Discurso público

Discurso público

Buenas tardes autoridades presente, profesores, compañeros, familiares y a todo quienes nos acompañan el día de hoy.

Estimado público presente.

Me encuentro hoy ante ustedes para presidir la ceremonia de titulación de kinesiología, para todos mis compañeros, hoy colegas para llegar a este día tuvimos que esperar muchos años, a algunos nos costo un poco más y alargamos nuestra estadía en la universidad, pero sin duda para todos nosotros ha sido un sacrificio. Y no uno fácil.

Este diploma, el cual colgaré orgullosamente en mi casa, no es solamente mío. Lleva mi nombre, pero no dice nada de quienes realmente lo hicieron. Este diploma no se logró solamente mediante párrafos de seda que aprendí a escribir en un aula junto con estudiantes que se nutrieron de conocimiento. Pertenece a mis padres, quienes se sacrificaron tanto para que su hija pudiera tener éxito en este país.

Durante todos estos años hemos acumulado experiencias, momentos, recuerdos, en cada lugar de nuestra universidad, en sus clases, en alguna de sus aulas, en los pasillos, en la cafetería, o en una de sus múltiples escaleras, y la verdad que todos ellos nos acompañaran para siempre.

Porque cada situación que hemos vivido estos últimos años ha tratado de forjar en nosotros a un profesional, pero más que eso han forjado nuestro carácter, una forma particular de ver la vida, de apreciarla, de darle valor a aquellas cosas que antes no le dábamos el valor necesario, porque puedo afirmar con seguridad que ninguno de nosotros ha quedado al margen de las realidades que vimos en nuestro año de práctica. Realidades tan distintas, cada una con una historia particular, de las cuales en más de alguna ocasión nos involucramos más allá de lo profesional, y entramos al ámbito personal, de contención. Pasamos de una rehabilitación física a una rehabilitación de las cosas del alma, de situaciones que no se resuelven con años de universidad, ni logros académicos, sino que se resuelven - en parte- por apreciar a quien tengo a mi lado, por valorar la vida de quien no conozco.

Cada uno de nosotros ha dejado su propia marca, ya sea por una presentación en una clase, por una respuesta que dio a una pregunta de un profesor, por esa nota que saco en una asignatura, o lo más importante, la huella que nos hemos dejado los unos a los otros, simplemente por el hecho de habernos conocido, y como el hecho de conocer a unas personas en unos pocos meses o años, te hace que no las olvides nunca y que siempre las lleves contigo.

Recuerdo que un compañero me dijo como a mitad de la carrera que el secreto consistía en descuidarse, dejar que la vida fuera pasando y que cuando uno menos lo pensara estaría recibiendo el diploma de manos del decano, coordinador del pregrado o profesor designado. A lo mejor sí, probablemente para muchos funcione así, pero desde niño me inculcaron un sentido de pertenencia y compromiso tan alto que me impide conformarme con hacer las cosas solo por hacerlas si veo que no son buenas o van a servir de verdad para algo, y creo que por eso mismo para mí ese método de descuidarse mientras se terminaba todo no funcionó nunca.

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