Ensayo El Malestar En La Cultura
Enviado por EduardoGranados7 • 7 de Junio de 2017 • Ensayo • 4.319 Palabras (18 Páginas) • 487 Visitas
I
En éste capítulo, Freud explica el origen de la sensación de eternidad o "sentimiento oceánico" como fundamento básico de la religiosidad humana. Según él, estaríamos hablando de un sentimiento de inseparable pertenencia a la totalidad del mundo exterior. Para desmenuzar el origen de éste sentimiento debemos embarcarnos en el análisis del Yo.
Comenzamos con la afirmación de que el hombre admira y desea el poderío, la riqueza y el éxito de los demás, menospreciando los valores genuinos que la vida ofrece. Sin negar que hay una minoría que sí reconoce ese valor que muchos no aprecian.
Relata que intercambia algunas cartas con un buen amigo suyo en donde hablan sobre la religión. Para Freud la religión es solo una ilusión, en cambio para su amigo la fuente de la religiosidad reside en un sentimiento particular como algo sin límites ni barreras, en cierto modo un “sentimiento oceánico”.
Ésta declaración colocó a Freud en aprietos, pues él mismo no lograba descubrir ese sentimiento, lo que lo llevó a la tarea de someter los sentimientos al análisis científico. Freud no conocía ese sentimiento, pero no por ello negaba su existencia real en los demás. Se decidió entonces a solucionar ese problema.
“La idea de que el hombre pueda intuir su relación con el mundo exterior a través de un sentimiento directo, orientado desde un principio a este fin, parece tan extraña y es tan incongruente con la estructura de nuestra psicología, que será lícito intentar una explicación psicoanalítica del mencionado sentimiento”
Es entonces como Sigmund Freud describe un esquema mental a partir de tres instancias denominadas el Yo, el SuperYo y el Ello.
--- El Yo tiene como fin cumplir de manera realista los deseos y demandas del Ello y a la vez conciliándose con las exigencias del SuperYo. Todas las acciones ejecutadas son analizadas por el Yo amenazando con el castigo en caso de incumplimiento. El Yo nos permite reconocer las acciones que realizamos, a elegir el camino a seguir, y razonar los impulsos con tal de no ceder lugar a la liberación libidinosa, y velar por la integridad general de la realidad. Es el primer paso del reconocimiento, para afrontar las alegrías, culpabilidad o castigo.
--- El SuperYo es la parte que contrarresta al Ello, representa los pensamientos morales y éticos adquiridos y aprendidos por la cultura. Consta de dos subsistemas: la consciencia moral se refiere a la capacidad de la autoevaluación, la crítica y el reproche.
--- El Ello se refiere a la parte más profunda, primitiva, desorganizada e innata de la personalidad. El Ello se presenta de forma pura en nuestro inconsciente y está presente desde el nacimiento (el ello no es sinónimo de inconsciente). Representa nuestros impulsos, deseos y necesidades más elementales y primitivas del ser, de cubrir sus necesidades fisiológicas inmediatamente sin considerar las consecuencias. Está constituido por impulsos tan básicos como la tendencia natural a satisfacer el hambre, la sed y la sexualidad, las que Freud llamó pulsiones de vida, alimentados por la libido.
Éste análisis de la psique humana nos lleva a otro no menos relevante paradigma de nuestra mente, explica que en la vida psíquica nada de lo una vez formado puede desaparecer, todo se conserva de alguna manera, y puede resurgir por ejemplo con una regresión de suficiente profundidad.
Como ejemplo, la evolución de la Ciudad Eterna, el más antiguo recinto urbano fue la Roma quadrata, la cual pasó por diversas modificaciones y construcciones que se iban agregando al paso del tiempo. En la actualidad turista provisto de conocimientos suficientes quizá podría trazar en el contorno de la antigua Roma quadrata, nada más. Alguien dotado de un poco más de conocimientos de la historia, podría señalar incluso la ubicación donde alguna vez estuvieron los ahora desaparecidos templos y edificios antiguos. Bien, ahora supongamos que Roma no fuera un lugar físico, sino un ente psíquico igual de rico y prolongado, en el cual no hubiera desaparecido nada de lo que alguna vez existió y donde junto a la última construcción o fase evolutiva aún subsistieran las anteriores, eso significaría que encima de los antiguos templos también podríamos ver las nuevas construcciones sin tener que demoler lo anterior, las construcciones nuevas estarían edificadas sobre las originales y bastaría que el observador viera a diferentes direcciones para hacer surgir uno u otra visión.
De ésta forma podemos explicar cuán lejos estamos de poder explicar el poder captar las características de la vida psíquica mediante una representación descriptiva.
Así pues, estamos dispuestos a aceptar que en muchos seres existe un “sentimiento oceánico” que nos inclinamos a decir que es una fase temprana del sentimiento del “Yo”. Ese sentimiento, encontrado en la religión nos abriga ante el peligro y desamparo en el mundo exterior.
Me parece interesante como a partir de un comentario de su amigo, Freud nos esclarece la base de la religiosidad porque es muy notable en todas las sectas o religiones la necesidad de creer en un ser supremo. Todo se relaciona desde la infancia, la concepción del Yo con las primeras relaciones entre el niño y los objetos o personas que se desarrolla en el transcurso de nuestro crecimiento hasta definir nuestra personalidad y mediar entre los instintos del Ello, los ideales del Súper Ego y la realidad del mundo exterior.
II
En éste capítulo, Freud hace un análisis que pretende ser realista y científico de las posibilidades de felicidad del ser humano, contando con dos hechos inevitables: su constitución psíquica general y su vivir en un mundo dado.
Tal como nos ha sido impuesta, la vida nos resulta demasiado pesada, nos depara excesivos sufrimientos, decepciones, empresas imposibles. Para soportarla, no podemos pasarnos sin algo que suavice éstas situaciones, los hay quizá de tres especies: distracciones poderosas que nos hacen parecer pequeña nuestra miseria, satisfacciones sustitutivas que la reducen y narcóticos que nos tornan insensibles a ella. Una de esas tres opciones nos es necesaria.
La búsqueda de la felicidad nos lleva a plantearnos el objeto de la vida humana y, sin embargo, puede que la razón de ser de esta pregunta emane de la misma vanidad antropocéntrica (teoría que sitúa al ser humano como medida de todas las cosas) que nos domina. No somos capaces de entender las cosas sin relacionar sus influencias sobre nosotros. Freud, analiza la búsqueda que hace el hombre por encontrar la felicidad y mediante la observación concluye que es algo natural dentro de la conducta
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