Consecuencias del COVID-19 sobre la salud mental de la población joven y adulta de China durante el periodo de pandemia 2019-2020
Enviado por ambarzucena • 28 de Marzo de 2022 • Ensayo • 2.537 Palabras (11 Páginas) • 86 Visitas
I. Tema delimitado / Pregunta de investigación y esquema
Consecuencias del COVID-19 sobre la salud mental de la población de Wuhan, China durante el periodo de pandemia 2019-2020
1. Introducción
2. Impacto psicológico en el ámbito personal
2.1. Estrés emocional
2.2. Ansiedad
2.3. Depresión
3. Impacto psicológico en el ámbito social
3.1. Comportamientos de precaución
3.2. Comportamientos de evitación
4. Cierre
En el mes de diciembre del año 2019 emergió en la provincia de Hubei, en Wuhan, China un masivo brote de casos por infección respiratoria. El 31 de diciembre de ese mismo año, China alerta a la OMS (Organización Mundial de la Salud) sobre varios casos de neumonía asociados con un virus desconocido que fue denominado un nuevo tipo de coronavirus por la OMS (Zi Yue 2020). El nuevo virus es denominado temporalmente coronavirus nuevo de 2019 (2019-n-Cov) y, posteriormente, fue oficialmente nombrado COVID-19. El 7 de enero del 2020, se informa la primera muerte a causa de coronavirus, un hombre de 61 años que había visitado el mercado mayorista de mariscos de Huanan, lugar donde se cree que se originó el virus (Talha 2020: 238).
A partir de este caso, el gobierno chino decide tomar medidas restrictivas para evitar la propagación del virus. Entonces, el 23 de enero, el Organismo de Control y Prevención de la Epidemia de Wuhan suspendió los servicios de autobús, metro, transporte de larga distancia, aeropuerto y ferrocarril de la ciudad. Este último punto tuvo un gran efecto pues, como indica Talha “bajo circunstancias normales, al menos 3 billones de viajes se hubiesen realizado en China […] Según el alcalde de Wuhan, solo 5 millones de residentes ya habían dejado la ciudad cuando la cuarentena se dictó” (2020: 238). Es decir, que evitó una mayor propagación del COVID-19. Asimismo, el gobierno canceló grandes eventos públicos y reuniones, y cerró los parques, colegios, universidades, gimnasios, bibliotecas, organismos gubernamentales y fábricas. Las únicas excepciones fueron los hospitales, supermercados, tiendas, farmacias y otros comercios que eran considerados necesarios para mantener las necesidades básicas de los habitantes (Zhao 2020: 217). Junto a esto, Zhao indica que las personas empezaron a “adoptar medidas para protegerse, como permanecer en el hogar todo lo posible, limitar los contactos sociales y usar mascarilla en el exterior” [la traducción es mía] (2020: 217). Esto indica que las medidas tomadas por el gobierno chino no fueron tan solo de índice obligatorio, sino que, al concientizar a su sociedad, estos también aportaron al cumplimiento de las medidas establecidas. Sin embargo, no se puede negar el carácter drástico del gobierno.
Desde entonces, el COVID-19 ha sido abordado desde distintas disciplinas. Por un lado, desde la perspectiva biológica, el COVID-19 se ha denominado por la Universidad de Oxford como un “virus de ácido ribonucleico, que presenta diferentes formas y un cuerpo rodeado de espículas o protuberancias, y que es responsable de diversas enfermedades, sobre todo respiratorias, en el ser humano y en diversos mamíferos y aves”. Por otro lado, desde una perspectiva antropológica, se ha estudiado la evolución de las variantes de coronavirus como “el SARS-CoV (coronavirus del síndrome respiratorio agudo y grave) del 2003 y el MERS-CoV (coronavirus del síndrome respiratorio agudo y grave de Oriente Medio) de 2009” (Zhao 2020: 217). Desde una perspectiva económica, se le ha definido como un “shock negativo [en la] oferta y demanda en la economía china que causó su primera tasa de crecimiento negativa desde 1976” (Tórtola 2020: 29). De esta manera, podemos presenciar que los estudios en torno al COVID-19 no se limitan al ámbito de la salud (determinando su diagnóstico, síntomas y posibles tratamientos), sino que también puede ser estudiada a nivel biológico, antropológico, económico, salud, entre otros.
Dentro de este variado marco de enfoques de estudio del COVID-19, el presente trabajo responderá, bajo un enfoque sociopsicológico la siguiente pregunta: ¿Cuáles son las consecuencias del COVID-19 sobre la salud mental de la población de China durante el periodo de pandemia 2019-2020? Para cumplir con este objetivo, el desarrollo del texto abordará, en primer lugar, el impacto psicológico a nivel personal, y, en segundo lugar, el impacto psicológico a nivel social.
La primera manera en la que la salud mental de la población china se vio afectada fue a nivel personal. Como se indica en el estudio realizado por Serafini, “Tras el brote de coronavirus emergieron […] muchos problemas psicológicos como el estrés, la ansiedad, la depresión […] en respuesta a la cuarentena masiva impuesta por el gobierno chino […]” [la traducción es mía] (2020: 531–537). Y si bien estas son respuestas psicológicas naturales ante la presencia de una situación inesperada o de dificultad, el problema recae en que, como dice Xu, los altos y continuos niveles de estrés pueden agravar los síntomas de estos trastornos de estado de ánimo (2020). Es así como podemos concluir que los altos niveles de estrés producidos por el COVID-19, en el caso de China, ocasionaron un declive en la salud mental.
