Intervención Psicosocial

Los procesos socio-culturales junto a las prácticas políticas son elementos que participan en la conformación identitaria de los sujetos a la vez que van definiendo a los espacios y relaciones intersubjetivas que se dan indistintamente en cada cultura, donde la manera en que el sujeto puede ir construyendo desde sus primeros días su subjetividad, se ve directamente relacionado al medio social en el cual se desenvuelve, así como también se verá teñido por las representaciones sociales enmarcadas dentro de un discurso dominante, que influirá y/o sesgará la representación social que el sujeto terminará por formarse. Si se piensa, por ejemplo, desde las propuestas de la Psicología Social Latinoamericana, las mayorías oprimidas hacen suyas las prácticas sociales y los discursos a la base de éstas que imponen los grupos dominantes.

En el contexto de nuestro país, hablar de La Legua ha estado asociado -invariablemente y de forma casi automática- a una serie de calificativos relativos a la condición de barrio “imposible”, conflictivo y peligroso en el que la droga es ama y señora. Sin embargo, bastaría un breve repaso a la historia de su conformación para advertir que el estigma de población marginal es un lastre que La Legua carga desde mucho antes de convertirse en el imperio de los narcotraficantes.

Un ejemplo concreto de esto es la Intervención Policial impulsada por el Ministerio del Interior el año 2001 en el sector de la Legua Emergencia, medida que en un principio fue planteada como una forma de generar espacios más seguros manteniendo a raya los conflictos entre bandas narcotraficantes mediante un estricto control policial al interior de la población, pero que finalmente se volvió, tal como lo relatan los propios leguinos una forma de opresión externa, un sistema de control y vigilancia sobre la comunidad. Lo que a su vez provocó un aumento en la desconfianza, fracturas en el espacio comunitario y falta de cohesión entre los actores sociales.

A la ya agobiante y violenta presencia policial, se sumaron distintos proyectos de intervención social liderados en algunos casos por instituciones gubernamentales y en otros por universidades, que al realizarse con tanta frecuencia fueron perdiendo su verdadero sentido para los habitantes del sector, lo que muchas veces significa que la gente ya no se interese por participar en la actividad por sí misma y su sentido, si no que más bien respondería a una participación por inercia o que está supeditada a los beneficios económicos o materiales que supone el hecho de asistir a las actividades, como los bonos que ofrece el gobierno, por ejemplo, pasando a tener un sentido más bien utilitario y una connotación de sobre-intervención.

Lo ya expuesto, sumado a los intentos por disimular estas dinámicas violentadoras con el fin de proteger los intereses de un grupo dominante, no ha hecho más que perpetuar la idea ya mencionada, es decir,

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