Conciencia Moral
Enviado por kathyyhernan • 2 de Octubre de 2012 • 15.032 Palabras (61 Páginas) • 815 Visitas
CONCIENCIA MORAL
CARLOS GÓMEZ
El término «conciencia» puede referirse, en primer lugar, a la
percatación o reconocimiento de algo exterior o interior, siendo este
sentido susceptible de desdoblarse en otros tres al menos: el
psicológico, el epistemológico o gnoseológico y el metafísico. Se puede
emplear también para apuntar al conocimiento del bien y del mal y, en
este caso, se habla de conciencia moral. Aunque entre ambos sentidos
se han dado frecuentes confusiones, algunas lenguas emplean
términos diferentes para los mismos, como consciousness y conscience
en inglés, o Bewusstsein y Gewissen en alemán 1.
Aunque de raíces lejanas, el tema de la conciencia ha ido
adquiriendo una progresiva importancia en el desarrollo de nuestra
cultura y, pese a las críticas a que ha sido sometido desde diversos
frentes en la filosofía contemporánea, hoy juega un papel central en la
teoría moral. Pues ni la filosofía de la sospecha, ni el estructuralismo y
la «muerte del sujeto», ni el paso de la conciencia al discurso de las
recientes éticas comunicativas han borrado ese papel, aunque,
indudablemente, nos obliguen a replantearlo teniendo en cuenta esas
críticas y esos nuevos enfoques. La importancia que la modernidad ha
otorgado a los conceptos de autonomía y subjetividad, así como los
principios de tolerancia y libertad que se han acabado imponiendo (al
menos como ideales) en un mundo pluralmente valorativo han
coadyuvado decisivamente a ello.
En las páginas que siguen atenderemos a tres aspectos
principalmente: señalaremos algunos de los hilos principales de la
historia de la noción de conciencia (1), para atender con posterioridad
a dos teorías -la psicoanalítica y la cognitiva- sobre la génesis de la
conciencia moral (2), y concluir con algunas consideraciones desde la
perspectiva de las recientes éticas del discurso y los debates en torno
al concepto de disidencia ética (3).
1. Historia de la noción de conciencia
a) Las fuentes griegas y bíblicas
Para rastrear los orígenes del concepto en nuestra tradición, hemos
de retrotraernos a sus fuentes griegas y judías. El término griego,
synéidesis, es posterior a la noción misma que va elaborándose a
través de la tragedia, las corrientes órficas y, sobre todo, el
pitagorismo, en donde cobra una importancia decisiva el examen de
conciencia por el que se enseña a «avergonzarse ante uno mismo más
que frente a los otros». A partir de ahí, el concepto se transmitirá tanto
a Demócrito por una parte, como a Sócrates, Platón y Aristóteles por
otra 2. Pero será entre epicúreos y estoicos donde el concepto
alcanzará un mayor relieve como crítica del propio comportamiento,
bien a través del examen entre maestro y discípulo, bien como examen
ante sí mismo interiorizando el maestro juez s. Al acentuar la naturaleza
racional de la moral, los estoicos harán de la conciencia la voz racional
de la naturaleza, con un alcance universalista y hasta cósmico, lo que
llevará a la idea de una humanitas, común a griegos y bárbaros, más
allá de las diferencias extrínsecas que se dan entre los hombres. A
través de la oikeiosis (autopercepción), el hombre puede conocer en
su interioridad la ley natural conforme a la cual ha de vivir.
Concepciones todas ellas que penetrarán en el cristianismo y en la
teoría de la ley divina, no escrita y eterna, como fundamento de la
moralidad 4.
Pese a la fortuna que conocerá en el cristianismo, el Antiguo
Testamento bíblico desconoce el término, aunque no la noción. Esta se
expresa a través de las categorías del «corazón» (como interioridad
constitutiva del hombre, donde la palabra de Dios llega como un juicio;
fuente íntima de toda resolución religiosa y toda valoración moral en el
seno de la comunidad a que el individuo pertenece y a la que esa
palabra ha sido dirigida) y de la «sabiduría», que más que a una
actividad puramente intelectual se refiere a la relación entre dos
personas, en las que se implican muy diversas dimensiones y, entre
ellas, el discernimiento ético 5.
De todas formas, es preciso esperar al Nuevo Testamento para que
el término aparezca explícitamente en san Pablo, que lo toma en
préstamo del helenismo, si bien su reflexión está precedida por ese
fuerte proceso de interiorización que los evangelios otorgan a la moral
y que toma al corazón como testigo más allá de la simple fidelidad a
determinados preceptos.
En san Pablo, el término synéidesis se pone al servicio de la nueva
concepción teológica, recogiendo sin embargo el aspecto de globalidad
y centro de la persona que expresaba el «corazón» bíblico y por el que
la «conciencia» viene a equipararse con la fe. Pero junto a ese sentido
aparece asimismo el de testigo y juez interior del valor moral, el de
instancia crítica del propio comportamiento (Rm 2, 15; 2 Cor 1, 12). Y
también el de mediación anticipativa que hace responsabilizarse de lo
que se va a hacer, como se pone de manifiesto en la disputada
cuestión de los idolothytos, de la comida destinada a los ídolos, que
trata en los textos paralelos de 1 Cor 8 y Rom 14. Ahí san Pablo
defiende la necesidad de seguir el dictado de la propia conciencia y el
deber de respetar la conciencia ajena, aun cuando fuera errónea. Esto
es, la primacía absoluta de la conciencia a la hora de decidir. Posición
a la que, como no se ha dejado de observar,
«ha sido fiel en teoría la tradición cristiana de teología moral; aunque quizá
ha puesto muchas veces tanta insistencia en la necesidad de la «formación
de la conciencia» según normas objetivas y autoridad, que ha podido reducir
en exceso la realidad de dicho primado» 6.
b) Elaboraciones medievales
En la tradición cristiana posterior prevalece en un principio la
concepción religiosa de la conciencia como manifestación de la voz de
Dios y como centro unificante de la persona, como interioridad que
define al hombre, según subrayará san Agustín. Pero lo que da el tono
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