De esta manera, el impacto psicológico se manifestó principalmente en tres estados afectivos: el estrés, la ansiedad y la depresión. Sin embargo, estos conceptos, como aclara Sierra, suelen ser confundidos en la actualidad y, a menudo, utilizados sin distinción alguna o de manera errónea (2003: 49). Por esta razón, las investigaciones realizadas en torno al impacto psicológico del COVID-19 fueron realizadas con métodos de estudio que están aprobados por la comunidad científica debido a su capacidad de otorgar resultados que mantienen la diferenciación neuro-psico-fisiológicas entre los tres.
El primer problema psicológico destacable en la población china durante el periodo de pandemia fue el estrés. La comunidad neuropsicológica entiende por estrés al “resultado de la incapacidad del individuo frente a las demandas del ambiente” (Sierra 2003: 49). El estrés “integra tres componentes: el psico, el social y el biológico [y es considerado como] la relación entre la persona y su entorno” (Sierra 2003: 47). Por esta razón, como concluye Sierra, los niveles de estrés varían en consecuencia a la manera en la que el individuo percibe a su entorno (2003: 47). Entonces, en una situación inesperada que exige un cambio, como la de la cuarentena obligatoria y el brote de un nuevo virus, la manera en la que el individuo percibe la situación ocasiona que sus niveles de estrés aumenten —puesto a que nuestro cuerpo no puede combatir el peligro de manera física— lo que resulta en la presencia de conductas indicadoras de un declive en la salud mental. Para evaluar los niveles de estrés por parte de la comunidad china se utilizó la Escala de Trastorno de Estrés Agudo (TEA) de 13 ítems para determinar su gravedad. Según el estudio de Liu, “el 8,1% de la población informó niveles de estrés moderado a severo” [la traducción es mía] (2020: 2). Esto se ve respaldado por el estudio guiado por Zhi el cual indica que las experiencias estresantes tuvieron una correlación positiva y significativa con el TEA y una negativa con indicadores de protección (resiliencia, apoyo social y estrategias adaptativas) y apoyo social. (2020: 1082-1083). Es decir, mientras más expuestos estuvieran a situaciones estresantes, más probabilidad tenían de poseer un desorden TEA. Por otro lado, mientras más apoyo social tuvieron y más se adaptaron a las medidas tomadas por el gobierno chino, la probabilidad de sufrir de TEA disminuyó.
Asimismo, otro estudio guiado por Sun, inclinado más al análisis de PTSD (Post-Traumatic Stress Disorder por sus siglas en inglés o Desorden de Estrés Post-Traumático en español) concluyó que “la prevalencia de PTSD un mes después del primer brote de COVID-19 fue del 4.5% en China” [la traducción es mía] (2021: 128). Además, Sun indica que aquellos individuos cuyo contacto fue mayor con pacientes que padecían de este virus fueron más susceptibles y presentaron una mayor severidad de PTSD (2021: 127). En otras palabras, dentro de una situación en la cual el entorno no fue favorable para contrapesar el estrés ocasionado por el COVID-19, el impacto psicológico en relación con el estrés fue mayor que en aquellos casos en los que el sujeto estaba más expuesto al virus (llegando a un nivel de PTSD, por ejemplo).
La segunda manera en la que el impacto psicológico se manifestó fue en forma de ansiedad. La ansiedad, como indica Sierra, se denomina como “un estado de inquietud desagradable caracterizado por [...] la sensación de catástrofe o de peligro inminente, [...] donde el individuo trata de buscar una solución al peligro, por lo que el fenómeno es percibido con total nitidez” (2003: 17). A diferencia del estrés, que es una respuesta fisiológica que se activa ante una situación de “peligro” y pone al sujeto en modo alerta instintivamente, la ansiedad es una respuesta fisiológica que busca una respuesta adaptativa para mejorar su rendimiento. Sin embargo, la patología se presenta esta pasa de ser un estado de adaptación a un estado constante e intenso, es decir, a un trastorno de ansiedad.
De esta manera, se realizaron estudios para analizar los niveles de ansiedad presentes en la población china durante el periodo de pandemia 2019-2020. El estudio de Liu en el periodo enero-febrero del 2020 informó que “el 28,8% de la población china presentó síntomas de ansiedad de moderados a graves” [la traducción es mía] (2020: 2). Posteriormente, para evaluar los rasgos de ansiedad presentes en la población, Wei realizó un estudio transversal a ciudadanos de Wuhan, China (cuyo rango de edad estaba entre los 12 y 18 años, y que no habían sido contagiado por el virus) a través de redes sociales. Para este estudio, se utilizó la HADS (La escala de ansiedad y depresión hospitalaria) que consta de catorce elementos (siete relacionados a la ansiedad y los otros siete a la depresión) que determina los niveles de ansiedad y depresión que una persona está experimentando. Los resultados indicaron que factores como el no salir del hogar, la insuficiencia de alimentos, la mala calidad del sueño, la falta de comunicación cara a cara y la falta de placer o interés se asociaron con un mayor riesgo de ansiedad y depresión. Asimismo, las restricciones en el hogar sobre el estudio, el tiempo frente a la pantalla y la información de navegación sobre COVID-19 se asoció significativamente con un mayor riesgo de ansiedad (Wei 2020: 314-315).
...