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El Principe


Enviado por   •  27 de Febrero de 2014  •  1.808 Palabras (8 Páginas)  •  240 Visitas

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Capitulo IIIDE LOS PRINCIPADOS MIXTOS

Pero las dificultades existen en los principados nuevas. Y si no es nuevo del todo,sino como miembro agregado a un conjunto anterior, que puede llamarse así mixto, susincertidumbres nacen en primer lugar de una natural dificultad que se eneuentra en todoslos principados nuevos. Dificultad que estriba en que los hombres cambian con gusto deSeñor, creyendo mejorar; y esta creencia los impulsa a tornar las armas contra él; en locual se engañan, pues luego la experiencia les enseña que han empeorado. Esto resultade otra necesidad natural y común que hace que el príncipe se vea obligado a ofender asus nuevos súbditos, con tropas o con mil vejaciones que el acto de la conquista llevaconsigo. De modo que tienes por enemigos a todos los que has ofendido al ocupar el principado, y no puedes. conserver como amigos a los que te han ayudado a conquis-tarlo, porque no puedes satisfacerlos como ellos esperaban, y puesto que les estásobligado, tampoco puedes emplear medicines fuertes contra ellos; porque siempre,aunque se descanse en ejércitos poderosísimos, se tiene necesidad de la colaberación delos “provincianos” para entrar en una provincia. Por estas razones, Luis XII, rey deFrancia, ocupó rápidamente a Milán, y rapidamente lo perdió; y bastaron la primera vez para arrebatárselo las mismas fuerzas de Ludovico Sforza; porque los pueblos que lehabían abierto las puertas, al verce defraudados en las esperanzas que sobre el bienfuturo habian abrigado, no podían soportar con resignación las imposiciones del nuevo príncipe.Bien es cierto que los territorios rebelados se pierden con más dificultad cuando seconquistan por segunda vez, porque el señor, aprovechándose de la rebelión, vacila me-nos en asegurar su poder castigando a los delincuentes, vigilando a los sospechosos yreforzando las partes más débiles. De modo que, si para hacer perder Milán a Francia bastó la primera vez un duque Ludovico que hiciese un poco de ruido en las fronteras, para hacércelo perder la segunda se necesitó que todo el mundo se concertase en sucontra, y que sus ejérecitos fuesen aniquilados y arrojados de Italia, to cual se explica por las razones antedichas.Desde luego, Francia perdió a Milán tanto la primera conmo la segunda vez. Lasrazones generales de la primera ya han sido diseurridas; quedan ahora las de la segunda,y queda el ver los medios de que disponia o de que hubiese podido disponer alguien quese encontrara en cl lugar de Luis XII para conservar la conquista mejor que él.Estos Estados, que al adquirirse se agregan a uno más antiguo, o son de la misma provincia y de la misma lengua, o no to son. Cuando to son, es muy fácil conservarlos,sobre todo cuando no están acostumbrados a vivir libres, y para afianzarse en cl poder, basta con haber borrado la linea del príncipe que los gobernaba, porque, por lo demás, ysiempre que se respeten sus costumbres y las ventaias de que gozaban, los hombres permanceen sosegados, como se ha visto en cl caso de Borgoñla, Bretaña, Gascuña y Normandía, que están sujetas a Francia desde hace tanto tiempo; y aun cuando hayalguna diferencia de idioma, sus costumbres son parecidas y pueden convivir en buenaarmonía. Y quien los adquiera, si desea conservarlos, debe tener dos cuidados: primero,que la descendencia del anterior príncipe desaparezca; después, que ni sus leyes ni sustributos sean alterados. Y se verá que en brevisimo tiempo el principal adquirido pasa aconstituir un solo y mismo cuerpo con el principado conquistador.

Pero cuando se adquieren Estados en una provincia con idioma, costumbres yorganización diferentes, surgen entonces las dificultades y se hace precisa mucha suertey mucha habilidad para conservarlos; y uno de los Señores y más eficaces remedios seríaque la persona que los adquiera fuese a vivir en ellos.Esto haría más segura y más duradera la posesión. Como ha heeho cl Turco conGrecia; ya que, a despecho de todas las disposiciones tomadas para conserver aquelEstado, no habría conseguido retenerlo si no hubiese ido a establecerse allí. Porque, deesta manera, se ven nacer los desórdenes y se los puede reprimir con prontitud; pero,residiendo en otra parte, se entera uno cuando ya son grandes y no tienen remedio.Además, los representantes del príncipe no pueden saquear la provincia, y los súbditosestán mis satisfechos porque pueden recurrir a él fácilmente y tienen más oportunidades para amarlo, si quieren ser buenos, y para temerlo, si quieren proceder de otra manera.Los extranjeros que desearan apoderarse del Estado tendrían mis respeto; de modo que,habitando en él, solo con muchísima dificultad podrá perderlo.Otro buen remedio es mandar colonias a uno o dos lugares que sean come llaves deaquel Estado; porque es precise hacer esto o mantener numerosas tropas. En las colo-nias no se gasta mucho, y con esos pocos gastos se las gobierna y conserva, y sólo se perjudica a aquellos a quienes se arrebatan los campos y las casas para darlos a losnuevos habitantes, que forman una mínima parte de aquel Estado. Y come losdamnificados son pobres y andan dispersos, jamás pueden significar peligro; y en cuantoa los demás, como por una parte no tienen motivos para considerarse perjudicados, y por la otra temen incurrir en falta y exponerse a que les suceda lo que a los despojados, sequedan tranquilos. Concluyo que las colonias no cuestan, que son mis fieles y entrañanmenos peligro; y que los damnificados no pueden causar molestias, porque son pobres yestán aislados, come ya he dicho.Ha de notarse, pues,

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