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El Principe


Enviado por   •  12 de Enero de 2014  •  1.897 Palabras (8 Páginas)  •  244 Visitas

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El Príncipe de Nicolás Maquiavelo, escrita en 1513 y publicada tras la muerte del autor en 1532, es quizá una de las obras más comentadas, analizadas, juzgadas e interpretadas de toda historia. El lugar que ocupa en la producción del florentino es tan relevante que muchas veces opaca sus otros textos pertenecientes a distintos géneros, muchos de los cuales son considerados joyas del talento de Maquiavelo. Así, Diálogo de la lengua (1518) es una obra maestra literaria; Vida de Castruccio Castracani (1520), mezcla de historia y novela, es considerada por el filósofo Sciacca como su mejor obra; la Madrágora (1518), perteneciente al género dramático, ocupa las escalas más altas del teatro universal, considerándola Voltaire superior a las mejores piezas de Aristófanes; sin olvidar mencionar la importancia de sus escritos históricos, tales como El arte de la guerra (1516- 1521) que, junto a la producción de su contemporáneo Francesco Guicciardini, “superan definitivamente la crónica medieval para fundar la historiografía moderna” (Gómez 11).

El Príncipe debe su lugar preferencial a su naturaleza controversial como texto político y, junto a los Discorsi (1513), es prueba del genio de Maquiavelo, así como de su agudeza para elaborar complejos razonamientos que a lo largo del tiempo han sido objeto de adulación y repudio, de manera tan contradictoria como reductiva. Para muchos, El Príncipe continúa siendo paradigma de la profunda honestidad del escritor florentino con la cual abordar el contexto político y cultural del nacimiento y unificación de la Europa moderna; para algunos otros, el texto desvela con la frialdad de una espada, el rostro más ruin de la política, incitando incluso al genocidio, despotismo y tiranía.

Los antimaquiavelistas declarados han llegado a categorizar a El Príncipe como una “obra del diablo”, guiados primordialmente por prejuicios de índole moral y religiosa, como William Shakespeare quien lo denomina “el sanguinario Maquiavelo”, o como una apología de la tiranía, tal cual declara Diderot. Los maquiavelistas<!--[if !supportFootnotes]-->[1]<!--[endif]-->, por su parte, dentro de cuyas filas se encuentra el mismo Benito Mussolini (mismo que edita y prologa una edición de la obra y tilda a Maquiavelo como “teórico del Estado totalitario”), han visto en la obra un exhorto para la unificación de la patria y la defensa del territorio nacional, o bien, sin llevar al extremo la adulación de los preceptos contenidos en la obra, han encontrado en El Príncipe atisbos útiles para encaminar las acciones políticas de los gobernantes.

Sin embargo, la crítica actual de la obra se ha centrado en analizarla en su plena naturaleza: como un tratado político, plagado de referencias literarias e históricas, que ayudan a dibujar el rostro de una Italia que debía enfrentarse a la búsqueda de la estabilidad económica, social, cultural y política, durante un periodo renacentista repleto de todo tipo de transformaciones. De esta manera, antes de aventurar cualquier juicio, es preciso señalar que un texto tan directo, breve y apasionado como El Príncipe debe ser leído detenidamente, intentando que el “pesimismo agudo de Maquiavelo en lo que concierne a la naturaleza humana” (Gómez 16) sea interpretado en la medida del contexto de la obra, de su unidad como tratado de política del siglo XVI y, finalmente, con una actitud crítica del antecendente de la política moderna.

Como contexto cabe señalar que durante los siglos XV y XVI Europa vivió un profundo cambio en la manera de entender e interpretar el mundo y al ser humano. En este periodo denominado Renacimiento, la ciencia y las artes se vieron transformadas; la concepción teocéntrica de la realidad fue puesta en duda por las ideas de Copérnico (1473-1543) y Galileo (1564-1642) quienes situaron a la tierra fuera del centro del universo; la invención de la imprenta permitió difundir textos exclusivos, principalmente la Biblia, así como sus traducciones a las lenguas “vulgares”, como se consideraba al castellano, por ejemplo. De la misma manera, la Reforma Protestante debilitó la supremacía de la iglesia Católica Cristiana, y el surgimiento de los primeros atisbos del capitalismo mercantil, aunado a las campañas de exploración marítima y al “descubrimiento de América”, permitieron el desarrollo económico del viejo Continente incrementando las arcas de las naciones.

A partir de lo anterior, el clima de renovación de la “Era de los descubrimientos” se tradujo en una actitud humanista que paradójicamente retomaba los modelos de la antigüedad clásica griega y romana. Esta actitud consideraba que se podía acceder al conocimiento puro mediante la interpretación profunda de las escuelas filosóficas grecolatinas, a través del ejercicio científico aplicado para la comprensión del espíritu humano. A partir de esta renovación del pensamiento europeo fue posible el desarrollo de la gramática, retórica, literatura, filosofía moral, historia y política, reflejando la diversidad de la conducta humana, lejos del reduccionismo moral del cristianismo durante la Edad Media.

Es preciso notar que muchas disciplinas, entre ellas la Arquitectura, la Arqueología, la Pintura y la Escultura, tan sólo por mencionar algunas, se beneficiaron del humanismo de manera integral, al reunir en sus innovaciones mejoras estéticas relacionadas al conocimiento científico de la naturaleza y del ser humano. La Escultura y la Pintura, por ejemplo, no sólo se favorecieron al retomar escenas y personajes mitológicos con fines estéticos, sino hicieron uso de los nuevos conocimientos sobre anatomía humana, la reflexión de la luz y la perspectiva, para crear grandes obras de Arte consideradas aún como cúspides del intelecto y de la creatividad de la humanidad. Leonardo da Vinci, Miguel Ángel Buonarroti, Rafael Sanzio y Sandro Botticelli, son artistas clave para entender la estrecha relación entre arte, ciencia y espíritu humanista que existió durante el Renacimiento, testimonio de la sensibilidad que propugnaba por la innovación y transformación en todas las aristas de la vida de los hombres y mujeres.

Esta sensibilidad permitió que los humanistas pudieran ser acogidos por su

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