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Efectos de la religiosidad colonial en el afrodescendiente y el indígena


Enviado por   •  15 de Enero de 2016  •  Ensayo  •  2.789 Palabras (12 Páginas)  •  300 Visitas

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UNIVERSIDAD DEL VALLE DE MÉXICO – CAMPUS TLALPAN

Joel Cruz Reyes  

N. de cuenta 040036014

Habituados a no existir

Efectos de la religiosidad colonial en el afrodescendiente y el indígena

Taller de redacción

Profa. Alejandra Alfaro Sánchez

19/11/2014


La identidad de los pueblos en el continente americano es atravesada por la experiencia de la colonización. Esta realidad histórica, que está como telón de fondo en la existencia cotidiana de individuos y colectividades, ha beneficiado a algunos y afectado negativamente a otros. El eurocentrismo racial, cultural y religioso sembró complejos (superioridad e inferioridad) que hacen muy conflictiva la convivencia, y no permiten desarrollar condiciones favorables para que todos puedan vivir con dignidad.

La colonización moldeó la personalidad de los pueblos nativos utilizando las armas, la educación desde parámetros culturales europeos y el adoctrinamiento en una religión fatalista que abría las puertas a la aceptación resignada, e incluso alegre, de las condiciones desfavorables como la esclavitud, el despojo, la discriminación, la pobreza… Este proceso de “trasplante cultural” generó a su vez otros procesos de “regeneración”, entendiendo esto último, como todas aquellas formas a través de las cuales el europeo, el indígena, el esclavo africano y, posteriormente sus descendientes, se “rehicieron” o se “reconstruyeron” a partir de los nuevos parámetros de humanidad planteados por la colonización.

La retórica colonial fue muy eficaz: logró convencer a los negros e indígenas que ellos habían nacido para ocupar el último lugar en la escala social. Logró sembrar en sus conciencias el desprecio de sí mismos y avergonzarlos de su ser. Uno de los canales de esta retórica fue la religiosidad popular; aspecto que, sin pretender agotar el tema, se aborda en el presente escrito con la finalidad de aportar luces a quienes trabajan entre afrodescendientes e indígenas para mejorar sus condiciones de vida.

En nuestro país, el pasado de mucha gente está conectado con la historia de los esclavos traídos de África y de los indígenas que fueron desplazados a la periferia sociocultural. Esta experiencia arrebató todo tipo de poder al negro y al indio, y los introdujo en una espiral de negación, minimización y clandestinidad; una historia de “deshumanización” que afianzó una mentalidad habituada a no tener derechos, a no ser sujetos de su propia vida, a ser diversos y a no existir como pueblo específico.

Mucha gente tiene este sustrato y hospedan el “mito del blanco” que los hace “pobres” en todos los sentidos. Una pobreza que trasciende lo material y llega a ser una pobreza humana. Philippe Laurent describe al pobre como “un ser humano que se encuentra en una situación de debilidad, dependencia y humillación, caracterizada por la falta de medios de poder y consideración social… un ser que viviendo al día, no tiene alguna posibilidad de levantarse sin la ayuda de otros”.[1] Las frases “no tengo”, “no puedo”, “no sé”, “no me toman en cuenta”, reflejan esta realidad.

La dependencia es una de las claves para entrar en el mundo afro e indígena, para comprender el comportamiento de los hombres y mujeres que pertenecen, racial y/o culturalmente, a estos grupos humanos. Dependencia que, además de haber sido generados por los procesos violentos de la colonización, fue sembrada y fortalecida desde una religiosidad inyectada por el cristianismo imperial. De hecho, la historia de la evangelización en el continente, muestra un cristianismo que no fue realmente liberador para los indígenas y negros, ya que se dudaba que fueran verdaderos seres humanos. En realidad fue un proceso que procuró en todos los sentidos, matar su libertad, su dignidad, su fe  y su identidad.[2] 

Rafael Echeverría, resalta la fuerza que tiene el lenguaje en la configuración del ser de las personas[3]. En la perspectiva que él plantea, la identidad del afrodescendiente e indígena, es fruto de todo un lenguaje teológico y sociopolítico colonial, que tenía la intención de generar una conciencia de inferioridad racial, espiritual y humana. Basta echar una mirada a los textos educativos que se tenían en las escuelas religiosas, los catecismos, los textos de los cantos populares, la iconografía de los templos y los términos eclesiásticos, para poder captar la intencionalidad religiosa colonial.

La Biblia fue una de las fuentes generadoras de este lenguaje. Uno de los textos utilizados para explicar el origen de las razas a los africanos, era el texto donde se relata la maldición de Cam, uno de los tres hijos de Noé.[4] Honoré Vinck, transcribe el modo como era explicado este texto: “Los nombres de los hijos de Noé son: Sem, Cam y Jafet. Ellos son los padres de todos los hombres. Sem fue el padre de los judíos, de los árabes y de todos a quellos que se les parecen. Cam es el padre de los negros y de aquellos que se les parecen; y Jafet es el padre de los blancos y de aquellos que se les parecen; los hijos de Sem viven en Asia; los hijos de Cam en África; los hijos de Jafet en Europa”[5].

La interpretación del texto no tiene ningún fundamento bíblico, ya que el relato se refiere a tribus y pueblos conocidos por los autores bíblicos en sus tiempos, pero esta perspectiva era útil para generar un clima de aceptación de la esclavitud, de los africanos en concreto. De hecho, a partir de esta interpretación se generó toda una teología colonial que  legitimaba la condición de sufrimiento del negro. La justificación fue la “maldición de Noé a su hijo Cam”, a quien condenó a ser esclavo de sus hermanos Sem y Jafet (árabes y europeos). Por lo mismo, los árabes y europeos se sentían con el “derecho divino” para esclavizar a los africanos, sin ningún complejo de culpa, porque así colaboraban en la “salvación” de aquellos que habían sido marcados por “dos pecados originales”: el de ser hijos de Adán (pecado común de los seres humanos), y el de ser hijos de Cam (pecado específico de los africanos).[6]

Otro medio utilizado fue el canto popular religioso. Por ejemplo, un canto que aprendían de memoria los niños negros en las escuelas es el siguiente: “Oh padre Cam ¿qué es lo que has hecho? Nosotros sufrimos mucho; por Dios somos castigados, duramente sin piedad; El castigo que te dio ha sido heredado por nosotros; Y Noé como castigo para ti, te ha humillado y así Cam trabaja para sus hermanos; ahora tu descendencia, es esclava sobre la tierra”.[7] El mismo sentido podemos encontrar en tantos cantos religiosos que circulan en la religiosidad indígena en México y América Latina, que por tanto repetirlas, se vuelven parte del ser de quien los canta; se vuelven la verdad de su ser.

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