Ensayo Literario
Enviado por Maryangiac • 25 de Mayo de 2015 • 15.298 Palabras (62 Páginas) • 284 Visitas
1. Introducción
En la fundamentación de la ética, la idea de la existencia de una ley natural tiene una importante gravitación desde hace más de dos mil años. A pesar del descrédito de las éticas basadas en la naturaleza, este concepto continúa vigente, aunque no predominante, en el debate contemporáneo. Razones históricas y culturales explican esa sorprendente permanencia. Una de ellas es la necesidad de recurrir a principios éticos superiores a los ordenamientos legales positivos en ciertas circunstancias de la historia reciente, como los juicios de Nuremberg: los criminales de guerra nazis no podían ser juzgados sólo con las leyes vigentes internacionalmente en el tiempo de la Segunda Guerra Mundial. Otra razón, sin duda, es la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, refrendada en el año 1948, que establece derechos fundamentales para todos los hombres, que no se pueden basar ni en la voluntad de personas individuales, ni de los Estados signatarios, ni de cualesquiera leyes meramente positivas.
Sin embargo, el concepto de ley natural es complejo, y recibe fuertes contestaciones desde diferentes ámbitos de la filosofía. A ello se suma el hecho de que es la Iglesia Católica quien lo utiliza con mayor frecuencia para sentar posición en ciertas cuestiones fuertemente debatidas en la cultura contemporánea —el aborto, la homosexualidad, la regulación de la natalidad, etc.— con lo cual frecuentemente se produce o se provoca la confusión de pensar que los argumentos basados en la ley natural son meramente teológicos y válidos sólo para los creyentes. Además, desde el punto de vista de la historia de la filosofía, hay varias teorías de la ley natural, y no todas tienen el mismo valor y consistencia.
El presente estudio seguirá los siguientes pasos: a) un breve rastreo del concepto “ley natural” en la Antigüedad; b) la síntesis de Santo Tomás de Aquino, que sigue siendo la más completa y fecunda presentación del tema; c) las derivaciones modernas; d) algunas perspectivas contemporáneas; e) las dificultades más frecuentes que enfrenta toda teoría de la ley natural; f) algunas tareas más urgentes para una renovada reflexión sobre la ley natural.
2. La ley natural en la Antigüedad
2.1. Las leyes no escritas
La idea de que existan leyes no escritas anteriores a las determinaciones jurídicas positivas se encuentra ya en la tragedia Antígona, de Sófocles (495-406 a.C). El hermano de Antígona, Polínices, muerto en guerra civil, es condenado por su rebeldía a permanecer insepulto. Pero Antígona, para cumplir sus deberes de piedad con el hermano muerto, apela «a las leyes no escritas e inmutables» contra la prohibición de sepultura pronunciada por el rey Creonte. A la recriminación del rey por haber violado su prohibición, ella responde:
No era Zeus quien me la había decretado, ni Dike, compañera de los dioses subterráneos, perfiló nunca entre los hombres leyes de este tipo. Y no creía yo que tus decretos tuvieran tanta fuerza como para permitir que sólo un hombre pueda saltar por encima de las leyes no escritas, inmutables, de los dioses: su vigencia no es de hoy ni de ayer, sino de siempre, y nadie sabe cuándo fue que aparecieron [Sófocles, Antígona 449-460].
Sin embargo, en la sofística griega contemporánea a Sófocles no existe propiamente el concepto de ley natural, sino más bien la contraposición entre sus dos elementos constitutivos: la phýsis y el nómos. Para algunos sofistas, como Protágoras (480-410 a.C.), el progreso de la sociedad es posible por la adquisición de ciertas virtudes que son por convención (nómos), en tanto que el estado de naturaleza (phýsis) es un dato inicial que debe ser superado. La leyes o nómoi son los medios de elevación de la vida humana por encima del nivel de las bestias. Ni el nómos ni las virtudes políticas son por naturaleza, y una vuelta a la naturaleza (estado “salvaje”) es lo último que se desea [Platón, Protágoras, 320c y ss.].
En otros casos, los sofistas sostienen que las leyes deben someterse a la naturaleza, pero entendida ésta en un sentido egoísta e inmoral. Así sucede con Trasímaco, que afirma que la justicia es el interés del más fuerte [Platón, República I, 336b y ss.]. Los que ejercen el poder dictan las leyes en vistas a su propio beneficio o conveniencia. Pero esto no tendría nada de reprobable, dado que el hecho de que los fuertes pretendan el poder sigue a la naturaleza humana. Análoga es la posición de Calicles, que Platón reporta en Las Leyes: la justicia es aquello que cada uno consigue imponer por la fuerza; la vida conforme a la naturaleza consiste en vivir dominando a los demás; la excelencia no pasa por el autocontrol y el respeto a las leyes. Al contrario, el placer, el desenfreno y el libertinaje, si están respaldados por la fuerza, constituyen la areté (excelencia) y felicidad. Platón resume así los argumentos de los defensores inmoralistas de la naturaleza: las cosas más grandes y bellas del mundo son obra de la naturaleza. Las artes y técnicas vinieron después; entre ellas sólo son útiles las que ayudan a la naturaleza. La política y la legislación tienen poco que ver con la naturaleza; por ello sus postulados están faltos de valor. Los dioses mismos sólo existen por nómos. Sobre la justicia los hombres entablan discusiones interminables. Por eso, señala Platón, los agitadores empujan a la juventud a la impiedad y a la sedición, instándolos a una vida “conforme a la naturaleza”, consistente en vivir dominando a los demás en vez de servir a los hombres conforme a las leyes [Platón, Las Leyes 889a-890a].
Pero hay otro tipo de crítica de la ley, que afirma que el hombre sabio debe guiarse no por las leyes establecidas, sino más bien por la ley de la virtud (areté). Se trata de una defensa altruista de la phýsis contra el nómos que da lugar a ideas de igualdad y cosmopolitismo, así como de unidad de la humanidad. De esta manera comienza a surgir el concepto de “ley natural”, dado que se habla de leyes “no escritas” que son conforme a la naturaleza y que sirven de criterio de juicio frente a las limitaciones y errores de las leyes positivas. En síntesis, la expresión “leyes no escritas” se aplica en primer término a ciertos principios morales tenidos por universalmente válidos (al menos para el mundo griego). Sus autores son los dioses, y ninguna infracción de estas leyes puede quedar sin castigo. Están estrechamente vinculadas al mundo de la naturaleza. En contraste con estas ordenaciones celestes, cada país tiene sus propios nómoi. Pero esas leyes no tienen fuerza en otros lugares y pueden ser alteradas. En general, es bueno y justo observar esas leyes, pero no tienen la misma fuerza
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