. Y estoy seguro que muchos de los lectores de estas páginas no necesariamente todos comparten la misma seguridad. ¿Pero estamos en verdad seguros de lo que esto significa? Para verificar que existe este acuerdo, al menos para aquellos que comparten mi declaración de laicidad aunque el experimento debería interesar también a aquellos que no la comparten, quisiera retomar aquí el hilo de algunas reflexiones que vengo desarrollando hace tiempo, en torno a las nociones de “pensamiento laico” y de “política laica”.
Cuando uso la expresión “pensamiento laico” no intento referirme, en primer lugar, a una “filosofía” cualquiera, a un cuerpo de doctrinas elaborado por grandes (o pequeños) pensadores; aludo, más bien, al menos preliminarmente. a una cierta “visión de las cosas”, a una concepción general (y genérica) del mundo y de la vida individual y social, personal y colectiva: justo ese modo de ver la realidad, de asumir posturas y tomar posiciones frente a ella, que cada uno de nosotros (laicos) presupone implícitamente cuando declara, o simplemente piensa, “yo soy laico”, para diferenciarse de un católico, o de un clerical, pero también de un protestante o de un islámico o de un hinduista, etcétera, en suma, de aquellos que se reconocen en una confesión cualquiera, que adhieren a cualquier doctrina firmemente “creída”. ¿Implica esto, quizá, que el laico no tiene ningún “credo”, es decir, que no tiene convicciones (fuertes), y si las tiene no es ya un laico? De inmediato somos llevados a decir que no. Pero de esa manera hemos llegado ya cerca del problema al que aludía: ¿quién es el laico, si es verdad por definición lexicográfica que es no-religioso, no-confesional, pero no es cierto que no “cree” en nada? Frente a aquella visión del mundo que parece implícita en la declaración “yo soy laico”, frente al “pensamiento laico” que simplemente presuponemos con tal profesión de no-fe, deberemos plantear tres preguntas: 1) ¿existe?, ¿corresponde a algo real y consistente, clara y unívocamente identificable?; 2) ¿cómo es definible o redefinible?; 3) ¿cómo es defendible?, ¿es un pensamiento fundado?, ¿cuáles son sus principios, con qué argumentos se puede sostener?
Afrontemos antes que nada la primera cuestión: ¿la “laicidad” es algo unívocamente reconocible, claramente identificable? Para intentar responder propongo un experimento mental. Supongamos que nos encontramos en un contexto cultural, histórico y geopolítico determinado, por ejemplo el irlandés, caracterizado por la contraposición entre protestantes y católicos, e imaginemos que en el curso de una discusión en la que participan también un protestante y un católico, yo llegue a declarar “soy laico”: imaginemos ahora que, en un cierto punto, intervenga un cuarto interlocutor, y que éste declare a su vez: “también yo soy laico”. Pregunto: ¿esto significa tal vez que el último participante en el diálogo pretende comunicarme que tenemos la misma visión del mundo en general, y que ella nos conduce a asumir la misma actitud frente a ese problema político específico? No necesariamente. En primer lugar, es totalmente admisible y no implica contradicciones que yo me ponga del lado del partido republicano católico, es decir, que asuma al menos algunas de las razones políticas sostenidas por el interlocutor católico. sin dejar de ser laico, y que al mismo tiempo el otro laico, siempre sin dejar de serlo, se ponga del lado del partido unionista protestante, asumiendo algunas de sus razones políticas de fondo. Lo que ninguno de los dos puede hacer, pues sería contradictorio con nuestra declaración común de laicidad, es aprobar una tesis según la cual Irlanda debería convertirse en un Estado confesional, sin importar que sea católico o protestante. Pero supongamos en cambio en segundo lugar que además de rechazar la perspectiva de un Estado irlandés confesional (de uno u otro tipo), ambos laicos reconozcamos estar de acuerdo sobre la postura a tomar frente a los problemas políticos mayores que agitan el caso irlandés (independencia o autonomía, forma de gobierno, etc.): no obstante ello, más allá de ese caso específico. podríamos descubrir que tenemos concepciones del mundo y hasta orientaciones políticas generales muy diversas entre sí a pesar de ser laicos los dos.
Para simplificar: existen laicos de derecha y de izquierda. Bobbio es un laico de izquierda, y yo me reconozco en la misma posición; pero laicos de derecha fueron, por ejemplo, Luigi Einaudi. Benedetto Croce. Isaiah Berlin… En la derecha actual no se me ocurren ejemplos de personajes vivientes de la misma estatura. Tengo en mente, sin embargo, un politólogo italiano famoso, seguramente laico, cuya visión política general y cuyas convicciones específicas sobre las instituciones de la democracia, son muy distantes a las mías. Lo que me sugiere proseguir el experimento mental confrontando idealmente mi posición con la del famoso politólogo: me pregunto (con cierta irritación) si hay algo que nos una por el hecho de ser ambos laicos. Lo reconozco: por ejemplo, los dos alimentamos una profunda aversión por la ingerencia (muy pesada) de la iglesia católica en la política italiana. ¿Tenemos por ende una identidad laica común? Me veo forzado a admitirlo: pero esto me parece, en cualquier caso, un factor débil de identidad. En ciertos sentidos, incluso equívoco, y de cualquier modo no determinante o no conclusivo. Tanto así que puedo encontrarme más fácilmente de acuerdo con algunos aspectos de la pars destruens de ciertos discursos del Papa, por ejemplo sobre la mercantilización universal, que con aquel politólogo famoso.
Nuestro (doble) experimento mental parece pues inducirnos a reconocer que la laicidad es un carácter común a muchos sistemas de convicciones y opiniones, y que tal carácter puede ser escasamente cualificante. Cuando decimos que una cierta concepción A es laica no excluimos que una concepción B muy diversa de A pueda ser también laica, sino más bien indicamos con ese atributo un rasgo que se encuentra efectivamente tanto en A como en B: un rasgo en cualquier caso identificante, aunque sea en modo débil, porque
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