Enamórate de ti

Enamórate de ti

El peso de la comparación

Las relaciones que establecemos con las personas de nuestro alrededor son puntos claves para pensar sobre lo que tengamos en nuestro cuerpo y las evaluaciones que hagamos de él (autoimagen).

Existen infinidades de familias que consideran la belleza física como algo primordial, y si algunos de los niños no cumplen con las características de ser “bello”, simplemente no logran vincularse con ellos. Claro, no pueden echarlos a la calle porque son sus hijos, son su sangre, pero no se los incluye en ese núcleo rodeado de “guapos”. Este alejamiento es sutil y está plagado de “frases de consuelo”, como, por ejemplo: “No es tan lindo(a), pero tiene otras cosas buenas”. Esta clase de familia crean en el niño la necesidad de ser “hermoso”, además de poner la belleza corporal en lugares inalcanzables.

Se han visto personas que no se aceptan a sí mismas por considerarse “feas” o “desagradables”, porque no alcanzan el ideal estético esperado por el grupo en el que está socializando.

Un caso muy peculiar es de una paciente que aseguraba no ser atractiva, siendo en realidad una mujer bella e interesante. Pese a los intentos de decirle que ella se encontraba equivocada, ella, firme en su convicción, decía: “Doctor, le agradezco de todo corazón por su esfuerzo, pero sé que nunca me diría que soy fea porque me deprimiría más…”. Para que ella pudiera someter a prueba su creencia, se diseñó un experimento de medición de actitudes. La paciente se sentó en la cafetería de una concurrida universidad, junto a dos mujeres atractivas elegidas por ella, que hacían de factores de comparación. Se le pidió a un grupo de cien estudiantes, entre hombres y mujeres, para que evaluaran en una escala del uno al diez el grado de belleza de cada una de las tres chicas. Una vez dado los resultados, se observó que el noventa por ciento de los espectadores habían opinado que la paciente era una persona bella, atractiva y sensual. Al ver los resultados, la paciente se mostró sorprendida y exclamó: “Es increíble… No sé qué decir… ¡Jamás pensé que la gente tuviera tan mal gusto!”.

La creencia de su belleza la absorbía, hasta tal punto de ignorar cualquier información que le demostrara que estaba equivocada.

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